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La Primera Dama y el Ángel Ciego de los Rolling Stones

La Primera Dama y el Ángel Ciego de los Rolling Stones
Por Germán Tinti, para Crónicas al Voleo

En la década de 1970 la carrera de los Rolling Stones fue una especie de montaña rusa. Una que había comenzado trágicamente cuando Brian Jones, miembro fundador de la banda que había sido despedido unos meses antes por Mick Jagger y Keith Richards, apareció muerto en el fondo de la piscina de su mansión londinense. Fue en circunstancias que siempre estuvieron envueltas por el misterio; aún cuando el informe forense afirmó que sufrió un ataque de asma mientras nadaba a altas horas de la noche.

A esa altura del partido las drogas no eran algo extraño en el entorno de los Rolling y su consumo iba en aumento. Especialmente por parte del guitarrista Keith Richards. Sin embargo esto no impidió que alcanzaran picos de genialidad, especialmente con el disco «Exile on Main Street» de 1972. Con todo el grupo radicado en Francia, huyendo de los escándalos, de algún que otro proceso judicial y de la AFIP de ellos.

Brian Jones, MIck Jagger y Keith Richards

Puede decirse que fue en ese proceso de grabación –llevado a cabo en la fastuosa mansión Nellcôte, ubicada en los glamorosos suburbios de Niza y donde residía Richards– cuando el músico empezó a desbarrancar y se convirtió en un adicto a la heroína; condición en la que permanecería durante más de diez años y que lo pondrían en no pocos problemas. Algunos de ellos realmente graves y que más de una vez pusieron su vida en riesgo.

Detenido en Canadá

«Keith y la heroína, un solo corazón» podría ser el slogan de la vida del músico en estos años. Antes de encarar cualquier actividad, ya sea una grabación, una gira, una entrevista o vacaciones, había que prever la normal y fluida administración de «caballo», según la jerga de los heroinómanos, en las venas de Richards. Esto le valió, inclusive, problemas de residencia. Fueron expulsados de Francia, no podían volver a Inglaterra, conseguir visas para ingresar a Estados Unidos requería negociaciones a nivel de la Casa Blanca…

Así llegamos febrero de 1977. Keith y su pareja, Anita Pallenberg, viajaron a Toronto para reunirse con el resto de la banda para preparar una serie de presentaciones. «Me metí un chute en el avión y, no sé muy bien cómo, la cuchara acabó en el bolsillo de Anita –recordaría Richards años más tarde–. En el aeropuerto a mí no me encontraron nada, pero a ella le pillaron la cuchara y la detuvieron. Y entonces se tomaron su tiempo, se molestaron mucho en preparar a conciencia mi detención por todo lo alto en el Hotel Harbour Castle, convencidos de que me encontrarían algo: no tenemos más que seguir a los yonquis. Habían interceptado un paquete de droga que me había enviado a mí mismo para tenerlo allí cuando llegara».

La Policía Montada estaba esperándolo. La noticia de la detención de una estrella de rock pondría a la fuerza en las tapas de todos los diarios del mundo.

Del hotel lo llevaron a la comisaría para hacer el papeleo. Lo acusaron de posesión y tráfico de drogas, enfrentándose a una posible condena a, por lo menos, siete años de prisión. A fuerza de la habilidad de los asesores legales y una jugosa fianza, se logró que no quedara detenido. Pero la vigilancia a la que fue sometido convirtió el hotel y cada sitio que pisó en una cárcel a cielo abierto.

La joven Primera Dama

Obviamente cada paso de la banda era observado atentamente por un escuadrón de periodistas, ansiosos de registrar en primicia el próximo escándalo. Y por esos años el escándalo y los Rolling Stones iban de la mano, y el siguiente alcanzaría ribetes políticos. El hecho es que la joven, brillante y hermosa Margaret Joan Sinclair decidió alojarse en el mismo hotel y el mismo piso que ocupaban los músicos y parte de su equipo. Esto no sería nada notable si se tratara simplemente de una fan o una «groupie» dispuesta a hacer cualquier cosa para estar cerca (muy cerca) de sus ídolos.

