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Crónicas al Voleo

Edelmiro Mayer, guerrero continental

Edelmiro Mayer, guerrero continental

Por Germán Tinti

 

El 14 de abril de 1865 se estrenaba en el Teatro Ford de Washington “Nuestro primo americano”, una obra en tres actos de Tom Taylor. Dos mil cuatrocientas personas colmaban las instalaciones. La gran convocatoria no residía en las bondades de la obra, sino en la presencia en la sala de Abraham Lincoln, 16º Presidente de los Estados Unidos y que por esos días vivía la euforia de los victoriosos tramos finales de la Guerra Civil que desde hacía cinco años libraban el Norte (“La Unión”) y el Sur (“La Confederación”).

Edelmiro Mayer, guerrero continental
Abraham Lincoln, Presidente de Estados Unidos, y amigo personal de Mayer.

Entre el público se encontraba Germán Edelmiro Mayer Posadas, General del Ejército de la Unión y amigo personal de Abraham Licoln y de su hijo Robert. El militar argentino fue uno de los anonadados testigos del atentado cometido por el actor y simpatizante de la causa confederada John Wilkes Booth, quien al comenzar la segunda escena del tercer acto disparó sobre el Presidente, provocándole una herida que causaría su muerte algunas horas después.

Edelmiro Mayer, guerrero continental
Así reflejaban los dibujantes el asesinato de Lincoln, Mayer estuvo presente.

Mayer había llegado a esa butaca en el Teatro Ford luego de un largo recorrido desde el Sur al Norte de América, participando en decenas de batallas tanto en Argentina como en Estados Unidos.

Nacido en la ciudad de Buenos Aires en 1839, era hijo del militar alemán al servicio del Ejército Argentino Juan Andrés Mayer Arnold y de Dolores Eustaquia de Posadas Castro, hija de Gervasio Antonio de Posadas, primer Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Abrazó de muy joven la carrera militar y sirvió en el ejército de Buenos Aires comandado por Bartolomé Mitre durante las batallas de Cepeda y Pavón (1859 y 1861 respectivamente), cuando Buenos Aires doblegó a la Confederación liderada por Urquiza.

Edelmiro Mayer, guerrero continental
Mayer peleó en el ejército de Mitre. Luego, se peleó con el General.

Por desinteligencias con el propio Mitre por un ascenso denegado pidió la baja (en ese entonces ya formaba parte del ejercito nacional) y marchó a los Estados Unidos, que por aquel entonces se hallaba desunido y en plena guerra civil. Mayer ofreció sus servicios militares al gobierno de la Unión y en esa circunstancia conoce a Robert Todd Lincoln, hijo del Presidente, con quienes establece una inmediata amistad. De este modo logra que se reconozca su rango militar y se abocó a proponer y dirigir la creación de regimientos de negros, fundamentando la iniciativa en su conocimiento de la experiencia vivida en la guerra de la independencia argentina, en la que los libertos  habían tenido destacadas actuaciones en las contiendas (y la historia aún omite reconocer adecuadamente).

Peleó a las órdenes del General Ulises Gran, tuvo destacada actuación en Chattannoga, fue herido gravemente en la batalla de Olustee y se participó del sitio de Richmond, capital confederada y cuya caída significó el principio del fin de los insurrectos sureños. Tan solo diez días después de esta victoria se producían los dramáticos hechos del Teatro Ford.

Mayer entiende que era hora de buscar nuevas batallas y cruza el Río Bravo para ponerse a las órdenes del revolucionario mexicano Porfirio Díaz, que junto a Benito Juárez enfrentaban a las tropas francesas que sostenían a Maximiliano I, el emperador títere de Napoleón III. Durante la guerra, el teniente coronel Cañas lo ofende y Mayer lo reta a duelo. El lance de honor se concreta al modo mexicano: a 20 pasos, con dos pistolas y avanzando. Su contendiente muere mientras Mayer recibe cinco balazos de los que termina reponiéndose.

Así reflejaban los dibujantes el asesinato de Lincoln, Mayer estuvo presente.
Porfirio Díaz. Mayer también combatió por Díaz, contra Maximiliano en México. Luego se enemistó, claro.

