AG Noticias
Crónicas al Voleo

El Dorado del fútbol

El Dorado del fútbol
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

De acuerdo con la leyenda que le quitó el sueño a decenas de aventureros en siglo XVI, El Dorado era una ciudad hecha totalmente de oro ubicada en algún lugar del antiguo Virreinato de Nueva Granada (conformado por los actuales territorios de Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá). Nunca nadie la encontró. Tal vez porque no existía.

Pero el mito pareció renacer algunos centenios después. En la década de 1940 el fútbol colombiano comenzó a ingresar en el profesionalismo. Este proceso provocó numerosos conflictos entre las asociaciones regionales, la Asociación Colombiana y los clubes, sobre todos los que ostentaban un mayor poderío económico.

Afuera de la FIFA

Hacia el final de ese decenio, más precisamente en 1948, nació la División Mayor del Fútbol Colombiano (Dimayor), una organización dependiente de la Asociación que se encargaría de organizar los certámenes profesionales. Lejos de apaciguar los ánimos, este organismo agregó algunos chorros de combustible a la fogata. Todo ello combinado con grandes cantidades de dinero que algunos clubes empezaban a ostentar.

El conflicto entre la Asociación y la Dimayor escaló al punto tal que la FIFA resolvió desafiliar a Colombia. Esta situación dejó afuera al país cafetero de todas las regulaciones económicas impuestas por el ente mundial para armonizar las relaciones entre las federaciones de todo el mundo. Una especie de piedra libre para la contratación de jugadores de distintas naciones sin ninguna limitación.

Adolfo Pedernera
La huelga en Argentina

Por esa misma época, en Argentina los futbolistas profesionales iniciaban una prolongada huelga que se extendería desde fines de octubre de 1948 hasta abril de 1949. Los jugadores reclamaban la eliminación del tope salarial para los jugadores de primera división, pago de sueldo para las categorías de ascenso y desterrar la práctica de los dirigentes, que a mitad de temporada dejaban de pagarle a quienes no se destacaban.

La medida de fuerza trajo aparejado un importante éxodo de grandes figuras, que de alguna manera fueron proscriptos por AFA y el gobierno. Se anunció el regreso del fútbol amateur, aunque la bravata dirigencial no duró mucho. Al público no le interesaba pagar una entrada para ver jugadores desconocidos y encuentros deslucidos y las tribunas vacías fueron reflejo de ese desinterés.

Afuera de Suiza

La sangría de los principales futbolistas decidió al gobierno a no participar del Sudamericano del 49 ni del Mundial del 50, ambos a disputarse en Brasil. Se esgrimieron diversas razones, pero el semanario oficialista Mundo Deportivo cantó la posta: «Colombia fue la verdadera razón. Los motivos son varios pero la razón es esta. Un país con la tradición deportiva de la Argentina no podría comparecer en certámenes de carácter mundial con un equipo de segunda o tercera categoría. Casi el verdadero seleccionado está en Bogotá».

Por su parte, el historiador del fútbol colombiano Guillermo Ruiz Bonilla lo sintetiza en una entrevista al diario El Espectador: «La huelga en Argentina consistía en que la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) quería que todos los jugadores se ganaran el mismo salario. Eso facilitó que los deportistas quisieran venir a ganar más plata. Nosotros teníamos una liga pirata y era fácil venir. Había jugadores en Santa Fe, Millonarios, Bucaramanga, Cali y Medellín, entre otros».

Schubert Gambetta
Una constelación en Colombia

Mientras tanto, a Colombia no dejaban de arribar estrellas de toda Sudamérica, lo que provocaba el reclamo de todas las federaciones del continente. En 1949 se desempeñaron en el certamen mayor del fútbol colombiano la friolera de 109 jugadores extranjeros, de los cuales más de la mitad eran argentinos. Adolfo Pedernera, Alfredo Di Stéfano, Néstor Raúl Rossi, Mario Fernández, Ángel Perucca, René Pontoni y Héctor Rial.

Independiente Medellín conformó un equipo que contaba en su nómina a doce peruanos, entre ellos Roberto «Tito» Drago y Segundo «Titina» Castillo. Junior de Barranquilla contrató estrellas brasileñas como Tim y Heleno de Freitas, y en 1952 incorporó a los húngaros Wladislaw Zsoke, Imre Danko, Béla Sárosi y Fernes Neyrs. Eran épocas en las que se gestaba el inolvidable seleccionado de Hungría, los  «magníficos magiares» que fueron subcampeones en  Suiza ’54.

Segundo Castillo

El Deportivo Cúcuta fichó a casi una veintena de uruguayos, entre ellos Julio Terra, Alcides Mañay, Juan José Tulic, Dardo Acuña, Lauro Rodríguez y Washington Barrios. En 1951 sumaron a los campeones mundiales Schubert Gambetta y Eusebio Tejera.

El Pacto de Lima

Pero con el tiempo muchos empezaron a notar que no todo era tan ideal como creían. Como ya se dijo, FIFA había expulsado a Colombia por apañar una «liga pirata» y los jugadores tenían grandes problemas si pretendían ir a jugar a otro país o integrar sus selecciones. Además, los equipos nacionales colombianos no podían participar en ninguna competencia oficial.

Los dirigentes de las federaciones afectadas mantuvieron numerosas reuniones hasta arribar, en 1951, al Pacto de Lima, con el cual se garantizó el regreso de Colombia al ente rector del fútbol mundial bajo la condición de que los jugadores internacionales en Colombia regresaran a sus ligas de origen en 1954. Asimismo se acordó que los clubes colombianos debieran pagar indemnizaciones a clubes de donde era originarios los futbolistas.

Un sueño termina, otro comienza

La transferencia de Alfredo Di Stéfano al Real Madrid en 1953, por la nada depreciable suma de cien lucas verdes, marcó el fin de una época de oro en el fútbol colombiano. Con Millonarios, ‘La saeta rubia’ jugó 294 partidos, marcó 267 goles y ganó cinco ligas de las cinco que se disputaron en este periodo.

Alfredo Distéfano

El Dorado volvía a ser leyenda. Culminaba una etapa brillante y fugaz que pobló los campos de juegos de estrellas internacionales y que privó de esas estrellas a sus países de origen. Pero también tuvo como consecuencia el desinterés en la formación de nuevos futbolistas. Todos los recursos se destinaban a la contratación de jugadores de fama y cuando estos finalmente emigraron, abajo había muy poco y estaba todo por hacer.

Con los años la taba se dio vuelta y Colombia, a fuerza de talento natural y el aporte de entrenadores que alentaron la formación de divisiones juveniles (imposible no citar a Carlos Bilardo y a José Pekerman), se dedica a nutrir a las principales ligas del mundo de grandes estrellas que llenaron de prestigio el fútbol colombiano en las últimas décadas.

nakasone