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¿Vos cómo lo ves?

¿Vos cómo lo ves?. Hoy: «Madres-Hijas: Ese vínculo tan  pasional»

¿Vos cómo lo ves?. Hoy: "Madres-Hijas: Ese vínculo tan  pasional"
Lic. Patricia Orofino (*) Psicopedagoga Psicoterapeuta Familiar Mat. 5108-76

Cuando pensé en escribir acerca de este tema imaginé que tal vez podía generar diversas opiniones contradictorias relacionadas a las vivencias personales, ya que se trata de una relación que no es tan simple de definir.

Como hija de mi madre y a la vez madre de mis hijas, diría que es un vínculo que oscila en los extremos; amor-enojos; empatía-desencuentros; admiración-rechazo; cercanía-lejanía.

Así como sucede con en el niño, el vínculo madre-hija es la primera relación de amor que siente con su madre; siendo ésta una conexión de amor y ternura, inclusive desde el momento de la gestación.

El timbre de voz, los latidos del corazón y toda la atención de la madre durante el embarazo, son sentimientos percibidos y compartidos por la hija y así continuarán por algún tiempo.

De esta manera, se convierte en una relación simbiótica de dependencia madre-hija. Hay una conexión entre ambas; lo que le pasa a una, repercute en la otra.

Investigadores de la Universidad de Stanford descubrieron que el volumen de materia gris en el cerebro, era bastante similar en algunas áreas relacionadas con las emociones, entre madres e hijas. Es decir, que nuestros circuitos emocionales se parecen mucho al de nuestras madres.

Sin embargo esas similitudes no son garantía de una fluidez en las relaciones.

Estas similitudes y a la vez ambivalencias, están marcadas por una elevada intensidad emocional en la que se manifiestan al mismo tiempo la unión y el apego, con la necesidad de distancia y autonomía.

Más adelante, el vínculo va pasando por diferentes etapas y esa simbiosis cambia a partir de los cinco años, en que la niña ve a su  madre como referente para construir su propia identidad femenina.

Hasta ese momento la madre lo es todo, es el espejo en el que se mira y el modelo con el que se identifica.

Ya en la adolescencia las niñas comienzan a percibir los cambios en su cuerpo; éstos las obligan a asumir un cuerpo sexual que indica que se está convirtiendo en una mujer.

Es una época muy difícil ya que tiene que enfrentar el duelo de abandonar su cuerpo infantil con todo lo que ello conlleva a nivel psicológico.

¿Qué sucede si la madre la sigue tratando como niña?

Esa forma de relacionarse con la adolescente, en base a reprimendas, reproches y penitencias, como si aún fuera una niña, genera una gran rebeldía y discusiones sin fin. Se suman a esto los cambios de carácter, propios de la etapa evolutiva, trayendo como consecuencia críticas a la madre, rechazo de los abrazos, distancia, etc

Si en la vida adulta la hija continúa sintiendo que su madre la saca de quicio y repitiendo discusiones obteniendo  las mismas respuestas de hace años, quizás se deba a que no ha podido resolver los conflictos de la adolescencia.  Y esto puede suceder a pesar de que ella tenga una vida exitosa y sea capaz de mantener buenas relaciones interpersonales con los demás.

¿Cómo vive la madre estos cambios?

También para ella es un tiempo difícil  ya que se enfrenta al paso del tiempo y tiene que cambiar su modo de tratar a esta hija, que se está convirtiendo en una mujer. Puede ocurrir que si la madre aún está ligada a su aspecto más infantil, cuando ve que su hija es más linda, más joven y que tiene todo por delante, establezca una competencia  que en verdad, no sería saludable para ninguna de las dos.

En este vínculo tan intenso, lo complejo también es cuando la madre ve en su hija su propio reflejo. Para vivir a través de ella lo que no logró realizar en su momento. Existe en la madre el deseo de que su hija llene los vacíos de sus desilusiones o fracasos.

Ahora bien, si hablamos de una madre que asumió su adultez, es esperable que favorezca y acompañe el crecimiento de su hija.

De toda forma, un modelo tradicional de familia, no garantiza la salud mental de los hijos.

¿Qué se  transmite en éste vínculo?

Cuando uno tiene una hija piensa que no cometerá los mismos errores que su propia madre cometió con ella. Sin embargo, debemos recordar que estamos influenciadas por el legado de nuestros ancestros… abuela, bisabuela… que a través del tiempo nos han ido transmitiendo de generación en generación creencias, estilos de educación, crianza, etc.

Si uno tuvo una mala experiencia con su propia madre, tenderá a repetir con su hija en forma inconsciente, alguno de los aspectos conflictivos de aquella relación.  

¿Se puede mejorar la relación madre-hija?

Es algo complejo responder a esa pregunta con absoluta certeza.

Un escenario posible es que cuando nos descubrimos haciendo aquello que en aquel momento nos ha parecido censurable en nuestra madre, podamos comprender mejor lo que había detrás de aquel comportamiento.

Entender que la madre tiene una historia detrás y que sin necesidad de justificar ni juzgar sus errores, sí se pueda tener una mirada de empatía hacia ella.

A veces proyectamos sobre los demás, nuestras propias sombras. Les atribuimos a los otros sentimientos, deseos, impulsos que no reconocemos como propios pues de hacerlo, alteraría la imagen que tenemos de nosotros mismos.

Así sucede cuando nos enojamos y reprochamos las acciones y emociones de nuestra madre que, en realidad estos sentimientos también nos pertenecen, pero no queremos aceptarlo.

La madre entonces, funciona como espejo devolviéndonos un reflejo que no queremos reconocer y por ende esto genera un rechazo hacia ella.

Es más factible pensar que cuando la hija haya experimentado las vicisitudes que inevitablemente se presentarán en la crianza de sus propios hijos, pueda aceptar que su madre hizo lo mejor que pudo. Y que tomó las decisiones que en su momento consideró las menos conflictivas ante un posible escenario adverso para su hija.

Se trata de aceptar las limitaciones o formas de ser de la otra persona, sin esperar que se ajuste al ideal que tenemos. Si no se toman las cosas de forma tan personal, puede mejorar mucho la relación.

Para esa aceptación es importante el paso del tiempo y la distancia que permitirá alcanzar la madurez necesaria, para estar en condiciones de producirse entre ambas el perdón y la reparación.

¡Cuando ese momento se logra,  es de una gran plenitud y unión!

                                                                                                     ¡Que tengan una linda semana!

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