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Crónicas al Voleo

Las maestras de Sarmiento

Las maestras de Sarmiento
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

En octubre de 1869 desembarcaba en el precario puerto de Buenos Aires Mary Gorman. Probablemente en ese momento, mientras caminaba haciendo equilibrio entre los desvencijados tablones del muelle, rodeada de peones que peleaban por llevarle el equipaje, sus ilusiones y esperanzas hayan sufrido un fuerte baño de realidad. Seguramente eso no era lo que esperaba; aunque había embarcado en Estados Unidos sabiendo que se dirigía a un país remoto y bastante poco desarrollado, por decirlo de un modo amable.

Mary había nacido 25 años antes en Dayton, Ohio, y era la primera de las maestras norteamericanas contratada durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento en su ambición de revivir el deseo de Manuel Belgrano e instaurar la educación pública en todo el país. Si bien la idea original era que Gorman se radicara en San Juan, finalmente se quedó en Buenos Aires. Los innumerables peligros que implicaba el viaje la hicieron desistir de trasladarse a la provincia natal del entonces presidente.

La educación como base del crecimiento de un país

Más o menos por la fecha en que la señorita Gorman había nacido, Sarmiento había realizado un par de giras por Europa y Estados Unidos. Para, justamente, conocer y analizar los sistemas educativos de los países más avanzados. El primero de los viajes fue solventado por el gobierno de Chile, en tanto que el segundo lo hizo en calidad de Ministro Plenipotenciario de Argentina. Estas dos experiencias hicieron que en Sarmiento anidara el deseo y la convicción de aplicar el desarrollo educativo observado en nuestro páis. En los Estados Unidos descubrió el trabajo de Horace Mann, quien había aplicado las teorías del suizo Johan Heinrich Pestalozzi y que abogaba por una educación pública como base del crecimiento de un estado. Cuando fue electo Presidente decidió aplicar lo aprendido en esos viajes y en las relaciones establecidas durante los mismos.

Sesenta y cinco pioneros

Después de Mary Gorman llegaron al país 64 docentes más (60 mujeres y solamente 4 hombres) entre 1869 y 1898. En realidad, muy lejos de los 2.000 que anhelaba el controvertido prócer sanjuanino, pero suficiente para sembrar una semilla que comenzó a florecer con las 800 escuelas fundadas durante su mandato en todo el país.

Todos estos educadores (como quedó dicho, en su gran mayoría mujeres, por eso se usará  «maestras» como genérico) debieron afrontar innumerables peripecias y contratiempos durante su estadía: viajes en carreta o diligencia que podían extenderse por semanas e incluso meses; atravesar de punta a punta un país inmerso en violentas luchas internas que, además, debía convivir con la constante amenaza de los malones en las zonas de frontera con los territorios dominados por los pueblos originarios (o sea, los indios). También debieron soportar la oposición de los habitantes de la mayoría de las ciudades, de fuerte y rancia tradición católica. Por aquellos tiempos la educación estaba en manos de la iglesia y los curas no aceptaban la presencia de maestros protestantes en sus comunidades.

La odisea de George Stearns

La breve estadía de George Stearns en nuestro país estuvo signada, más allá de su misión educativa, por la tragedia. Este docente formado en Harvard llegó a Argentina junto a su esposa Adelaide Hope de Stearns, también educadora, en 1870 y fueron destinados a Paraná. Allí, por decreto presidencial se había fundado la Escuela Normal y Stearns estaría a cargo de su dirección.

No la tenía fácil el matrimonio Stearns. Urquiza había sido asesinado hacía poco tiempo y la provincia estaba convulsionada. El gobernador interino Ricardo López Jordán estaba enfrentado política y militarmente con el gobierno nacional y las escaramuzas eran constantes. En 1872 la escuela se cerró durante dos meses, cuando un batallón de soldados federales ocupó el colegio. A Stearns lo criticaba la iglesia católica por su protestantismo y el gobierno por la poca cantidad de alumnos. Stearns respondía que desde que había llegado la escuela había pasado por tres revoluciones. Y que para un alumno que acababa de dejar un fusil era difícil tomar un libro. «Estas gentes son realmente hostiles conmigo… Mi posición aquí está lejos de ser agradable. Irrita a los nativos ver a un extranjero a la cabeza de la escuela» escribió a su suegro.

A comienzos de 1873 Adelaide falleció de fiebre tifoidea. Enterrar a su esposa fue una trágica odisea para George. Su condición de protestante impedía que se la sepultara en el único cementerio de la ciudad, reservado para la comunidad católica. Mientras esperaba en vano una dispensa de las poco caritativas autoridades eclesiásticas, el docente se instaló junto al muro del camposanto (del lado de afuera, claro) durante tres días; haciendo guardia junto al cuerpo, armado con un revolver en cada mano para espantar a los animales carroñeros. La acelerada descomposición del cuerpo de Adelaide obligó a que fuera enterrada afuera del cementerio, junto al muro perimetral. Una vez que se venció su contrato, George Stearns regresó a Estados Unidos junto a sus dos hijos.

La educación, ese motor

Algunas de estas maestras se radicaron en la Argentina y sentaron las bases de una educación pública que casi un siglo después sería motivo de respeto y admiración mundial y que, lamentablemente, entró en decadencia en las últimas décadas. Sin embargo, la mayoría regresó a su país de origen luego de cumplir sus contratos. No obstante ello, estas 65 pioneras, motivadas por la vocación docente y el ansia juvenil de la aventura tuvieron una positiva incidencia material y simbólica en un sistema educativo primitivo, conservador y prejuicioso. Ayudaron a sentar las bases para que en 1884, bajo la presidencia de Julio Argentino Roca, se promulgara la Ley 1420 de educación común, gratuita y obligatoria.

«Llegaron a la Argentina sin saber una palabra de español. Pero decididas a ser pioneras en la educación de un país recién fundado –escribió Jennifer Hartkopf en el periódico digital Conclusión–. Dejaron de lado un mundo previsible para trasladarse a la aventura. Algunas quedaron contentas con ello, mientras otras lo vivieron como una mala experiencia; algunas se casaron y otras se hicieron amigas. De ellas, algunas vivieron en el país hasta el día de su muerte y otras lo abandonaron apenas finalizado el contrato. Pero todas marcaron el diseño del sistema educativo que, a principios del siglo XX, permitió el funcionamiento del gran dispositivo integrador que fue la Argentina con la llegada masiva de inmigrantes».

En tiempos en que nuestros políticos se llenan la boca e inflan el pecho declamando en discursos vacíos de convicción la importancia de la educación para el crecimiento del país, hace un siglo y medio existieron gobernantes que hablaron menos e hicieron mucho más para que ello fuera realidad.

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