Durante el Sitio de Querétaro, en 1867, Mayer penetra en la ciudad sitiada para correr una aventura amorosa. Descubierto, se presenta al general Márquez, jefe de las tropas enemigas y lo convence de que no es un espía, al tiempo que lo insta a rendirse porque “la ciudad está vencida”. Márquez lo devuelve a las filas republicanas. Al caer Querétaro, Mayer retribuye aquel gesto ocultando a Márquez en su tienda, evitando de este modo que sea fusilado por las fuerzas independentistas.

Una vez vencido el invasor francés, Benito Juárez es elegido presidente y Mayer se ve envuelto en una conspiración en contra del gobierno. Sofocada la asonada, el argentino es condenado a muerte y solamente la intervención del embajador argentino en Estados Unidos, Domingo Faustino Sarmiento, logra que la pena capital sea conmutada por la expulsión de México.

Regresa entonces Edelmiro Mayer a Nueva York, en donde conoce y establece amistad con José Martí, el patriota cubano que lo invita a participar en una expedición que prepara para iniciar el proceso independentista de la isla caribeña. Pero Mayer declina la invitación y en 1873 resuelve volver a la Argentina.

Reinstalado en Buenos Aires, por decreto es reincorporado al Ejército con el grado de Coronel, pero Mayer rechaza el grado porque sostiene que ya es Coronel.

A esta altura del relato hay que decir que Mayer era un tipo bastante mal llevado.

Edelmiro Mayer, guerrero continental
Junto a Carlos Tejedor, participó de la sangrienta Revolución 1880.

Igual, contrajo matrimonio con Ana María Burmeister y tuvo dos hijos: Franklin y Rubén. Se dedica al comercio y le va mal. Se dedica a la política y la cosa mejora un poco, ya que es electo diputado provincial. Pero no  puede con su genio y junto al gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, participa en la Revolución de 1880, considerada el último episodio de las guerras civiles entre las provincias argentinas. El enfrentamiento, signado por la sucesión del presidente Nicolás Avellaneda y la federalización del territorio de la ciudad de Buenos Aires, se saldó con cruentos enfrentamientos que culminaron con la derrota de la Provincia de Buenos Aires, la ciudad convertida en territorio federal y el inicio de la larga hegemonía de Julio Argentino Roca en la política argentina. Y con Mayer definitivamente fuera del ejército. Como ya se dijo: un tipo mal llevado…

Sin embargo, Edelmiro Mayer tuvo también una marcada faceta intelectual: ejerció el periodismo colaborando con diversos periódicos, realizó una de las primeras traducciones de la obra de Edgar Allan Poe al español (también tradujo autores ingleses y franceses) y publicó un libro con referencias autobiográficas: «Campaña y guarnición: escenas de la vida militar».

Edelmiro Mayer, guerrero continental
Conociendo su historia, hay que decir que Edelmiro Mayer era definitivamente, un tipo complicado. Valiente, si. Pero complicado.

Pero no estaba hecho para la vida de ciudad y junto a su cuñado se establece en una estancia cercana al puerto de Güer Aike, a pocos kilómetros de Río Gallegos. En un nuevo horizonte rural y patagónico se recortaba la figura de Germán Edelmiro Mayer Posadas cuando le llegó, en 1993, la designación de Gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz firmada por el Presidente Carlos Pellegrini.

Como Gobernador, según narra el Historiador Eduardo Lazzari, buscó fortalecer la presencia del Estado en un vasto territorio casi despoblado (un habitante cada veinticinco kilómetros cuadrados). Fundó escuelas y propuso la enseñanza de piano. Construyó varios cuarteles militares en la frontera con Chile para refrendar la pertenencia de ese territorio a Argentina. Construyó el primer hospital y completó el poblamiento costero, en lugares como Puerto Deseado, Puerto San Julián y Güer Aike. Fomentó la instalación de estancias y la cría de ovejas, trayendo las primeras majadas desde las islas Malvinas. También auspició la llegada de varias expediciones científicas a Santa Cruz. El 4 de enero de 1897 murió en su estancia.

No es que me gusten los milicos. Pero en tiempos en que la épica es cada vez más tribunera viene bien rescatar la figura del guerrero romántico decimonónico, aunque sea para imaginar el guion de una película de aventuras.

nakasone