Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)
Hay muchas historias de «one hit wonder», músicos que durante su carrera metieron solamente un tema exitoso. Rocky Burnette y «Tired of toein’ the line» (traducido por aquí como «Cansado de hacerlo bien») o la banda californiana The Knak con «My Sharona».
4 Non Blondes metió «What’s Up? y después desapareció. Ni hablar de Los Bravos, los españoles que la pegaron con «Black is black», que fue versionada por Johnny Hallyday, Luis Miguel y el «Toro» Quevedo.
Un caso distinto es el de Sixto Rodríguez, de quien en su momento se dijo que era la versión latina de Bob Dylan, pero sus dos discos –a pesar del apoyo de la industria– pasaron desapercibidos en Estados Unidos cuando se publicaron al principio de la década de 1970, pero fueron muy populares diez años después en Sudáfrica. En torno al cantautor de Detroit se dijo que se había suicidado en el escenario de un pequeño bar. Recién en 1998 sus fans de Ciudad del Cabo se enteraron que seguía vivo. Su historia se hizo documental.
En el campo de la fotografía sucedió algo similar con Vivian Maier, que nunca exhibió su impresionante y numerosa obra, que fue conocida de casualidad, años después de su muerte (https://www.altagracianoticias.com/las-fotos-de-la-ninera/). Lo de los hermanos Emerson es un caso particular, porque el éxito llegó casi medio siglo más tarde, cuando ya nadie sospechaba que podía llegar.
El nuevo tractor
La historia dice que Donnie y Joe Emerson descubrieron su pasión por la música cuando su padre compró un tractor con radio. Las largas horas arriba del aparato trabajando en el campo familiar se Spring Valley, le permitió a los hermanos hallar un mundo desconocido que los llevaba mucho más allá de la quietud y el frío de este valle rodeado de frutales y montañas.
Realmente no hay mucho que hacer en Spring Valley, un pequeño poblado al norte del Estado de Washington, dentro del territorio de la Reserva del pueblo Colville. La rutina de un adolescente de una familia de pequeños productores rurales iba de la escuela a la iglesia y de allí a ayudar en las tareas campesinas. Pero en este caso la historia se torció.
Eran mediados de la década de 1970 y contrariamente a lo que podría haberse esperado, teniendo en cuenta el contexto, Don Emerson, el granjero padre de los jóvenes tractoristas, alentó las inquietudes artísticas de los adolescentes. Les ayudó a comprar instrumentos y les permitía quedarse después de hora en la escuela con la profesora de música.
Un estudio en Spokane
No había disquerías en Spring Valley. Como quedó dicho, la música les llegaba por la radio del tractor, algunos programas de televisión y el coro de la iglesia. De cantar aquellas canciones que les llegaban a través del éter, tratando de imitar a los cantantes que más los impresionaban, a componer las propias había un solo paso.
Compartiendo el entusiasmo de sus hijos, y con la evidencia de un repertorio de canciones compuestas por Donnie y Joe que fueron puestas a prueba en recitales parroquiales, fiestas escolares y cumpleaños, Emerson decidió, en 1977, solventar algunas horas de grabación en un estudio profesional de la vecina ciudad de Spokane.
En el «Sound Recording Company» los hermanos registraron un single de 45 RPM con resultados más bien decepcionantes. Quién haya intentado grabar un demo por primera vez entenderá la carrera contra el tiempo que ello significa cuando el presupuesto limita el tiempo que uno puede pasar en el estudio.
Un estudio en la granja
Ante la posibilidad de tener que volver a colgar la guitarra en el ropero, Don Emerson decidió redoblar la apuesta: seguiría apoyando a sus hijos pero deberían ir por todo. Y entonces no se fijó límites. La idea era dedicar todo el tiempo posible en el estudio y para ello no encontró mejor opción que… construir uno propio.
El tipo invirtió cien lucas verdes de aquella época, una moneda importante. Pero Don no midió gastos e hizo llevar a su campo los equipos más avanzados de la época. Junto a un establo se erigió la nueva construcción en la que los hermanos pasarían decenas de horas.
El resultado fue un disco ecléctico y notable que condensaba todas las influencias que los hermanos habían absorbido a través de la radio del tractor al que titularon «Dreamin’ Wild». Contenía temas de rock and roll, funk, soul, baladas y algo de country. La portada mostraba una fotografía de Donnie y Joe vestidos a la manera de Elvis Presley.
Una tienda de segunda mano
Mandaron a imprimir dos mil ejemplares, pero hasta allí llegaron las posibilidades de la familia Emerson. En esos años del pasado siglo era muy difícil meter en el mercado ediciones independientes. La falta de estructura comercial y publicitaria impidió que los discos entraran en las disquerías de la región. La mayoría de los vinilos terminaron en un rincón del estudio, juntando polvo.
El fracaso comercial del disco, sumado a la fuerte inversión realizada por Don Emerson para construir el estudio de sonido, afectaron las finanzas de la familia. Los compromisos bancarios obligaron a vender algunas parcelas de tierra y los hermanos debieron regresar al tractor. Los sueños de estrellato volvieron al plano onírico. Ahora sí, la guitarra volvió a estar colgada en el ropero.
Hasta que una tarde de 2008, el coleccionista Jack Fleischer entró en una disquería de segunda mano en Spokake, la ciudad más cercana a Spring Valley, y compró una copia de ese viejo disco. De a poco, el nombre de los hermanos Emerson comenzó a circular entre coleccionistas y artistas independientes.
Una luz en el altillo
Poco tiempo después, un representante del sello independiente «Light in the Attic records» llegó hasta la granja de la familia Emerson. El milagro empezaba a ocurrir cuatro décadas años más tarde. El sello radicado en Seattle, la capital del estado, reeditó Dreamin’ Wild en 2012 y la banda de granjeros entró en el ansiado olimpo de los artistas de culto.
«Hicimos Dreamin’ Wild con todo nuestro corazón, porque realmente queríamos compartir nuestra música y porque pensábamos que teníamos algo especial –reconoció Donnie en una entrevista que le dio a The Guardian–. Por supuesto que éramos inocentes sobre cómo funciona el negocio de la música, pero creo que todo ha sucedido cuando Dios ha dispuesto: Él consideró que entonces no era el momento y que es más adecuado ahora, cuando somos capaces de manejar mejor todo esto».
Su historia se hizo película de la mano de Bill Pohlad, quien anteriormente había encarado biopics de The Runaways, la banda encabezada por Joan Jett y Lita Forde. Y la de Brian Wilson, fundador y líder de los Beach Boys. Borges escribió que Dios acecha en los intervalos. Los hermanos Emerson tal vez puedan dar fe de ello.