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La isla de la soledad

La isla de la soledad
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

La isla de la soledad. Edimburgo de los Siete Mares fue fundado en 1815 con el nombre de Fort Malcom. Recibió su nombre actual en honor a la visita que hizo el Príncipe Alfredo, Duque de Edimburgo, en 1867 en su viaje alrededor del mundo recorriendo las diferentes posesiones británicas de Ultramar.

La particularidad de este pueblo –ubicado al noroeste de la Isla Tristán de Acuña, un pequeño pedazo de tierra de 98 kilómetros cuadrados ubicado en medio del océano Atlántico, casi a mitad de camino entre Ciudad del Cabo (2816  km) y Río de Janeiro (3360 km)– es que es el sitio poblado más remoto del mundo. El asentamiento más cercano es Jamestown, en la isla de Santa Elena, que está a «solo» 2161 kilómetros. Como decimos por aquí, el auténtico culo del mundo.

La isla fue descubierta por el explorador portugués que le terminó dando el nombre en 1506, pero fue anexada por Gran Bretaña a principios del siglo XIX para evitar que Francia la utilizara para intentar desembarcar en Santa Elena. ¿Por qué?. Porque Santa Elena fue, desde 1815, la morada final de Napoleón Bonaparte. Entonces, se deduce el motivo de que la fundación de Edimburgo de los Siete Mares haya sido en ese mismo año.

Se conocen todos

Edimburgo de los Siete Mares tiene 245 habitantes y la principal actividad industrial y económica es la explotación del cangrejo de río y la langosta, a punto tal que en 1942 se estableció la primera fábrica de conservas. En el asentamiento concentra todos los servicios de la isla como la oficina de correos, la escuela, el hospital, un museo y el único supermercado.

Sus habitantes se dividen en 133 mujeres y 112 hombres, quienes conforman alrededor de 80 familias que se reparten en 8 apellidos, Green, Hagan, Laverello, Glass, Swain, Patterson, Repetto y Rogers (un poco como la vieja burguesía cordobesa, una docena de apellidos «patricios» combinados). Si bien es cada vez más común que los jóvenes se muden al continente o a Inglaterra para estudiar, los matrimonios en general se realizan entre nativos de la isla (endogamia alert).

La mayor parte de la población se dedica a la agricultura y pesca de supervivencia. Toda la tierra es de propiedad comunitaria y el número de cabezas de ganado está estrictamente controlado para preservar los pastos y prevenir que existan familias con mejor posición económica que otras.

Clima duro y mucho whisky

El poblador debe afrontar veranos cortos y generalmente nublados, e inviernos más largos, frescos y lluviosos. Hay viento todo el año y la temperatura, durante el año, se ubica entre los 11 y los 22 grados. La isla tiene acantilados de más de 600 metros de altura y gran parte del terreno es casi inhabitable e inaccesible.

Como cualquiera puede imaginar, la vida en Edimburgo de los Siete Mares (en adelante lo voy a escribir como E7M) es lenta y monótona. Cuando la jornada laboral acaba muchos se dirigen al único pub, el Albatross, que se encuentra en el Prince Phillips Hall, el salón comunitario.Parafraseando a Serrat, en Tristán de Acuña, por no pasar, ni pasó la pandemia.

Y no es menor la referencia al Albatross, porque, al parecer, las bebidas alcohólicas tienen gran presencia en el pueblo. De hecho, en E7M se consume un promedio de 50 litros de whisky por habitante por año, mientras que en Gran Bretaña (que mirá que chupan los británicos) es de un litro y medio.

La gran evacuación

Los comunicaciones son todo un tema en la isla. Hasta hace no mucho la única forma de tomar contacto con el exterior era el teléfono y el fax, además del correo postal. Últimamente se está mejorando la conexión de internet, pero las condiciones climáticas y la distancia hacen que todo sea más difícil.

El centro de la isla está dominado por el volcán Queen Mary, que les dio a los heptathalassoedimburgueses (si, ese es el gentilicio de esta gente) un flor de susto en 1961, cuando se le ocurrió entrar en erupción y motivó que toda la población tuviera que ser evacuada a Calshot, una pequeña ciudad inglesa ubicada al sur de Southampton (donde, por otra parte, había muerto Juan Manuel de Rosas). Recién tres años después pudieron volver al medio del Atlántico.

No fue fácil la estadía en Gran Bretaña de los isleños. Como suele suceder con poblaciones que permanecen aisladas durante mucho tiempo, fueron víctimas de enfermedades desconocidas y virulentas, como la gripe.

Recién pudieron volver a Tristán de Acuña tres años después y tampoco fue fácil. Tuvieron que comenzar la reconstrucción. El poblado había sido seriamente afectado por la erupción del Queen Mary y por algunos saqueos producidos por navegantes furtivos. Los perros domésticos, abandonados a su suerte, habían dado caza a todas las ovejas.

Turismo para intrépidos

Para visitar Tristan da Cunha hay que enviar un mail al consejo de la isla en el que habrá que consignar nombre, edad y nacionalidad, los motivos de la visita, las fechas en que se viajará y el tipo de alojamiento que se busca. Sin la autorización del consejo no se le permitirá desembarcar al interesado.

Pero si te interesa pasar unas vacaciones originales, en los últimos años se ha comenzado a desarrollar un incipiente turismo de aventura. Se puede hacer trekking en la gran superficie del archipiélago protegida como reserva natural. También es posible escalar el volcán Queen Mary, de 2062 metros de altura.

Para llegar el turista intrépido deberá trasladarse primero a Ciudad del Cabo y allí abordar uno de los cuatro ferris que anualmente conectan el continente con la isla. Previo a ello habrán abonado el equivalente en Rands (moneda sudafricana) a 150 lucas (que no parece tanto si tenemos en cuenta que viajar de Buenos Aires a Ciudad del Cabo cuesta, al menos, 1.250.000 mangos). También deberá estar dispuesto a pasar una temporada algo prolongada porque recién podrá pegar la vuelta tres meses después de su arribo. Por cierto, el viaje en barco dura seis días, así que se recomienda llevar en el equipaje una buena reserva de dramamine.

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