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Oscar Salas: un artista completo, un todoterreno de la cultura

Oscar Salas: un artista completo, un todoterreno de la cultura

Hablar con el flaco Oscar Salas es siempre un placer. Y que nos cuente su historia de vida profesional, es interesantísimo. Persona – personaje, Oscar es un tipo como uno, pero con talentos que nos encantaría poseer. Hablando con él, nos vamos dando cuenta que tiene mucho por compartir.

Cuenta Oscar Salas: “Eramos adolescentes y no sabíamos dónde iba a terminar ni nuestras vidas ni nuestros sueños. Tiempos en que cargábamos una guitarra o una batería y terminábamos tocando y cantando a orillas del río en La Bolsa. Con un montón de inquietudes…”, comienza recordando Oscar.

“Mis comienzos a sacar para afuera las cosas que estaban latentes fue con la llegada de la Democracia, cuando se empezaron a hacer cosas en la calle. Conocí a Eli Eichemberger a quien le mostré lo que había escrito. Ella las convirtió en obras de teatro y más tarde lo llevé a libros. Fue cuando empecé a descubrir que podía ser escritor y también dibujante. Empecé a hacer humor gráfico, porque empecé a publicar en la Hortensia. También músico…”

Junto a Eli Eichemberger y al Negro Morardo, haciendo «El Desenredador» en plaza Solares.
Creo mucho en las causalidades más que en las casualidades… y en tu caso, tuvo mucho que ver eso de mamar arte desde muy chico…

De chico, el estímulo fue el tiempo que mi viejo vivió en mi casa y que yo lo veía dibujar. Y claro, lo primero que se me metió fue la pasión por el dibujo. También la música, con mis tíos que tocaban el banjo, la viola o el violín y escuchaban fox trot o jazz. Se juntaban los domingos a la tarde debajo de un nogal, mientras mi abuela cebaba mate. Tocaban y era un espectáculo verlos marcar el compás con los pies. Mi viejo tocaba la maraca y además hacía percusión con los dedos en la mesa con un sentido del ritmo impresionante. Creo que todo eso influyó. Yo siento que no elegí mi camino, sino que estos estímulos me fueron formando y luego los fui desarrollando hasta convertirme en un profesional de lo que hago.

¿Sos consciente que laburaste en la Hortensia, la más importante revista que ha tenido Córdoba?

Creo que hay momentos clave en la vida de cada uno. Uno se cruza con gente muy generosa. A mí me pasó eso. Mi papá era amigo del Gordo Cognini, director de la revista. Mi viejo, que vio que tenía mano me propuso que le llevara algunos dibujos. Fuimos a su casa, nos atendió con mucho afecto y cuando los vio me explicó de la técnica de los dibujos de humor de la Hortensia, donde ya había tipos consagrados como Crist, Peiró, Ortiz, Fontanarrosa. Sus dibujos salían en un tamaño grande. Cognini me dijo, “arreglá la proporción de los dibujos y los textos, limpialos, corregilos y traelos que los vamos a publicar”.

Ahí nomás, agarró una hoja de papel, un fibrón y en tres rayas me hizo un vaquero. Me deprimí porque pensé “nunca voy a poder dibujar como este tipo”, volví a casa medio bajoneado luego de verlo dibujar, pero le hice caso. Hice las correcciones que me dijo y finalmente los publicaron. Eran chiquitos, del tamaño de una estampilla… pero los habían publicado!

Eras más joven…

Creo que el tipo me vio futuro. Yo tenía 19 o 20 años… Y el día que salieron publicados, salí corriendo al kiosco a comprarla y quería mostrarla a todo el barrio. Salía nada menos que en la Hortensia!

¿Cómo aprendiste a dibujar?

Por ese entonces no había escuelas de humor gráfico. Los que recién empezábamos, le afanábamos un poco a los ya consagrados. Una nariz a Fontanarrosa, una mano a Quino… y con el tiempo vas haciendo, sin darte cuenta y con mucho laburo, un estilo propio. Con el tiempo, logré que la gente cuando me ve dibujar, tenga la misma sensación que tuve yo cuando vi a Cognini hacer un dibujo con tres rayas. Volviendo al tema de las causalidades, el Gordo fue un tipo que me dio una gran mano para arrancar.

Y, pero también hubo mucho sacrificio de tu parte

Invertí mucho tiempo en eso. Si habré pasado noches enteras escuchando radio y dibujando… Y cuando conocí a Eli, y hacíamos teatro, ocurrió lo mismo con la escritura. El primer libro lo llevamos al teatro y ya “El Desenredador de Estrellas” lleva ediciones desde el año 1985.

¿Cuántas ediciones ya?

