Cualquier argentino, salvo excepciones puntuales, puede postularse para ocupar un cargo político. Principio fundamental para garantizar la democracia, pero… ¿sabemos a quiénes votamos?
¿Sabemos a quiénes votamos?. Es la pregunta que deberíamos hacernos cada vez que nos toca buscar una urna y sufragar.
Hay algunas certezas que tenemos cuando por ejemplo elegimos Intendente en Alta Gracia, sabemos que por el artículo 96 de nuestra Carta Orgánica el candidato debe reunir ciertos requisitos:
- Ser argentino,
- Tener 25 años al ser electo (en el caso del Intendente) o ser mayor de edad (para los concejales)
- y tener 5 años de residencia continua en la ciudad (3 para los concejales),
Sin embargo, no son datos que nos den muchas nociones de las capacidades (o incapacidades) para gobernar y dirigir el rumbo de una ciudad tan importante como la nuestra.
Es por esto que nos surge esta pregunta: ¿a quién o quiénes estamos votando?. ¿A qué se dedica el candidato en su actividad privada?. Estas, y muchas cuestiones más.
Lo primero que hay que aclarar es lo siguiente. Respetamos el principio constitucional que indica que cualquier ciudadano tiene el derecho y puede participar de los asuntos políticos para garantizar la democracia. Esto, que quede bien en claro porque si no, se ingresaría en un terreno de elitismo político propio de inicios del siglo pasado.
Pero (siempre hay un pero), hoy en día hasta para atender un kiosco (sin desmerecer el trabajo), una persona debe reunir ciertos requisitos (mínimamente debe presentar un currículum vitae con sus datos personales y antecedentes laborales si los tuviera).
Ahora bien. Los candidatos a gobernarnos en Alta Gracia (y vale para cualquier otra elección de cualquier esfera estatal), ¿cuentan con certificado de buena conducta penal?; ¿Cuál es su actividad diaria?; ¿Cómo les ha ido en esa actividad privada?. Porque los vamos a elegir para que nos representen y conduzcan los destinos de la ciudad. A la hora de tener que decidir quiénes va a representarnos, debiera haber información lo más fidedigna posible para poder así tener elementos básicos y tomar una decisión más precisa y no hacerlo en base a slogans, colores o frases armadas por publicistas. Como ciudadanos es un derecho que debemos enarbolar.
No estaría de más pensar en una democracia más abierta que permita a los electores conocer verdaderamente quienes se postulan. Si bien ello nunca nos dará la certeza absoluta de que su gestión vaya a ser buena, al menos nos permitirá escoger entre varios, a quienes consideremos más aptos para la función.
Pero hay multiplicidad de factores que hoy confluyen en que esto no suceda. Por un lado, está instalado un sistema que no promueve acercar la política a la gente. Ejemplo de esto es la falta de un debate entre los candidatos. Pero no es lo único. El desinterés instalado en la población también conspira para que sean pocos los que exponen sus condiciones ya que son menos aún los que se interesan por conocerlas.
En pocos días más se presentarán las listas y los nombres que las integran, de cara al 17 de setiembre. Casi con seguridad, como ha ocurrido tantas veces, repasarlas significará una caja de sorpresas para más de un ciudadano. La letra chica de las boletas de votación no ayudan a conocer ni antecedentes ni capacidades.
Y seguiremos pensando, preocupados y haciéndonos la pregunta inicial de este escrito. Cuando votamos, ¿realmente sabemos a quiénes votamos?