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El «Flaco» Rabinsky: un goleador apasionado

El Flaco Juan Carlos Rabinsky fue un gran tipo, que brilló en las canchas, en la Policía y en la vida.

El “Flaco” fue eso, un apasionado en todo lo que encaró en su vida. Como futbolista, como policía, como persona, como padre, como esposo siempre buscó entregarse a fondo, rendir al máximo y satisfacer las expectativas que se posaban sobre él. Del archivo de COSAS NUESTRAS.

Por eso, sin dudas que por eso, hoy, cuando ha pasado casi una década desde el día que se fue a hacer goles al cielo, todos quienes lo conocieron lo recuerdan con respeto y sobre todo con cariño.

Cuando hablamos del “Flaco”, hacemos referencia a Juan Carlos Rabinsky, aquel muchacho santafesino que llegó a Alta Gracia para jugar al fútbol, que aquí se enamoró de una mujer a la que eligió para toda la vida y que se aquerenció en nuestra ciudad para desplegar su devoción por el fútbol y su hombría de bien.

Hacía rato, lo confesamos, queríamos escribir algo sobre él. Nos parecía que hacerlo significaba homenajear a un gran jugador de fútbol, pero sobre todo a una enorme persona que durante décadas dejó una huella imborrable en quienes lo conocieron y lo trataron.

Un apasionado, hincha del fútbol, policía de carrera y de alma. Un tipazo.

El Flaco de entrecasa, junto a sus hijos en su último festejo de cumpleaños.
Nacido en Moises Ville

Juan Carlos Rabinsky parecía nacido en Alta Gracia, pero en realidad nació en el histórico pueblo de Moises Ville, la colonia de inmigrantes judíos fundada en 1889 en el Santa Fe profundo y agrícola.

Lo cuentan Susana, su esposa y Juan Carlos, su hijo: “nació el 16 de febrero de 1947, de allí la familia se mudó a Córdoba. Al padre del flaco lo desheredaron y tuvo que venirse a trabajar de camionero. Se instalaron en barrio Müller”.

A los 15 años, el Flaco entró en la Escuela de Policía a la vez que ejercitaba su otra gran pasión: jugaba al fútbol en las Inferiores de Belgrano, club al que llegó a Primera de la mano del técnico Marcelino Fumero.

“Jugaba de volante por derecha, el segundo partido que jugó fue el clásico y le tocó marcar nada menos que a Willington. El técnico fue claro: no hagás otra cosa que seguirlo. El “Loco”, tipo ya consagrado, lo miraba pibe y flaquito… pero no lo dejó moverse tranquilo en todo el partido”, cuenta el Bocha, su hijo recordando lo que su padre le contó alguna vez.

Rabinsky en sus épocas de jugador del Club Atlético Belgrano

La cuestión es que vinieron a buscarlo de Gimnasia de La Plata, pero su madre (que era quien mandaba en la familia) fue tajante: “Vos vas a seguir en la Policía que ahí tenés un sueldo seguro”. Juan Carlos terminó haciendo un carrerón en la Policía y siempre reconoció: “a esta vieja le debo la carrera”.

Llega a Alta Gracia

Nuestra ciudad para Juan Carlos Rabinsky fue mucho más que un mojón en su carrera como futbolista. Acá, además de jugar, conoció el amor, formó una familia y fue reconocido como una de esas personas que dejan huella en su vida. No es poca cosa, por cierto.

Siguió jugando unos partidos más en Belgrano, y la dirigencia le hizo elegir entre el fútbol y la policía, y eligió la carrera de uniformado. Fue cuando conoció a Don Oliva, que vivía en San Vicente y había jugado años atrás en Sportivo en tiempos en que participaba en Liga Cordobesa. El fue quien lo tentó para jugar en Alta Gracia, y acá llegó.

Llegó a Sportivo junto con el Petizo Bárcena -que había jugado en San Lorenzo de Córdoba– y conformó un muy buen equipo del club aurinegro en Liga Departamental Santa María. Fue en estas circunstancias cuando conoció a Susana, quien sería luego su esposa. Ella misma lo cuenta: “Nos casamos en 1972. Yo iba a la cancha, como iba todo el barrio a ver los partidos. Un día fui con una amiga. Le pregunté a Marcelo Pavín, que era amigo de mi hermano cómo se llamaba ese flaco. Ahí me dieron el nombre y de vernos en las canchas nos conocimos. En una cancha, como no podía ser de otra manera”. El Flaco acababa de llevarse del pleno barrio a una de sus chicas, y eso en el sur futbolero de Alta Gracia, era imperdonable.

Formación de Sportivo Alta Gracia, con el Flaco como una de sus figuras.

“¡Me acuerdo cómo le gritaban cosas cuando jugaba en cancha de Banfield!”, sigue recordando Susana, entre sonrisas.

Ya por estos años, Rabinsky jugaba de delantero. Convertía y hacía convertir goles. Era un jugador por momentos imparable por velocidad y por gambeta. Uno de esos que es casi imposible marcarlo sin tener que apelar a la violencia.

Alguna vez el propio Flaco supo contar: “Yo ya era oficial de policía y venía a jugar al Cerro y me querían matar. Me tiraban cada trompadón para buscarme… y yo me tenía que contener. Además, me tenía que cuidar porque no podía caer a la guardia con un ojo negro… me trataban de cagón porque no iba al choque, pero yo les ganaba en velocidad y en habilidad, no me podían agarrar. Además, los compañeros me cuidaban”.