Y, mirá. Desde el 85 a esta parte calculá los años que han pasado hasta ahora, y un promedio de 1.000 ejemplares por año publicados. Y hoy lo siguen usando en las escuelas. Sacá la cuenta de la cantidad de chicos que los han leído y han aprendido a leer con él…

Y luego, ¿cuántos libros más?

Luego del éxito del Desenredador, me encargaron otro libro y escribí “El día que las abuelas perdieron la memoria” que se convirtió también en un éxito editorial tremendo. Con esos dos libros editados fue cuando sentí que era escritor y me di cuenta que tenía un camino abierto. Luego vinieron diez o doce libros más, además de algunos que están terminados y esperan tiempos mejores para ser publicados. Son poesías para chicos, cuentos, una novela totalmente ilustrada…

Me gusta lo de la novela ilustrada…

Hace unos años publiqué “El Talismán de la Bruja” que se agotó. Luego de dos años de haberlo escrito lo leí y me quedé muy inconforme. Lindo argumento, pero me di cuenta que podía haberlo escrito mejor. Me dije que la historia se merecía una segunda oportunidad. Me tomé tres años para releerla y reescribirla y ahora leo lo que salió de ahí y siento que cumplí lo que me propuse.

También un escritor se va puliendo… En qué rol te sentís más cómodo ¿escritor? ¿Humorista?, ¿músico?

Todo tiene que ver con todo. Cuando escribo o dibujo, es un trabajo que hago en soledad. El escritor o el dibujante labura solo pero sin saber cómo lo va a recibir la gente. Luego, cuando me invitan a las escuelas y doy un taller (en su momento lo hice con Santi Ortiz y ahora con Pamela Merchán), ahí elaborás el taller con los textos que armaste, y te das cuenta del retorno, de la devolución. De lo que genera lo que escribiste. Y esa parte, la del músico, me divierte, la disfruto muchísimo. La música para mí es desestresante. Si bien dibujar y escribir me causa mucho placer, y está relacionado con mi profesión, hacer música es como liberador. Es la ventana que se abre para el disfrute puro. Igual que los talleres, por cierto.

Con Santi Ortiz, un recuerdo imborrable de años de amistad y compañerismo.
Y el público infantil es genial…

El público infantil es el más sincero que existe. Ellos no pilotean nada. Si se aburren, bostezan y enseguida empieza el bardo, pero si los enganchaste de entrada, no vuela una mosca y el nivel de disfrute es tremendo. Y lo bueno es que también disfrutan los padres.

Contame quiénes son Joe y Billy Pocaspulgas

(Risas) Tengo un nuevo libro que está en la compu esperando ir a la imprenta. Se llama “Capitán Chatarra, viajero del tiempo”. Es de un loco inventor que inventó una máquina para viajar por el tiempo y va a distintos momentos icónicos en la historia del mundo. Por ejemplo, cuando se está construyendo el Arca de Noe, o cuando Colón llega a América. Y cada doble página incluye un juego. Me saqué todas las ganas de dibujar que tenía. Es muy interactivo, propone juegos y participación para los lectores a través de muchísimos dibujos. Joe y Billy Pocaspulgas son dos personajes que encuentra en una de sus historias por el tiempo.

A todos nos pasa en la profesión, que ha habido personas realmente importantes en sus carreras. ¿En la tuya a quiénes nombrarías?

En primer lugar, al Gordo Gognini que me abrió las puertas de la Hortensia. A la primera gente que editó mi “Desenredador de Estrellas”, que confió en mi propuesta. Hay muchas personas que me ha guiado sin saberlo; al mismo Fontanarrosa, cuando dibujé las últimas tiras de Inodoro Pereyra. El Santi Ortiz en lo musical, con quien tuvimos una química tan grande…Ya tocábamos juntos cuando él tenía apenas 13 años. Un fenómeno. Y mucha gente que me ha marcado con su literatura, con sus dibujos, gente a la que admiro mucho. En el caso de Fontaranarrosa, que llegó en un momento en que yo pensaba que de dibujo la sabía, lunga… al lado de ese tipo es imposible no aprender.

Dicho sea de paso, ¿Cómo llegó?

Totalmente caído del cielo. Una noche me llama Crist, que era muy amigo de Fontanarrosa y me cuenta lo que le pasaba, la enfermedad que tenía y que no podía dibujar más y que en dos semanas tenían que aparecer las tiras en la revista Viva, de Clarín. “Flaco, vos vas a dibujar las tiras de Inodoro y yo los chistes unitarios, también con guiones de él”, me dijo. “Vos estás en pedo”, le dije. Pero me insistió y me pidió que le hiciera unos dibujos de Inodoro Pereyra para que se los llevara a Rosario. A la vuelta, lo veo a Crist y me dijo: “Esto te lo manda Fontanarrosa”.

