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Crónicas al Voleo

El largo y sinuoso camino de «El Padrino»

El largo y sinuoso camino de «El Padrino»
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

«Yo creo en América. América hizo mi fortuna, eduqué a mi hija al estilo americano, le di libertad pero le enseñé a no deshonrar jamás a la familia». El rostro compungido de Amerigo Bonasera enmarca las casi lúgubres palabras del funebrero que dan comienzo a una de las mejores películas de la historia del cine, y a esto no lo digo yo sino la mayoría de los críticos en uso de sus facultades mentales, que suelen ponerla en el mismo escalón de «El ciudadano Kane»… y no se equivocan (a esto último sí lo digo yo).

Mario Puzo había tenido un éxito importante con sus dos primeras novelas: «La arena sucia» y «La Mamma», sin embargo su situación económica era acuciante y debía responder por algunas deudas de juego que iban poniendo nerviosos a prestamistas poco amables.

Mario Puzo y Francis Ford Coppola

Dadas las circunstancias, Mario decidió escribir sobre un tema que cualquier neoyorquino ítalo descendiente de su generación conocía a la perfección: las familias de la mafia de Nueva York. El libro fue un éxito inmediato y se mantuvo durante 67 semanas en la lista de los más vendidos en Estados Unidos.

El hambre y las ganas de comer

Para el personaje de Vito Corleone, que en la película interpreta Marlon Brando, Puzo se inspiró en Alfonso Tieri, el jefe de la Pignasecca (un popular sector de Nápoles, donde se encuentra un multitudinario mercado) que para ese entonces se perfilaba para tomar el poder de la familia Gambino.

Los estudios Paramount venían a los barquinazos luego de una seguidilla de fracasos comerciales y necesitaban con urgencia uno o dos éxitos que volvieran a poner a la empresa en cancha. La opción era la venta y el posible cierre de la empresa. Puzo necesitaba plata, Paramount necesitaba un éxito. El arreglo fue cuestión de minutos. 12.500 dólares pasaron al bolsillo del escritor y los derechos del libro a la filmográfica.

Propuestas que no se pueden rechazar

Pero si bien la novela de Puzo era un éxito nacional, las familias Bonanno, Colombo, Gambino, Genovese y Lucchese, aludidas con poco disimulo en la obra (que solamente había cambiado los apellidos por otros surgidos de la imaginación del autor y tal vez de la guía telefónica: Corleone, Tattaglia, Stracci, Cuneo y Barzini) veían con absoluto desagrado esa exposición que los dejaba en evidencia.

A través de la «Liga de los Derechos Civiles de los Italoestadounidenses», un organismo nacido en 1970 para combatir los negativos estereotipos popularizados en torno a los descendientes de italianos, comenzaron a presionar para que la película no se hiciera.

Primero fueron llamados telefónicos, luego entrevistas con congresistas, después dificultades para conseguir las locaciones en Nueva York y finalmente aprietes lisos y llanos tales como balear el automóvil del productor del filme, Albert S. Ruddy. Recién se había designado a Francis Ford Coppola como director del filme y Ruddy tuvo que entrevistarse con el presidente de la Liga, Joe Colombo.

El enojo de Sinatra

El productor, que había convencido a los escualos de la Paramount de que él era el indicado para producir la película, le enroscó la víbora al capomafia asegurándole que, al contrario de lo que temían los miembros de la Liga, la película haría a los italoamericanos sentirse orgullosos de su origen. Una de sus promesas fue que la palabra «mafia» no aparecería en toda la película.

Sin embargo, el filme tenía otro enemigo poderoso: Frank Sinatra entendió que el personaje de Johnny Fontane se refería a él. Y tenía razón. Frankie, cuyo mal carácter era por todos bien conocido, quiso trompear a Puzo en un restaurante, cuando el escritor le expresaba su admiración. Ruddy le dijo al crooner que la intervención del personaje sería mínima y logró que Sinatra dejara de hostigarlos.

Vito y Michael y la identidad italiana

Marlon Brando aceptó el papel de Vito Corleone gracias a una carta que Mario Puzo le había enviado diciéndole que él era el único que podía actuar tal personaje. Y la voluntad del escritor, apoyado por Coppola, se impuso por encima de las dudas del directorio de Paramount, que creían que Brando estaba en decadencia y proponían algunos actores de un presente brillante como Anthony Quinn u Orson Welles.

Para el otro papel principal, Coppola estaba obsesionado con un joven actor del off Broadway que apenas había filmado dos películas sin gran trascendencia: Al Pacino. Otra vez la opinión de Paramount era distinta, porque preferían a alguien de perfil más alto como Robert Redford, James Caan, Martin Sheen, Jack Nicholson o Warren Beatty. Otra vez ganó el director.

De este modo se daba en gran medida el deseo de Puzo y Coppola: que la mayor parte del cast fuera de origen italiano. Las últimas producciones con respecto al tema, según la opinión de ambos, habían fracasado, en parte, por la falta de ítaloamericanos en el reparto. Incluso uno de los hombres de Joe Colombo terminó haciendo el papel de Luca Brasi, un personaje no menor en la película.

La realidad imita al arte

El presupuesto final de la película fue de seis palos verdes, dos más de los acordados inicialmente. Los contadores de Paramount dejaron de pensar en este exceso luego de la primera semana de exhibición, en la que recaudó 30 millones.

Para el escritor Matías Bauso, la mafia terminó copiando a El Padrino: «tras el éxito del film, el crimen organizado terminó copiando a El Padrino (no fue tampoco un fenómeno nuevo. Joe Gallo construyó su personaje público emulando a Richard Widmarck). Algunas costumbres que ya habían quedado en el olvido, que eran ritos olvidados en las prácticas cotidianas, fueron retomadas por los jóvenes gangsters. El doble beso, los rituales exagerados y otros gestos».

Algo de esto se ve en la serie «The Sopranos». En varios capítulos se puede ver a los personajes que rodean a Tony (Pussy Bonpensiero, Paulie Gualtieri y el guitarrista de Bruce Springsteen, entre otros) reunirse cada tanto para ver la película en DVD.

Hombres de poder

Pero más allá de estos detalles y de la fascinante iluminación de los interiores del filme, inspirada –según los que saben– en Caravaggio y el uso dramático que hacía de los claroscuros el pintor milanés. Más allá de las expresiones anexadas al lenguaje popular en todo el mundo («No es personal, son tan sólo negocios», «le haré una propuesta que no podrá rechazar», «el que proponga el arreglo es el traidor» y, por supuesto, «deja el arma y toma los cannoli»), hay un trasfondo crítico a la situación sociopolítica de los Estados Unidos, sumidos en la guerra de Vietnam.

Francis Ford Coppola, Al Pacino y Diane Keaton

Por eso, Michael, durante un bucólico paseo otoñal luego del forzado exilio siciliano del menor de los Corleone tras asesinar a Virgil Sollozzo, «El Turco» y al capitán Mark McCluskey, le dice a Kay Adams, antes declararle su amor que «mi padre no es diferente a otros hombres poderosos, cualquier hombre que es responsable de otras personas, como un senador o un presidente».

«Tu respuesta es tan ingenua» dice Kay.

«¿Por qué?».

«Los senadores y presidente no mandan a asesinar».

La débil sombra de una sonrisa burlona atraviesa fugazmente el rostro de Michael, que después de un brevísimo silencio contesta: «ahora dime quién es el ingenuo».

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