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Crónicas al Voleo

La ruta de Salamone

La ruta de Salamone
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Saldungaray es un pequeño pueblo bonaerense con menos de 1.500 habitantes, fundado en 1861 por inmigrantes españoles. Antes de ser un pueblo fue la Posta El Sauce primero y el Fortín Pavón luego, un alto entre el Fuerte Independencia (actual Tandil) y la Fortaleza Protectora Argentina (actual Bahía Blanca), instalados por el ejército rosista en su sangrienta campaña al desierto (¿vieron que se cuentan muertos de Roca, pero nunca los de Rosas? Raro).

Es un pueblo de la región pampeana, de casas bajas y siestas largas, con gente de andar cansino y hablar pausado. El perfil de la población apenas si se destaca en la inmensidad de la infinita llanura que solamente ve interrumpida su monotonía con el perfil de la sierra de Tandil a la distancia.

Por eso el ingreso al cementerio de la localidad impacta al paseante desprevenido. El portal de ingreso al camposanto es la gran atracción del pueblo. Una gigantesca rueda de hormigón contiene una inmensa cruz de la cual sale una cabeza de Cristo con la corona de espinas. Descripto así suena un poco estremecedor. Visto en vivo es muuuuy estremecedor. Y si bien no es su obra más monumental, el portal del cementerio de Saldungaray es parte de la cultura del pueblo. Cuando alguien muere, los sandulguenses dicen que «se fue a la rueda grande».

El siciliano

La obra pertenece a Francisco Salamone nacido en Sicilia en 1897. No existen registros exactos respecto al año en que, junto a su familia, llegó a Argentina, pero se calcula que fue entre 1903 y 1906. Se recibió de Maestro Mayor de Obras en el prestigioso colegio Otto Krause de la ciudad de Buenos Aires y, tras un breve paso por la Universidad de La Plata, obtuvo los títulos de arquitecto e ingeniero civil en la Universidad Nacional de Córdoba.

No son pocas las obras de Salomone en nuestra provincia, particularmente en Villa María, donde le puso la firma al matadero municipal (una de sus especialidades), la Casa de España; las plazas Centenario e Independencia y varias obras ornamentales en el bulevar España. También es autor del edificio municipal de Las Varillas y se le atribuyen algunas casas señoriales del capitalino barrio de Nueva Córdoba y un cine en Valle Hermoso, actualmente abandonado.

En la zona sur de la ciudad de Alta Gracia, más precisamente en el barrio Oviedo, encontramos el viejo matadero municipal, en el predio del actual Instituto Agrotécnico Padre Domingo Viera. Si bien algunas fuentes ubican su construcción a principios de la década de 1930 y se la atribuyen a Salamone, estudios posteriores ponen seriamente en duda esta posibilidad (por no decir que la descartan).

A decir verdad, muchas de las obras de Salamone en Córdoba recibieron severas críticas. Algunas presentaban deficiencias y otras no fueron concluidas cuando el arquitecto se trasladó a Buenos Aires en la primera mitad de la década de 1930.

Un gobernador algo facho

Instalado en la capital bonaerense estrechó contactos con personalidades de la política de la época, especialmente con el conservador Manuel Fresco, que fue elegido gobernador en 1936, en elecciones transparentes como el alquitrán.

Admirador de Roosevelt, de Hitler y de Mussolini, Fresco decidió darle impulso a la obra pública, y para ello convocó a Salomone. En realidad se hicieron llamados a licitación que sistemáticamente eran ganadas por el arquitecto ítalo – argentino (parece que el tiempo no hubiera pasado).

Así, a lo largo de 4 años, Francisco Salamone construyó la friolera de más de 60 edificios monumentales en la provincia de Buenos Aires, todos ellos en pequeños pueblos pampeanos. La mayor parte de su trabajo consistió principalmente en tres tipos de construcciones: municipalidades, portales de cementerios y mataderos. También realizó plazas, pórticos, veredas, luminarias, mobiliario urbano y mobiliario de los palacios municipales. Durante este período solamente construyó 2 viviendas particulares.

¿Anticipó Disney?

«Al tipo lo ignoraron porque trabajó con los conservadores –le explica Alejandro Machado, un especialista en la obra de Salamone, a la escritora Josefina Licitra–. Hay que entender que era la época: en ese entonces los gobiernos querían edificaciones monumentales para marcar la presencia del Estado incluso en los lugares periféricos. Pero la etiqueta de “arquitectura fascista” que suele ponerse a los proyectos de Salamone no es cierta. El tipo no hizo más que interpretar las corrientes estéticas en boga en el mundo entero. Para algunos es gótico, para otros es cubismo checo; para otros es futurismo populista bonaerense y hasta hay un arquitecto llamado Alberto Bellucci que escribió que Salamone se anticipa al estilo iconográfico de Las Vegas y Disneylandia… O sea. Yo creo que lo suyo es simplemente “salamónico”, un estilo único en el mundo».

Casi medio centenar de localidades bonaerenses vieron levantarse edificios icónicos que se convertirían en su carta de presentación y, en muchos casos, su razón de ser. Cuando se levantaron estas moles de hormigón, especialmente los mataderos, la industria frigorífica estaba en su apogeo; y el gobernador Fresco estaba seguro que llevarían progreso a los pueblos.

En la actualidad existe una especie de «Ruta de Salamone» en la provincia de Buenos Aires que incluye una veintena de sitios donde el arquitecto dejó su impronta en los frenéticos años que trabajó para Fresco y que lo obligaba, en muchas ocasiones, a trasladarse en una avioneta que muchas veces aterrizaba en la avenida principal de los pueblos.

Todo concluye al fin…

Pero esta actividad incesante no duraría mucho más. En 1938 la provincia entró en una severa crisis económica que inició el declive de la carrera política de Fresco. Dos años después se llamó a elecciones, pero el presidente Roberto Marcelino Ortiz decidió intervenir la provincia para evitar un nuevo fraude.

Salamone se instaló en la ciudad de Buenos Aires y siguió vinculado a la obra pública, pero sin tanto protagonismo. En 1943 le iniciaron un juicio por algunos fondos cuyo destino era incierto y decidió saltar el charco e instalarse en Montevideo, para volver casi 20 años después, luego de ganar juicio al Estado por falta de pago de sus honorarios (nuestra historia es un loop constante).

Luego de décadas de ostracismo, la obra de Salamone ha sido recuperada y muchos municipios buscaron poner en valor los monumentales edificios. En 2001 sus trabajos fueron declarados «Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires» y en 2014 muchas de sus obras se clasificaron como «Monumentos Históricos Nacionales» y «Bienes de Interés Histórico y Artístico Nacionales». Francisco Salamone murió el 8 de agosto de 1959 en la ciudad de Buenos Aires.

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