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Crónicas al Voleo

Sarmiento de Gamboa, el conquistador desafortunado

Sarmiento de Gamboa, el conquistador desafortunado
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

De pie en el puente de mando, aullando órdenes e imprecaciones a su tripulación; el rostro enfrentando el viento helado y la lluvia que caía en estocadas finas, Pedro Sarmiento de Gamboa rememoraba su infancia y juventud en la apacible ría de Pontevedra, en la lejana Galicia, donde nació y se formó su vocación de marino.

El implacable Estrecho de Magallanes expulsaba una y otra vez a los barcos de su flota en cada intento de ingresar al brazo de mar que une los océanos Atlántico y Pacífico. Empecinadamente, Sarmiento de Gamboa encaraba una y otra vez, y una y otra vez se volvían a encontrar en el punto de partida, en lo que hoy es el Cabo Vírgenes, en la provincia de Santa Cruz.

Marino al servicio de su Majestad

Ni la fecha ni el lugar de nacimiento de Pedro Sarmiento de Balboa están claros. Existe un documento oficial que indica que el tipo lanzó su primer berrido en Alcalá de Henares en 1530, pero otras fuentes aseguran que nació en Pontevedra en 1532. Si tenemos en cuenta que su familia siempre residió en el municipio gallego, esta posibilidad es la más firme.

De su vida europea es poco lo que se sabe. A los 18 años ingresó al servicio militar, permaneciendo bajo bandera entre 1550 y 1555. Una vez que le dieron la baja se embarcó hacia México, donde residió por dos años. De esta etapa se conoce solamente que tuvo algunos entredichos con la Inquisición que le valieron unos cuantos azotes y un destierro que lo depositó en Perú.

El Lima completó su formación marinera estudiando cosmografía, geografía y náutica para convertirse en notable soldado, experto marino, reputado geógrafo y aventajado perito en astronomía. Sin embargo, Sarmiento de Gamboa volvió a tener problemas con la Inquisición, esta vez acusado de hechicería por… un acusado de hechicería.

Las islas del Pacífico

Condenado una vez más al destierro, el Obispo de Lima le ofreció dejar sin efecto la pena a cambio de que participara en una expedición al Océano Pacífico. Así que en 1567, y entusiasmados con la leyenda de que navegando hacia el Este se podían encontrar islas llenas de oro, el presidente de la Real Audiencia de Lima, Lope García de Castro autorizó una expedición que fuera buscara esos territorios, los ocupara y los poblara.

La expedición partió de El Callao a fines de noviembre, al mando de Álvaro de Medaña, sobrino del presidente de la Real Audiencia de Lima que, a falta de virrey, era el que tenía la sartén por el mango. Las órdenes eran encontrar esas tierras llenas de oro, conquistarlas y poblarlas para la corona española.

Un par de meses después las dos naves llegaron a una isla que bautizaron Santa Isabel. La expedición había descubierto las Islas Salomón, archipiélago que exploraron durante seis meses sin encontrar una mísera pepita de oro; por lo que Medaña decidió volverse a Perú sin conquistar ni poblar un bledo. Pero también (se sabría después) se perdieron la oportunidad de llegar a Australia, dejándole el campo orégano a los presos británicos.

Explorar el sur

De regreso en Lima y recompuestas sus relaciones con las autoridades reales y eclesiásticas, recibió la misión de perseguir y capturar al pirata inglés Francis Drake, que andaba haciendo quilombo en la Patagonia chilena. Pero cuando las naves españolas zarparon de El Callao, Mr. Drake ya no andaba por la zona.

Sin embargo, el Virrey Francisco Álvarez de Toledo, para evitar nuevos problemas, le encomendó a Sarmiento de Gamboa que explorara el estrecho de Magallanes para poder fundar poblaciones y construir fuertes. Para conseguir la aprobación del Rey Felipe II y armar una flota acorde a las órdenes recibidas.

Un luminoso 25 de septiembre de 1581 partieron de Sanlúcar de Barrameda 23 naves con 2500 hombres a bordo. Pero la expedición no comenzó de la mejor manera: un temporal en alta mar le hundió cuatro buques y 15 días después estaba de vuelta en los muelles, esta vez en Cádiz.

Un estrecho demasiado arisco

Dos meses después arrancaba de nuevo Sarmiento de Balboa, ahora con 16 barcos. En Cabo Verde perdieron parte de la tripulación, pero por fin pudieron llegar a Río de Janeiro. En la «Cidade Maravilhosa» debieron permanecer hasta noviembre para terminar de pertrecharse y aguardar mejores condiciones climáticas en el sur. Pero el Estrecho de Magallanes les cerró las puertas y… otra vez a Río para tomar impulso.

En un nuevo intento, ahora solamente con cinco navíos, lograron llegar hasta la segunda angostura del maldito estrecho, pero las aguas volvieron a sacarlos hasta el Cabo Vírgenes (actual territorio argentino), donde –tal vez algo resignado– Sarmiento de Balboa fundó la Ciudad del Nombre de Jesús, hasta entonces la población más austral del mundo.

Homenaje al Rey

Otra vez el mal tiempo puso en peligro la flota y el navegante gallego hizo retirar cuatro de los navíos de la boca del estrecho, quedándose, junto a los poco más de 300 habitantes de la nueva urbanización, solamente con uno de los barcos. Pero al poco tiempo notó que su ciudad no podía albergar tantos habitantes, por lo que envío en la única nave disponible a 50 de los vecinos, mientras él junto a 100 más se trasladaba por tierra algo más de 400 kilómetros para fundar la ciudad Rey Don Felipe, cerca de la actual Punta Arenas. A fines de mayo de 1584 emprendió el regreso a España para buscar víveres para las poblaciones que fundó.

Con su nave ya pertrechada se dirigía de regreso al estrecho de Magallanes, pero un temporal hundió su buque a la altura de Bahía. La tripulación se salvó y el gobernador del estado brasileño le proveyó una nueva nave y más víveres. Pero una nueva tempestad lo obligó a arrojar toda la carga y volver a puerto, donde toda la tripulación desertó.

Ni una buena

Decidió volver a España en un buque mercante que fue atacado por barcos ingleses que lo tomaron prisionero. Luego de un breve período en Inglaterra fue liberado y mientras se dirigía a su patria, fue capturado por los protestantes franceses, en permanente conflicto con los católicos de aquel país. Los captores pidieron rescate al rey de España, que se negó a pagar lo que le pedían.

Mientras tanto, miles de kilómetros al sur, los habitantes de Ciudad del Rey Felipe eran visitados por el corsario inglés Thomas Cavendish, que solamente encontró a 18 pobladores. Aplicando la solidaridad de los piratas, Cavendish tomó lo que le sirvió, rebautizó el poblado como «Puerto Hambre» y se las tomó.

En el puente de mando hasta el final

En diciembre de 1589 Felipe decidió aflojar las monedas y rescatar a Sarmiento de Gamboa, que finalmente pudo regresar a su patria. Un año después era rescatado el único habitante de Puerto Hambre que quedaba con vida. Sarmiento de Gamboa continuó pidiendo ayuda y pertrechos para los habitantes de las ciudades que fundó, pero don Felipe ya tenía las reales gónadas por el piso y no lo escuchó.

Un poco en compensación por los servicios prestados a la Corona, un poco para que dejara de molestar, Felipe II lo nombró almirante de una de las Armadas encargadas de proteger las naves de la flota de Indias. Y fue en el puente de mando cuando un 17 de julio de 1592 lo sorprendió la muerte, frente a las costas portuguesas. Sus restos fueron sepultados en Lisboa. Nunca pudo volver al sur.

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