Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)
Probablemente, Donna Douglas haya sido la figura pública más famosa nacida en Baton Rouge. Una ciudad de poco más de 200 mil habitantes ubicada a unos 130 kilómetros al noroeste de Nueva Orleans, en el Estado de Luisiana, en Estados Unidos.
Pero a esta altura del siglo XXI es necesario explicar que Donna era la rubia actriz que interpretaba a Elly May Clampett, la hija menor de la serie «Los Beverly ricos» (que en Argentina se emitió hasta principio de los ochentas) y que estaba más buena que comer dulce de leche con el dedo (Ely May, pero la serie era muy divertida). Fuera de contexto (o no tanto), en la emisión, original de la CBS, hacía un pequeño papel Sharon Tate, la bellísima esposa de Roman Polanski, víctima fatal de la locura criminal de Charles Mason y su secta conocida como «La Familia».
Sin embargo, la estrella de Donna empezó a declinar cuando Stephanie Clifford comenzó a ganar fama mundial. Steffy también es actriz, también es rubia y también está buena, pero su rubro no es la comedia costumbrista, sino el porno puro y duro.
Periodista, telefonista y stripper
Hija de padres divorciados y criada por su madre, Steffy, que había nacido en 1979, cursó estudios en el Scotlandville Magnet High School. Allí llegó a ser editora del periódico escolar, tarea que la entusiasmó a punto tal que consideró la posibilidad de dedicarse al periodismo. Pero también le gustaban los caballos y su primer trabajo fue como telefonista de un establo. El segundo, cuando tenía 17 años, fue de stripper en un club nocturno de Geismar. un suburbio de Baton Rouge.
Luego de eso fue «animadora» del Continental Theatrical Agency, un club nocturno de St. Petesburgo (Florida). Famoso por presentar bailarinas que inician su show con poca ropa y lo terminan sin ninguna prenda. O sea, como cualquier otro.
De ahí a la industria del cine porno hubo un paso. Fue entonces cuando Steffy adoptó el nombre de Stormy Daniels. Stormy por el nombre de la hija de Nikki Syxx, bajista de la banda californiana Mötley Crüe, de la que era fanática. Y Daniels por el gran bourbon americano (https://www.altagracianoticias.com/el-whisky-mas-famoso-del-mundo/).
La industria de las tres equis
Filmó su primera película en el 2000, se llama «Big Busted Goddesses of Las Vegas» (algo así como «Diosas tetonas de Las Vegas») para el sello Napali Video y desde entonces ha aparecido en casi 200 filmes, obteniendo una veintena de premios otorgados por la industria del cine XXX.
Pero la vida de Stormy cambió para siempre en 2006, cuando, en un torneo de golf de celebridades cerca del lago Tahoe, en el límite entre los estados de California y Nevada, se cruzó con exitoso empresario inmobiliario. Empresario que –por ese entonces– era participante en un popular reality show. Aunque para muchos era conocido por su fugaz aparición en la película «Mi pobre angelito 2». El empresario, que no era otro que Donald Trump, y que entonces no imaginaba que sería presidente de Estados Unidos (aunque había hecho alguna campaña, más para promocionarse que otra cosa), tenía 60 años y la actriz 27.
Según cuenta Stormy en sus memorias de 2018, ambos coincidieron en el stand de la productora de la actriz, Wicked Pictures, de la que –suponemos– Donald era fan. Allí conversaron y él la invitó a cenar en su penthouse del Harrah’s Lake Tahoe. Allí, entre platos gourmet, copas de champagne caro y promesas de trabajo en la televisión en las que debería permanecer con la ropa puesta, terminaron en la cama.
Promesas sobre el colchón
Después de aquella noche, Trump la llamó unas cuantas veces más, pero nunca cumplió ninguna de sus promesas, razón por la cual Stormy dejó de atenderlo. Pero las cosas no quedarían allí, la historia no hacía más que empezar.
Cuando en 2011 Trump comenzó a construir seriamente su camino a la Casa Blanca, apoyado en una usina de fake news e inaugurando una nueva (y más sucia) manera de hacer política, la Daniels empezó a pergeñar su venganza.
A cambio de 15 lucas verdes le concedió una entrevista a la revista farandulesca Life & Style. Allí le dijo al reportero que creía que la oferta de Trump de convertirla en concursante había sido una mentira. Según una transcripción que apareció después en internet: «¿Crees que solo fue para impresionarte, para intentar acostarse contigo?», preguntó el periodista, perspicaz. «Sí –respondió Daniels–, y supongo que funcionó», contestó ella, sagaz.
Cuando la revista pretendió darle el derecho a réplica al empresario del polémico peinado, se les cruzó el abogado del magnate que les metió un apretadón que los editores decidieron borrar el reportaje, no pagarle un mango a Daniels y cambiarse los calzoncillos.
Donald se resfría
Eventualmente la historia de la actriz apareció en medios digitales de poca monta, pero los peces gordos no picaban. No cejó en su empreño Stormy. Más aun cuando otra modelo, en este caso Karen McDougal, ex conejita de Play Boy en 1998, declaró haber tenido algunos revolcones con Trump desde 2006. Según Karen, pasaron tiempo juntos en el bulín de la Torre Trump y en el mismo torneo de golf donde conoció a Daniels.
Todo cambiaría en 2016. Por ese entonces Trump estaba encaminado en una nueva campaña presidencial, la que finalmente terminaría consagrándolo como el 45º presidente de los Estados Unidos. El 7 de octubre de ese año, un mes antes de las elecciones, el Washington Post publicó lo que se conocería como la cinta «Access Hollywood». En ella Trump, sin darse cuenta de que el micrófono estaba encendido, describió, lasciva y detalladamente, su técnica para manosear mujeres.
En ese momento el precio la historia de Stromy se fue a las nubes. Recibió numerosas ofertas para publicarla, pero ella y su representante fueron cautos y pacientes. Hasta que llegó el pez gordo. Finalmente el abogado de Trump se comunicó y le ofreció 130.000 caras grande para que la rubia guardara silencio. Stormy firmó el contrato sobre el capó de su auto antes de comenzar a filmar Taken, una nueva película de Wicked Pictures.
Expresidente imputado, como aquí
Finalmente Trump fue elegido presidente y en los últimos años le fueron cayendo denuncias que hacen parecer el affaire con la actriz como una anécdota de sobremesa. Y lo que activó la cascada de fichas de dominó fue la denuncia de que Donald le pagó el silencio a Stormy con dinero de la campaña. Qué raro que son en Estados Unidos.
Actualmente Trump es nuevamente candidato presidencial, y al mismo tiempo es el primer expresidente de Estados Unidos imputado por 34 cargos de «falsedad documental» que podrían llevarlo a la cárcel. Para el hombre de la discutible organización capilar, el silencio de la actriz porno resultó mucho más caro que sus gemidos.