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No me hablen de ambiciones

Por Gustavo Gutiérrez

Cuando uno titula «Talleres no tuvo ambición» o «A Talleres le quedó grande el desafío», en relación a su partido frente a Boca me parece que se equivoca porque no baja a la canchita. La ambición, el querer, a veces tiene que tener un correlato con el poder dentro de la cancha.

¿Talleres no pudo o no supo, o Boca no lo dejó? Me parece que fue un combo. Talleres no se pareció al Talleres que maneja la pelota con autoridad, que la tiene con paciencia, que acelera a partir de tres cuartos y que produce incursiones ofensivas que se parecen demasiado a ataques. El domingo no tiró al arco, no le pateó a Rossi y mucho más allá de esa embestida quijotesca que lo tuvo primero a Arias y después a Quintana para marcar el parcial uno a uno, la matemática le macaneaba a un partido en el que Boca había tenido las mejores situaciones.

¿Que Boca juega bien? No, ni ahí. Pero tuvo un hombre, salido delmazo de cartas con una seña bien definida, que fue Pavón. Hasta que tiró la diagonal y le sacó astillas al ángulo izquierdo de Herrera, Leo Godoy lo había controlado bien. Pero en ese instante se produjo una ruptura; Pavón lo rompió todo, y después, esa jugada que involucró una sucesión de errores de Talleres contra la banda y después un jugadón que terminó en el gol de Bou. Por más que le haya pegado a Nández y haya necesidad del VAR para definir si estaba o no habilitado.

Pero todas esas minucias quedan en el cesto; porque en el segundo tiempo Talleres no pasó la mitad de la cancha y cuando lo hizo, ni Araujo, ni Arias ni Joao Rojas tuvieron la inteligencia como para aguardar la llegada de los volantes. Ni Fernando Godoy -de flojísima labor- ni Ramírez entrando y saliendo del partido para que Talleres lo necesitara y no lo pudiera disponer; con un Guiñazú extrañamente errático; con dos laterales: Leo Godoy que sufrió a Pavón luego de aquella jugada que marcó el quiebre y no subió casi nunca, y Olaza que tampoco pasó la mitad de la cancha.

Fue un equipo que defendió demasiado cerca de Herrera, y lo pagó. Y lo pagó demasiado caro. Es cierto que Boca fue tozudo, terco, guapo, y esta adjetivación no se corresponde casi nunca con el buen juego. Pero, ¿qué le vamos a pedir a este Boca, si siempre ha jugado asi? No da la sensación de un fútbol atildado, pero de pronto, el domingo tomó decisiones que tuvieron que ver con su personalidad y con su bravura y definitivamente, aunque fuera en el último minuto, se llevó un resultado que  merituó, que mereció y que puso estricta justicia.

Por eso, no me hablen de ambiciones. No me hablen que el traje le quedó demasiado grande. Simplemente Talleres jugó mal, Boca hizo mejor las cosas, y ganó bien.

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