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El éxodo judío de Copenhague

El éxodo judío de Copenhague
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

A las 4:15 de la madrugada del 9 de abril de 1940, Alemania invadió Dinamarca y Noruega, supuestamente para protegerlas de un posible ataque de Francia y Reino Unido. La ocupación de Dinamarca fue casi un trámite.

Unos mil paracaidistas alemanes desembarcaron en la bahía de Copenhague y rodearon el palacio real danés, con órdenes de no entrar. En el interior del mismo, el rey Cristián X y su gabinete analizaban la exigencia de rendición expresada por el invasor, bajo amenaza de someter a bombardeos la capital danesa.

Ante el panorama, las autoridades danesas aceptaron deponer las armas, pero pusieron condiciones. Solicitaron –y obtuvieron– total independencia en el manejo de su política interna, lo que implicaba el libre funcionamiento de su parlamento y mantener al rey en libertad. La operación Weserübung fue, en consecuencia, breve y quirúrgica. En total solo murió un piloto alemán y menos de 20 defensores.

Un nazi antinazi

Al principio, la ocupación alemana fue relativamente «amigable» si tal expresión es aplicable en medio de un conflicto bélico. A diferencia de lo ocurrido en Holanda (bueno, Países Bajos) o Noruega, las autoridades nacionales como el primer ministro Thorvald Stauning y –como quedó dicho– el propio rey Cristián X, continuaron ejerciendo sus cargos, aunque sometidos a un permanente monitoreo del invasor. Algunos historiadores sostienen que esta actitud «afable» se debió a que el Tercer Reich respetaba la supuesta «pureza racial» de los daneses.

El principal nexo entre los gobiernos alemán y danés era el agregado marítimo germano Georg Ferdinand Duckwitz, quien había llegado a Copenhague en 1939. Si bien pertenecía al partido Nazi desde 1933, y formó parte del Oficina de Asuntos Exteriores de la organización en Berlín, Duckwitz se desilusionó rápidamente del desempeño de su partido en el gobierno. En 1935 le escribió a alguien de confianza: «Mi empleo de dos años en la Reichsleitung (es decir, la rama ejecutiva) del partido Nazi me ha hecho darme cuenta de que estoy tan fundamentalmente engañado en la naturaleza y propósito del movimiento Nacionalsocialista que ya no puedo trabajar dentro de este movimiento como una persona honesta».

Ese mismo año dejó la Oficina de Relaciones Exteriores, entró en la lista de personas miradas con desconfianza de la Gestapo y comenzó a trabajar en la empresa naviera Hamburg America Line. No obstante, en 1939 fue asignado a la embajada alemana en Copenhague como agregado marítimo.

La hiena muestra las garras

El sentimiento antizazi de la población danesa, fuertemente plasmado en las elecciones parlamentarias del 23 de marzo de 1943, en la que los nazis daneses apenas alcanzaron el 2 % de votos, hizo desistir a los invasores de imponer un gobierno títere conformado por partidarios locales.

Pero rápidamente la población comenzó a realizar protestas en contra de los alemanes. El desmoronamiento de la economía impulsó a la gente a las calles. Ante el reclamo popular, el gobierno danés se negó a reprimir, tal como lo aconsejaban los germanos.

Si bien la idea de los alemanes era no presionar demasiado, tampoco estaban dispuestos a soportar tanta independencia. Entonces, el 29 de agosto de 1943 las autoridades alemanas disolvieron el Gobierno y el Parlamento y se estableció la ley marcial. Se arrestó en masa a los oficiales del Ejército aún libres, además de introducir funcionarios alemanes en toda la administración pública. Al mismo tiempo, se procedió a la captura de la flota mercante y militar danesa.

Una vez que Alemania obtuvo el control absoluto de Dinamarca, se iniciaron a mediados de 1943 los arreglos para la inmediata deportación de unos 8.000 judíos aún residentes en Copenhague hacia los campos de exterminio.

Blues del éxodo

Anoticiado de estos planes, Georg Duckwitz se contactó con los líderes del Movimiento de Resistencia Danesa y con los de la comunidad judía. Los invasores ya le habían puesto fecha al operativo: los servicios religiosos de la mañana de l Rosh Hashaná (el año nuevo judío), el 1 de octubre de 1943.

Debía correrse en contra del reloj para organizar un éxodo masivo. Con la flota militar y la mercante en manos del enemigo, fueron los pesqueros quienes aportaron más naves para el operativo, aunque también concurrieron buques de particulares, botes e inclusive kayaks. También se gestionó, y se obtuvo, el compromiso de Suecia de recibir a los refugiados, sin el cual la gesta no hubiera sido posible.

La voz se corrió a través de los oficios religiosos y en la víspera de la celebración, cuando estaba prevista la cacería, comenzó el éxodo. Cualquier medio de transporte fue lo suficientemente bueno para abandonar la ciudad capital. Y si no había autos, trenes o bicicletas, la gente se iba a pie. Con la ayuda de simpatizantes daneses, encontraron refugio en casas particulares, hospitales e iglesias en pueblos y aldeas a lo largo de la costa.

De noche y en silencio

En poco más de veinte días, esta flota nocturna, silenciosa y discreta, trasladó a algo más de 7.000 judíos de Copenhague a través del estrecho de Øresund para depositarlos, a salvo, en la costa sueca. El operativo fue solventado económicamente por prácticamente la totalidad de la población de la capital de Dinamarca.

«Comenzamos a reunirnos a las 9:30 y llegamos a un pequeño pueblo donde nos indicaron bajar a la playa, justo al lado del puerto y esperar allí una señal –rememoraba en una entrevista Leo Golderger, uno de los evacuados–. Los pescadores nos hicieron subir a bordo y luego nos indicaron entrar a la bodega donde solían guardar el pescado. Pueden imaginar el olor que había. El olor fue la peor parte de la experiencia, además de que había muchísima gente. Cuando los pescadores comenzaron a adentrarse al mar, debe haber habido allí entre 18 y 20 personas. Por suerte no nos descubrieron y pudimos salir esa noche».

Un pequeño número de judíos no pudo abandonar Dinamarca: los más viejos que no podían movilizarse, los enfermos y aquellos que cayeron en manos de la Gestapo. La mayoría fue enviada al campo de concentración Theresienstadt en Checoslovaquia. El 99 por ciento de ellos sobrevivió, en parte gracias a que las autoridades danesas no dejaron de hacer reclamos ni de enviar partidas alimentarias.

Justos entre las Naciones

Después de la guerra, Georg Duckwitz permaneció en el servicio exterior alemán, desempeñándose sucesivamente como embajador de Alemania Occidental en Dinamarca primero y de India después y Secretario de Estado en el Ministerio de Relaciones Exteriores, puesto en el que se desempeñó hasta su jubilación, en 1970

Por esta proeza, Dinamarca y sus movimientos de Resistencia fueron designados «Justos entre las Naciones», apelativo creado por el Parlamento israelí en 1963 con el objeto de rendir el máximo honor a aquellas personas que, sin ser de confesión o ascendencia judía, prestaron ayuda de manera altruista y singular a las víctimas, por su condición de judíos, durante la Segunda Guerra Mundial. Georg Duckwitz recibió el nombramiento en 1971, dos años antes de morir.

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