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La Educación sobre la Mesa

La Educación sobre la Mesa. Hoy: «El oficio de ser ciudadanos»

La Educación sobre la Mesa. Hoy: "El oficio de ser ciudadanos"
Por Laura Iglesias (Especial para «La Educación sobre la Mesa»)

La ciudadanía no es un fenómeno natural ni espontáneo, sino históricamente constituido. Es un proceso de construcción social que se lleva a cabo si, y solo si, se practica a sí misma. Las personas no nacemos ciudadanos ni practicamos la ciudadanía indefectiblemente. En palabras de Bárcena Orbe, “la ciudadanía es un oficio, una práctica que debe ser aprendida.Aprendida… ¿cómo?, ¿dónde?, ¿quién la enseña?, ¿para qué?

En uno de esos movimientos pendulares, que denotan el paso de tiempo, el inicio y el fin de un ciclo, hoy, se vuelve a ubicar en primer plano el valor del civismo como engranaje esencial en la construcción de una sociedad que se renueva en un constante devenir de su identidad.

La vida pública, representada en manifestaciones que denotan su deterioro, a través de un sinfín de crónicas que ilustran el abismo entre los distintos sectores sociales, que se desencuentran en el transcurrir cotidiano, hacen que la ética vuelva a ser un artículo de primera necesidad para la convivencia. Esta tendencia se manifiesta en la proliferación de títulos que se plantean el modo de entender la ciudadanía en las sociedades multiculturales, plurales y diversas, En la forma de educar en las virtudes cívicas o el modo de recuperar los hábitos indispensables para la convivencia.

Del ciudadano de Aristóteles al ciudadano cosmopolita

 Aristóteles respondía que «ser ciudadano» significaba ser titular de un poder público no limitado, permanente. Ciudadano es aquel que participa de manera estable en el poder de decisión colectiva, en el poder político. Mientras que se llama ciudadano a todo individuo que sea capaz de ser tal. Recuperando el pensamiento de la filosofía política clásica y aplicándola al concepto de ciudadano en la democracia actual, se observa la idea fundamental de que existe una estrecha relación entre la ética y la política. De manera que para educar ciudadanos responsables que se comprometan activamente en la construcción de la sociedad se requiere desarrollar la inteligencia, la voluntad y una serie de virtudes cívicas. Todas necesarias hoy más que nunca en nuestras sociedades complejas.

Abriendo un paréntesis, enfatizamos el tener presente que el mundo antiguo también estuvo construido sobre la diversidad y distaba mucho de ser homogéneo. A pesar de que algunos ingenuamente presenten el multiculturalismo de nuestras sociedades como si fuera algo nuevo. De ahí que las reflexiones de Hannah Arendt iluminen las actuales discusiones en la tarea de educar ciudadanos responsables y críticos.

Actualmente ser “CIUDADANOS” en nuestro diseño curricular

Ciudadanía y Participación, este espacio curricular tiene como principal propósito la formación ciudadana de los estudiantes y para ello promueve propuestas de enseñanza en diversos formatos que favorezcan la comprensión y la participación efectiva en el ejercicio activo y crítico de la ciudadanía.

De este modo, ofrece la oportunidad de realizar prácticas de análisis e intervención en la realidad comunitaria, ya que la experiencia es motor del aprendizaje y puede funcionar como medio para la comprensión del mundo. El compromiso ético y social de la educación escolar es la formación de hombres y mujeres que sean capaces de promover formas más justas de vivir con otros. El concepto de ciudadanía, liga al sujeto a la estructura del estado-nación y sus atributos jurídicos, al mismo tiempo que orienta el ejercicio de la participación en proyectos colectivos, en defensa de intereses propios y del conjunto.

Un proceso histórico

La constitución actual de la ciudadanía es el resultado de un proceso histórico, dentro del cual los adolescentes y jóvenes no son ya tratados por las leyes como objetos de protección, sino como sujetos de derechos. El ejercicio de sus derechos, en tanto obligaciones correlativas, debe, por lo tanto, ser transmitido no como una expectativa para la futura vida adulta, sino como una realidad que puede aplicarse a la vida en la familia, en la escuela, en el barrio, etc.

«La Ciudadanía y Participación es incompleta si en ella no entran en juego perspectivas éticas que contemplen el ejercicio dialógico y argumentativo como modo de comprender y acercar ideales de vida y sentidos de la experiencia humana. La enseñanza de la ética en relación profunda con la ciudadanía y la participación, implica incluir en las propuestas de enseñanza, actividades deliberadas que promuevan un saber actuar razonado, libre y con sentido de justicia.” (Diseño Curricular de la Provincia de Córdoba).

Reconquistar los hábitos del corazón

Los vertiginosos cambios que caracterizan este siglo hacen particularmente ineludible una ética que dé confianza y credibilidad a la vida pública. Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia, vuelve a subrayar que esta ciudadanía contemporánea exige convicciones éticas profundamente arraigadas. (Libro Ciudadanos del mundo – 1997). 

“Esta ética de mínimos, se hace cada vez más necesaria para posibilitar la convivencia y poder afrontar los problemas de nuestras sociedades multiculturales. Se trata de reconquistar esos hábitos del corazón, que no son otra cosa que la suma de disposiciones morales e intelectuales que están presentes en cada sociedad, aunque no estén recogidas en ninguna normativa. Si queremos lograr sociedades más justas, es necesario que cada uno sepa no sólo reclamar sus derechos, sino también ser capaz de responsabilizarse de aquello que le corresponde, sentirse «ob-ligado» con sus semejantes, especialmente con aquellos que no pueden esgrimir sus derechos. ¿Por qué? Sencillamente porque cada persona debe a la sociedad parte de lo que es, y porque si queremos proteger la libertad, debemos saber extenderla a todos.”

“No soy un ateniense, ni un griego, sino un ciudadano del mundo”. Sócrates, filósofo.

Que disfruten un hermoso domingo!!!.

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