Pero es indispensable tener en cuenta que el apellido de casada de Margaret era Trudeau y su marido, Pierre (casi 30 años mayor), era por entonces el 15º Primer Ministro de Canadá. Si bien Margaret (madre del actual Primer Ministro canadiense) y Pierre se divorciarían pocos meses después, aún estaban oficialmente casados. Y la idea de que esta joven mujer de altísima exposición política se estuviera divirtiendo por los pasillos del mismo hotel que los Stones… Y pasando más tiempo del políticamente conveniente en la habitación de Ron Wood (y en la de Mick Jagger también) era un bocado que la prensa sensacionalista paladeó con profunda fruición. Rolling Stones, escándalo, drogas; una línea media mucho más efectiva que J.J. López, Merlo y Alonso.

Bellísima Margareth Trudeau

El abogado de los Stones, Bill Carter, debió instalarse en Washington y mover influencias del más alto nivel en el 1600 de la Avenida Pennsylvania. Y todo para lograr que Richards ingresara a Estados Unidos para realizar un tratamiento de desintoxicación y de ese modo pudiera volver a trabajar en la música.

Keith al banquillo

La causa llegó a los estrados casi un año y medio después, en octubre de 1978. Para entonces muchas cosas habían cambiado, entre ellos el juez de la causa, el estado civil de Mrs. Trudeau y el interés del gobierno por tener un condenado famoso. La ya exesposa del Primer Ministro (que aún hoy lleva su apellido) era mencionada cada vez que se hacía referencia al juicio. Y eso no gustaba en Langevin Block.

Lo prolongado del proceso y el apoyo de buena parte de la opinión pública fueron factores que inclinaron lentamente la balanza en favor de Keith Richards. Cada vez que el guitarrista debía presentarse en el juzgado se reunía una cantidad de fans cada vez mayor. En cada audiencia había cerca de un millar de jóvenes reclamando la liberación de Richards. El público también entendía que si bien el reo era un adicto, no existían razones lógicas para que se dedicara al tráfico de drogas. ¡El tipo ganaba fortunas con sólo enchufar su guitarra!

El Ángel entra en acción

Pero la defensa decisiva vino por el lado más inesperado. Rita Berard era una fan incondicional de los Stones. Pasó gran parte de su adolescencia y juventud haciendo dedo para seguir las giras de la banda por el Norte de América. Era muy raro que faltase a algún concierto, por más recóndito que fuera el lugar. Esto, de movida, es muy llamativo. Pero si decimos era ciega estaremos ante un caso único. Lo cierto es que la banda conocía a Rita. Y a través del personal de logística montaron una red de camioneros para que estuviera lo más protegida posible cuando se lanzaba a la ruta.

Pues bien, Rita viajó a Toronto y se las ingenió para entrevistarse con el juez de la causa, Lloyd Graburn, en privado. No trascendió lo que hablaron, pero evidentemente fue totalmente convincente en sus argumentos. De todos modos la fiscalía había reducido sus pretensiones y ya no pedía siete años sino que se conformaba con seis a doce meses.

Keith Richard, en el momento en que se retiraba de Tribunales

«No voy a encarcelarlo por ser adicto y rico, creo que hay que ponerlo en libertad —dictaminó Graburn — de modo que pueda seguir con su tratamiento, pero con una condición: dará un concierto para invidentes». A cambio de la libertad, le ordenó a Richards que continuara con su terapia con medicamentos y que hiciera una actuación especial en el Instituto Nacional Canadiense para Ciegos.

«La estrella de rock entró en la corte enfrentando la posibilidad de siete años de prisión –comentó el reportero de CBC David Bazaypero en la sala del tribunal llena de fanáticos de los Rolling Stones, rápidamente quedó claro que Keith Richards no sería enviado a la cárcel».

Concierto para ángeles

El concierto se llevó a cabo unos seis meses después en el Auditorio Cívico de Ottawa, hubo entradas gratis para los invitados del Instituto Nacional Canadiense para Ciegos y, además, se vendieron unos miles más a los fanáticos.

La actitud, y en realidad toda la historia de Rita Bernard conmovió a Keith Richards, que le dedica emotivas palabras en su autobiografía: «El cariño y la devoción de gente como Rita nunca dejará de sorprenderme, ella es mi ángel ciego».

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