Y así fue forjando su propia historia, por no decir su propia leyenda aquel flaco que de chico jugaba al arco, luego fue volante por derecha y terminó brillando de “nueve” fenomenal. “Nunca lo vi errar un penal a mi viejo. Ni siquiera en el Anglo, que los arcos son chicos”, cuenta el Bocha, su hijo.

El tiempo de Estudiantes

Otro capítulo importante en su carrera de futbolista lo vivió en Estudiantes. “Jugó varios años en Sportivo, hasta que la “Mona” Chávez y Paulino Quinteros lo buscaron para que jugara en Estudiantes. Se formó ese equipazo que tenía enormes jugadores que llegaron desde varios clubes. Primero jugaron en campeonatos de barrio y luego en la Liga. Daba gusto ver jugar ese equipo”, recuerda el Bocha.

Estudiantes, aquel inolvidable equipo que tan bien jugaba al fútbol.

Luego de aquella experiencia en el albirrojo, fue alternando entre algunos equipos “del campo” y el Anglo Viejo. Por entonces, Rabinsky estaba abocado a terminar su casita, y entre el sueldo de policía, los adicionales y la muy buen platita que le pagaban por jugar en Villa del Rosario o en Matorrales, la iba levantando de a poco. “Los domingos íbamos toda la familia a Matorrales para acompañarlo. Luego, ya se fue cansando y además, tenía más obligaciones en la policía, porque fue ascendiendo…»

Su paso por el Anglo Viejo

Si importante fue lo hecho en el fútbol federado, no lo fue menos su paso por el Anglo Viejo. Como jugador, como dirigente o como allegado fue una figura histórica de este club.

“Un día lo vinieron a buscar el Loro Trejo y el Topo Bustos para que jugara en la Guillotina, junto “Nicola”, Pedrito Sánchez, el Corto Gigena, Armando Rampulla. Salieron campeones en el 80 u 81. Cuando el Anglo Viejo se fue a cancha de La Bruja, Popi Sánchez y Héctor Martínez lo llevaron a Los Picantes. Fue cuando se lesionó mal de la rodilla. Salió campeón y al poco tiempo tuvo que parar por la lesión»

Luego volvió a jugar y pasó a los Quijotes, el equipo de los Papp, con quienes también salió Campeón. Jugaban Viki, el palomo y Nicki Papp, el Mono Puglia, Robertito Peralta, Gerardo Morandini, Héctor Barrera y el Pollo Díaz, entre otros. Volvió luego a Los Picantes luego de aquel año, jugó un tiempo más y pasó a Pirañas. También jugaba en el Aero Club de los Bravos (con Cacho Lingua, Tito Tettamanti, el Pluma Rodríguez, Carlos Almada, Pepe Martínez…), Pepe y Cacho fueron quienes se lo llevaron a Pirañas. Campeonó con Pirañas y al otro año desciendió. Al año siguiente volvieron a ascender.

Tiempos de fútbol en cancha chica, con los Duros

A los 41 años seguía jugando en Pirañas, cuando lo hablaron de los Duros. Ahí fue en Veteranos, donde jugó dos campeonatos; luego lo buscaron de los Chalchas. Ya se iba cansando y sentía los partidos, así que decidió dejar los cortos, aunque nunca se alejó del fútbol. Los últimos partidos los jugó al arco, de nuevo para los Duros y algunos minutos para Ultimátum, su último equipo aunque casi no jugó.

Comisario Rabinsky

En la Policía hizo una gran carrera. Empezó a los 15 años y llegó a Comisario Mayor con grado de General, cuando se retiró. “No me gusta que se meta la política”, dijo, y decidió retirarse cuando tenía méritos para ser nombrado Jefe de la Policía (por ser egresado de escuela, por legajo, por calificaciones y por orden jerárquico). Un día estaba trabajando, se enteró que no lo lo iban a promover. Sin decir nada se levantó y fue a una máquina de escribir a redactar la nota donde se acogía al retiro voluntario. El amaba la Policía. Se desilusionó mucho, no de la policía, sino de la intromisión de la política en estos temas. Retirado, luchó junto a los policías jubilados en las reivindicaciones por sus derechos.

Un flaco pura pasión

Juan Carlos Rabinsky fue, vale la pena repetirlo, un apasionado en todo lo que hizo en su vida. Abrazó la carrera policial por vocación y la sostuvo con honradez y valentía. Disfrutó de jugar al fútbol y allí se hizo de fanáticos y fundamentalmente de amigos. En su casa siempre fue un hombre pródigo en cariño hacia los suyos y nunca estuvo sin hacer algo en su vida. Hasta estudió Periodismo Deportivo, entre otras varias cosas.

“Siempre me decía, ´el día que muera, quiero que sea en una cancha´. Es que el fútbol fue su gran pasión. Hincha de Belgrano y de Independiente, pero hincha del fútbol. Ibamos a la cancha a ver Talleres, Racing, o Instituto, Por tele o en las canchas se veía todo lo que había. Los veía solo, conmigo o con mis hijos. El fútbol era una pasión enorme para él”, cuenta su hijo.

Y se fue nomás en una cancha. El día que falleció, en el Anglo estaba jugando de arbitro Juan Gilli, que se descompensó porque era diabético. Rabinsky estaba viendo el partido y le pidieron si podía dirigir él. A los cinco minutos de empezar, se desvaneció. Tenía 63 años. Fue el 16 de octubre de 2010.

“Siempre fue un tipo pensante, siempre tratando de mediar. ´Si ves que ofendiste a alguien o si estás equivocado, andá a pedir disculpas, no se te va a caer nada´, decía”.

La frase lo pintaba a la perfección.

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