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Crónicas al Voleo

La campesina y los batallones de la muerte

La campesina y los batallones de la muerte

Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Tanto en el campo de combate como afuera de él, las mujeres tuvieron un rol fundamental durante la Primera Guerra Mundial. En el frente, en general, formaron parte del cuerpo de enfermeras, en tanto que en la sociedad civil permitieron a los países en conflicto mantener su dinámica interna sin complicar el rendimiento en el frente de batalla, sino más bien facilitándolo.

El 80% de las armas del ejército británico fueron fabricadas por mujeres. Además, en Gran Bretaña reemplazaron la mano de obra masculina en los trabajos agropecuarios. Lo que permitió que la población pudiera seguir accediendo a una alimentación básica. Algo similar pasó en Alemania, fundamentalmente en la industria de material bélico. En Estados Unidos, tres millones de mujeres ingresaron en el campo laboral, principalmente en la industria armamentística, alimenticia y textil.

Only in Rusia

Tal vez el único país (o uno de los pocos) que haya involucrado a mujeres en el combate directo haya sido Rusia. En 1917 las tropas estaban evidentemente desmoralizadas. Nicolás II había abdicado en marzo de ese año, completamente esmerilado por la Revolución de Febrero –que fue en marzo–, primer paso para el triunfo de la Revolución de Octubre, que fue en noviembre (el delay de fechas responde a que en Rusia se utilizaba el calendario juliano, en tanto que en occidente estaba vigente el gregoriano).

El gobierno provisional que había reemplazado al Zar decidió crear un Batallón de Mujeres. La idea era levantar la moral de las tropas apelando a su orgullo masculino (machismo, bah). Se crearon unas quince unidades, de las cuales las más destacadas fueron el Primer Batallón de la muerte de mujeres rusas, el Primer Batallón de mujeres de Petrogrado, el Segundo Batallón de la muerte de mujeres de Moscú, el Tercer Batallón de choque de mujeres de Kubán y el Primer Destacamento naval de mujeres.

La chica de Nikólskoie

El origen de estos batallones de mujeres hay que buscarlo en la iniciativa de María Leontievna Bochkareva, una campesina que, huyendo de dos matrimonios tortuosos, se unió al Ejército Imperial cuando, en 1914, estalló la Gran Guerra. Para ello tuvo que conseguir un permiso del propio Zar. Inmediatamente fue destinada al destacamento de Polotsk, al norte de Bielorrusia.

Bochkareva había nacido en Nikólskoie, una aldea cerca de San Petesburgo, en 1889. Con16 años contrajo matrimonio con Afanasi Bochkariov y se mudaron a Siberia para trabajar como obreros. Cuando llegaron los maltratos y los abusos, María abandonó a Afanasi y comenzó una relación con Yákov Buk. Luego de un par de mudanzas María volvió a ser maltratada y decidió pedir su incorporación al ejército. En el campo de batalla dio muestras de valor, heroísmo y don de mando, además de recibir algunas heridas. Todo esto le valió un par de condecoraciones y el ascenso al grado de oficial.

Fue María Bochkareva quien propuso al gobierno provisional la creación de los batallones de mujeres que, según su punto de vista, solucionaría el problema de moral del Ejército. Estaba convencida que sería vergonzoso para los soldados hombres y los motivaría a renovar el esfuerzo de guerra. La propuesta fue aprobada por el alto mando y Bochkareva fue designada al frente de la unidad.

Desequilibrio social y un marimacho

La iniciativa despertó resquemor y puso en el tapete prejuicios propios de la época.  Esto se refleja en las palabras que Sofía Casanova, primera corresponsal de guerra de España, escribió para el ABC: «Han ingresado en los hospitales, traídas desde el frente de Dwinsk, al suroeste de Letonia, las mujeres del recién formado Batallón femenino de la Muerte. Salieron doscientas hace un par de semanas, yo misma las vi marchar con amargura. Solo un acto de desequilibrio social puede poner las armas de un soldado en manos de mujeres para instruirlas y conducirlas a las líneas de fuego con el fin de que se batan como hombres».

Sin embargo, la propia cronista en ese histórico texto publicado el viernes 31 de agosto de 1917, destacaba el valor de estas mujeres: «Combatieron con arrojo, dando ejemplo a los cobardes camaradas. Pero de las 200, solo 50 han quedado en las trincheras. La jefa, la comandanta, un marimacho que se llama María Bochkariova, ha resultado herida en el pecho. Con ella están en el hospital su ayudanta, muy grave, y diez voluntarias más del batallón, heridas o con lesiones internas. Las mujeres se quejan de que sus compañeros las reciban con chirigotas en todas partes, pero de que, en las posiciones, se vayan de sus fosos y las dejen solas bajo el fuego. Cuentan y no acaban las que pueden hablar de sus proezas, de los cientos de prisioneros que hicieron y de que las mujeres-soldado salvarán Rusia».

Dos frentes activos

Pero, a pesar del valor puesto en evidencia por los batallones femeninos en combate, la moral de las tropas masculinas, desgastadas por más de tres años de una guerra brutal, seguía por el suelo. Ante esto, algunos miembros de las Fuerzas Armadas comenzaron a cuestionar la utilidad de las unidades femeninas y el gobierno tuvo cada vez más problemas para justificar su permanencia. En agosto de 1917 comenzó la disolución de estas unidades. No obstante, numerosas mujeres solicitaron, y obtuvieron, el traslado al frente de batalla.

Todo esto ocurría mientras avanzaba la revolución bolchevique que, finalmente, se impondría el 8 de noviembre. El nuevo gobierno pretendió reubicar a los batallones femeninos en tareas auxiliares como la vigilancia de los ferrocarriles, pero se encontraron con la firme negativa de los hombres que desarrollaban esos trabajos ante la posibilidad de ser ellos los que terminaran en el frente de batalla. En ruso, cagón se dice дерьмо.

La disolución de los escuadrones de mujeres fue acompañada por una feroz campaña de desprestigio orquestada por el gobierno bolchevique. Los comunistas las acusaron de traidoras a la revolución basándose en que las unidades habían sido por el burgués gobierno provisional. La propaganda oficial se empeñó en difundir la imagen de que eran unas cobardes y pronto comenzaron a ser relegadas hasta que los batallones fueron un recuerdo.

Detenida, exiliada y fusilada

María Bochkariova fue detenida a principios de 1918 en Petrogrado y estuvo a punto de ser fusilada. Un excompañero de armas convenció a los bolcheviques de dejar sin efecto la ejecución a cambio del exilio. Primero fue enviada a Vladivostok y luego se le entregó un pasaporte para que pudiera embarcarse rumbo a Estados Unidos, donde publicó sus memorias. Poco después obtuvo fondos del gobierno británico para volver a Rusia. Intentó crear un batallón al servicio del ejército blanco, que enfrentaba al rojo, pero los bolcheviques volvieron a capturarla.

La juzgaron y condenaron por ser culpable de ser un «enemigo del pueblo» y esta vez no pudo volver a esquivar a la huesuda. Fue fusilada en 1920. Recién cuando implosionó la URSS su memoria fue rehabilitada y su heroico aporte a Rusia reconocido.

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