El negro me sugería que el Inodoro era más un humanoide que un personaje infantil como lo hacía yo. En base a eso le preparé otros dibujos y me dio el OK para empezar. Los martes llegaban los guiones y los devolvía los jueves. Los pintaban en Rosario donde también le agregaban los textos en una computadora. Era increíble cuando me llegaban los guiones los martes. Algo maravilloso e impresionante cómo ese tipo podía prescindir de los dibujos para hacerte cagar de risa. Era puro talento. Y así empezaron una serie de cosas entre él y yo.

Dibujando a Inodoro (Foto La Voz del Interior)
Me dijiste que no tuviste escuela, pero de algún lado aprendiste a dibujar…

Yo aprendí a dibujar copiando los dibujos de Walt Disney, por eso arrastro algunos vicios como dibujar personas con cuatro dedos. “Oscar, Inodoro tiene cinco dedos”,  me dijo Fontanarrosa.  Y me dijo “quiero que te diviertas, quiero que crees tu propio Inodoro, si querés”, algo que no me hubiera atrevido, porque era una marca registrada. Yo traté de copiar cada detalle de los dibujos del Negro. No era cualquier cosa, porque era muy puntilloso. Después que salió la primera tira, me llamaron de una radio de Rosario. Querían saber quién era este cordobés que osaba dibujar los guiones de Fontanarrosa. Me preguntaron: “¿cuándo salen las primeras tiras con tus dibujos?”, y les hice ver que habían salido el domingo anterior. Fue una señal de que el laburo estaba bien hecho.

Además, Fontanarrosa me alentaba a que siguiera adelante, y que metiera mi mano en los personajes secundarios. “Veo que saludablemente le estás perdiendo el respeto a la línea”, me decía.

Sos un tipo que disfruta de lo que hace…

Y, mirá, si no disfrutás y no le ponés pasión, mejor dedicate a otra cosa. La pasión es una cosa que se transmite y la gente se da cuenta. Además, se plasma en tu trabajo. Siempre fui un apasionado en todo lo que hice. Comic que pasaba por mis manos, me los comía. Admiraba a esos dibujantes, era un consumidor nato de todas esas cosas, y de ahí nació parte de la pasión. La pasión pasa por seguir a gente que te marca. Por otra parte leía cosas de María Elena Walsh, de Elsa Bornemann, que me fascinaban y que me decía que quería escribir como ellas. Te van marcando el gusto y el estilo. Fueron mis maestros aunque jamás se enteraron de ello.

¿Cuáles son los libros y los discos de cabecera en tu casa?

Vas a encontrar de todo. Desde Bob Marley hasta lo que busques. Igual, en literatura. Incluso voy descubriendo cosas que ni me imaginaba que existían. A uno no le alcanzarían ni tres vidas para leer o escuchar todo lo bueno que se ha hecho. En casa encontrás desde jazz hasta rocanrol, pasando por el candombe, o la bossa nova por ejemplo. Creo que la música te mueve cosas o no. Así de simple. Como la anécdota que te contaba de mis tíos tocando el banjo y siguiendo el compás con los pies… si cuando vas a escuchar a un músico, y ves que las patas de la gente se mueven, entonces la química está. Y lo mismo con la literatura, con la poesía.

Por ejemplo, de muy joven leí “Pedro Páramo” de Juan Rulfo y no me pude olvidar nunca más de ese libro y de lo tremendo que puede ser un escritor. Cada uno se va abriendo camino por donde uno siente que tiene que ir.

Hoy, acomodándote a estos tiempos tan raros…

Habrá que acomodarse a lo que esta nueva realidad nos plantee para poder seguir creando. En mi caso mi trabajo es muy face to face, y eso por ahora, en tiempos tan crueles y extraños, se complica demasiado. Estamos viviendo como podemos, encerrados, con bastante temor. Al menos esto será por un tiempo que además, no sabemos cuánto será. La incertidumbre es lo que más jode.

Igual, puede decirse que a la vuelta de muchas cosas, sos un tipo feliz…

Soy un tipo feliz haciendo lo que hago. Lo disfruto y soy un agradecido porque todo lo que he sembrado con el tiempo ha tenido mucho reconocimiento. Me siento agradecido con la gente y con la vida. Me siento feliz de haber seguido mi instinto, de haberle dado bola a lo que yo creía que era correcto.

Oscar Salas es una persona digna de ser leída y escuchada. Con la investidura de buena persona, que a lo largo de los años a uno lo lleva a respetarlo, a escucharlo, a leerlo y releerlo. Amigo de hablar en serio y de escribir para arrancarte una sonrisa, nadie nunca le regaló nada. Talento y sacrificio lo fueron forjando. Y un instinto innato para saber en qué lugar de la vida hay que estar parado.

nakasone