Juego y ludopatía. Ya anteriormente en AGNoticias hemos tocado el tema del juego y las adicciones. Ahora, consideramos que el tema merece una vuelta de tuerca que permita descubrir el velo que oculta tras las sombras a quienes se benefician con la desgracia ajena.
Vayamos por partes, lo primero que debiéramos hacer es buscar definiciones en el diccionario de la Real Academia Española.
Juego: Ejercicio recreativo o de competición sometido a reglas, y en el cual se gana o se pierde. (Juego de naipes, de ajedrez, de billar, de pelota). Práctica del juego de azar.
Ludopatía: Adicción patológica a los juegos electrónicos o de azar.
Usura: Interés excesivo en un préstamo. Interés ilícito que se llevaba por el dinero o el género en el contrato de mutuo o préstamo.
Usurero: Persona que en algunos contratos o negocios obtiene lucro desmedido.
Ahora bien. Habiendo definido algunos términos, entremos al asunto.
Y para ello, nada mejor que ambientarnos en el escenario de un casino (pongamos por ejemplo el de nuestra ciudad, para no ir muy lejos). El sonido tintineante de los slots (tragamonedas) es el dueño de un ámbito relajado, siempre con luz artificial, sin ventanas que permitan conocer si afuera es de día o de noche, si llueve o si hay sol. La temperatura es agradable, los pisos alfombrados y la atención siempre amable.
Los hombres y las mujeres (más mujeres que hombres) dejan horas de sus vidas en una máquina o en una mesa. Apostar es lo suyo, o al menos es lo que los lleva a estar en ese lugar. Y en el azar, se gana y se pierde. Y cuando además del azar entran a jugar otros factores como las máquinas programadas por seres humanos, suele ser mucho más lo que se pierde que lo que se gana. Pero ellos, los jugadores, lo saben y lo aceptan. Y juegan. Y suelen perder.
«Pero esos datos no alcanzan para explicar un problema que se está transformando en algo cada vez más grave: la ludopatía. Se conoce como juego patológico, ludopatía o adicción al juego, al tipo de juego que implica asumir riesgos económicos con posibilidades de ganancias rápidas y que facilita la aparición de conductas problemáticas… El juego normal es por placer; en cambio, el patológico se convierte en una necesidad, algo que está presente todo el tiempo en el pensamiento del adicto». (La Nación, «Ilusiones de dinero fácil que terminan siendo una trampa», 25 de marzo de 2006).
Ingresan nuevos actores
Y es en esta parte de la historia cuando el camino de un ludópata se cruza con el de aquellos que buscan hacer pingües negocios aprovechándose de su enfermedad. Los jugadores compulsivos, tarde o temprano, necesitan dinero. Y los prestamistas (de ahora en más los llamaremos «usureros») lo saben.
Los usureros -en teoría- no debieran ingresar al salón de juegos. En la mayoría de los casos, no lo hacen. Pero no siempre ocurre así. Otra vez pondremos el ejemplo del casino de nuestra ciudad. Aquí, el prestamista (perdón, el usurero) camina entre los apostadores como uno más de ellos. Todos saben que es usurero, pero nadie le dice nada. Unos porque no les importa. Otros, porque alguna vez necesitaron o necesitarán de él. Algunos porque saben que el dinero de la usura vuelve convertido en más apuestas…
Cuando hablamos de usureros, no lo hacemos por hablar. ¿Cómo llamaría usted a una persona que -aprovechándose de una enfermedad como la ludopatía- presta dinero a un interés del 10% diario? Sinceramente, no se nos ocurre otro calificativo.
De acuerdo a la definición de Jugadores Anónimos, «el jugador compulsivo no quiere ni puede aceptar su realidad». El usurero lo sabe, pero no le tiembla el pulso para aprovecharse de la desgracia ajena.
Así, lo que para unos es enfermedad, para otros termina siendo un gran negocio. Negocio cuyas ganancias luego serán seguramente blanqueadas en emprendimientos comerciales donde el lobo se disfrazará de cordero y hará creer a todos que cuida del rebaño. Una doble moral definitivamente repugnante, por cierto.
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