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La Educación sobre la Mesa

La Educación sobre la Mesa. Hoy: «La evaluación, una oportunidad motivadora»

La Educación sobre la Mesa. Hoy: "La evaluación, una oportunidad motivadora"
Por Laura Iglesias (Especial para «La Educación sobre la Mesa»)

Evaluar, mas allá de la acreditación de saberes, una oportunidad del desarrollo de habilidades como la autonomía, la superación, autorregulación del aprendizaje, reflexión, y otras.

En la actualidad pareciera ser que cada cual transita por senderos selectivos de preguntas retóricas que encuentran correspondencia en afirmaciones individualistas. Pero, ¿qué hay de los senderos salteados?. Porque ponen a prueba nuestros discursos y tensan el arribo de respuestas no enlistadas como opciones admisibles. 

En algún momento, jugando a las escondidas, pareciera que conceptos como disentir, debatir, dialogar, consensuar, suspendidos en un letargo, dejan pasar el turno para decir piedra libre. Hoy la sociedad alberga, cual construcción colectiva, la intolerancia al juicio de valor del otro, al intercambio de ideas, opiniones. Y lanzamos al vacío la retroalimentación comunicativa, propia de los procesos que nos permiten evolucionar como civilización.

Desde la perspectiva de la Educación, la Evaluación aparece como el proceso a ser tenido en cuenta para poner en juego el desarrollo de las habilidades blandas: autonomía, autorregulación, la automotivación de superación, pensamiento crítico (análisis/reflexión), apertura a los cambios, etc.

La evaluación como motivadora

Una de las funciones pedagógicas más importantes de la evaluación es la motivación que puede producir en los participantes. La investigación más reciente ha revelado que lo que hace más efectivo el aprendizaje, es que los alumnos se involucren activamente en el proceso de evaluación (Stiggins, 2002). Las formas en las cuales la evaluación puede afectar la motivación y la autoestima de los alumnos, así como los beneficios que implica comprometerlos en la autoevaluación, sugieren que ambos merecen una cuidadosa atención.

Los alumnos sólo pueden evaluarse a sí mismos cuando tienen una imagen suficientemente clara de las metas que están aprendiendo. Y muchos alumnos carecen de tal imagen.

La mayoría de nosotros hemos crecido en aulas en las cuales nuestros profesores creían que la forma de potenciar el aprendizaje era maximizar la ansiedad. Y la evaluación siempre tenía que ser el intimidador más grande. Hoy, en un escenario de inclusión, es impensado construir nuestros ambientes de evaluación sobre el supuesto de que las pruebas estandarizadas tendrán el mismo efecto en todos los alumnos. Esto no sucederá. Algunos asumen el desafío de las pruebas con un historial personal académico fuerte y una expectativa de éxito. «Algunos alumnos vienen a dar muerte al dragón, mientras que otros esperan ser devorados por él» (Stiggins, 2002: 761).

La evaluación, una oportunidad

Desde la perspectiva del campo de la evaluación no se trata solo de acreditar saberes de los estudiantes, sino también de promover la toma de conciencia de su propio proceso de aprendizaje y contribuir al desarrollo de su autonomía.

Consideramos que un estudiante es autónomo cuando comprende el sentido de aquello que tiene que aprender, toma decisiones acerca de cómo va a llevar adelante ese aprendizaje y reflexiona sobre su proceso, su recorrido.

El término «feedback» o «retroalimentación» ha sido definido desde el campo de la psicología, en la década del setenta, como una serie de procedimientos que se utilizan para informar al alumno lo que está bien y lo que está mal, dentro del paradigma conductista. Según Allal y Mottier López (2005), en los países anglosajones la retroalimentación está más relacionada con la idea de corrección. Y en los países francófonos, se refiere a la adaptación, y remite al concepto de regulación de los aprendizajes. En Latinoamérica, las prácticas habituales de retroalimentación en las aulas consisten en correcciones, señalamiento de errores y calificación. De este modo se desplaza la construcción del sentido del aprendizaje.

En palabras de A. Anijovich y Cappelletti: La evaluación es entendida como una oportunidad, cuyo propósito es que “los alumnos pongan en juego sus saberes, visibilicen sus logros y aprendan a reconocer sus fortalezas y debilidades como estudiantes” (pág.13). Es decir, las dimensiones del proceso de evaluación vinculada con la idea de ayudar a los alumnos a aprender y a reconocerse como aprendices.

La evaluación en el escenario educativo está organizado a partir de interrogantes y preocupaciones que orientan hacia la comprensión de las relaciones entre enseñar, aprender y evaluar. Todo ello a fin de considerar el problema de la calificación, como inherente a la evaluación de los aprendizajes en el marco del sistema educativo. Es de suma importancia analizar el lugar privilegiado que ocupa la evaluación. Y al mismo tiempo, observar que se constituye en el componente de los sistemas educativos que ofrece mayor resistencia a los cambios.

Autoevaluarnos

Como docentes, poseemos una biografía escolar que se fue construyendo con las diversas marcas que han dejado las prácticas, en particular las docentes (Tenutto, 2001). Por lo tanto, existe una alta probabilidad de que cuando nos hallemos, como profesores, ante el desafío de enseñar, tendamos a reproducir aquello que conocemos, aunque no siempre adherimos conscientemente. Y por ello, surge la necesidad de revisar nuestros saberes previos, nuestras apreciaciones, nuestras creencias.

Se habla a menudo de los saberes previos de los estudiantes, pero, con menor frecuencia, de los saberes previos de los docentes. Así, se realizan cursos de capacitación sin relevar estas ideas que influyen en las decisiones que ellos toman a la hora de implementar alguna estrategia. (Tenutto, 2001)

Qué disfruten un lindo domingo!!!

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