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Crónicas al Voleo

Corinthians: la utopía democrática de Waldermar, Adilson y Sampaio

Corinthians: la utopía democrática de Waldermar, Adilson y Sampaio
Por Germán Tinti (Especial para AGnoticias)

El primer presidente del Corinthians fue Taylor Michael Battaglia, quien al asumir su cargo dijo: «El Corinthians será el equipo de la gente y la gente es quien va a hacer el equipo». No sabía que esas palabras eran una verdadera predicción

El Sport Club Corinthians Paulista fue fundado el 1 de septiembre de 1910 en el barrio Bom Retiro de la ciudad de Sao Paulo, por los trabajadores ferroviarios (cuando no) Anselmo Correa, Antonio Pereira, Carlos Silva, Joaquim Ambrosio y Rafael Perrone.

El Corinthians es el club de fútbol más antiguo del Estado de Sao Paulo, el que más veces se consagró campeón estadual y el tercero en el palmarés de torneos nacionales (detrás de los también paulistas Palmeiras y Santos). Una exitosa institución deportiva, que también practica básquet, handball, fútbol americano, fútbol sala, rugby, atletismo, artes marciales, bochas, remo y voleybol, entre otras tantas actividades.

Pero más allá de ser uno de los clubes más populares de su Estado y del país, el Corinthians logró una trascendencia mundial histórica cuando se convirtió en una experiencia cívica y social en tiempos y en un ámbito que a priori eran totalmente adversos a este tipo de iniciativas que trascendían la conformación de un equipo competitivo y conseguir los medios económicos para mantenerlo.

Pongamos en contexto

Conviene contextualizar en la situación sociopolítica en que se desarrolló lo que en todo el mundo se conoció como la “Democracia Corintiana”. El 31 de marzo de 1964, el General Olímpio Mourão Filho movilizó en Minas Gerais las tropas bajo su mando en dirección a Río de Janeiro. Allí donde se encontraba el Presidente Joao Goulart, del Partido Trabalhista Brasileiro.

El levantamiento contaba con el apoyo de (vaya sorpresa) la Embajada de Estados Unidos. A partir de entonces –y durante varios días– las distintas guarniciones militares fueron sumándose a la rebelión y el Congreso, con la oposición de los representantes del partido de Goulart y los tanques apuntando, destituyó al Presidente democrático. Y terminó designando en su reemplazo al Titular de la Cámara de Diputados, Rainieri Mazzilli primero y al General Humberto de Alencar Castelo Branco unos días después.

La dictadura brasileña se convertiría con los años en una de las más largas del subcontinente. (Obvio que un golpe de estado no es la ocurrencia de un milico que se levantó con resaca. Es mucho más complejo, pero no vamos a profundizar este asunto ahora. Gugleen).

En ese contexto sociopolítico, quince años después, llegaría a la presidencia del Corinthians Waldemar Pires, un corredor de bolsa que llegaba –supuestamente– como títere del Presidente saliente: Vicente Matheus, quien había completado una década como titular del Timão. En los papeles la cosa era Pires al gobierno, Matheus al poder. Pero Pires tenía sus propias ideas y se desmarcó de su antecesor. La revolución comenzó cuando designó como “Director General de Fútbol” a Adilson Monteiro Alves, un sociólogo hijo de un ex dirigente del club.

Eligiendo los alfiles

Monteiro Alves comenzó a aplicar políticas inéditas en el ámbito del fútbol profesional. Apoyándose principalmente en cuatro integrantes del plantel que demostraban un marcado interés por la actividad política: Walter CasagrandeZenon de Sousa Farias (Zenon),Wladimir Rodrigues dos Santos (Wladimir) y, fundamentalmente Sampaio de Souza Vieira de Oliveira (o sea, Sócrates).

Con estos alfiles, que brillaban en el césped y hablaban en el vestuario con gran influjo sobre sus compañeros, el fútbol del Corinthians se convirtió en un experimento social en el que cada paso se decidía en asamblea y por votación de todos los involucrados. Desde el Presidente hasta el más humilde de los asistentes. Así se resolvía todo: horarios de entrenamiento, de comidas, si había que comprar balones o indumentaria; qué jugadores había que contratar o si se debían renovar contratos de entrenadores. No obstante, el director técnico tenía total autoridad en lo que se refería al armado del equipo y la forma de juego.

El lema era “libertad con responsabilidad”. Inclusive las concentraciones eran optativas (Socrates las odiaba, decía que “sólo sirven para tenerte encerrado. Y cuando estás preso sólo sueñas con la libertad, es decir, con que se acabe el partido. Sólo estás pendiente de que pite el árbitro para poder irte a tomar algo. Si no estás preso, todo lo centras en el partido. En ningún sitio se come y se duerme como en tu casa, y además es mejor para rendir en el campo”).

De alguna manera, se llevaba a la práctica lo que Geraldo Vandré había escrito en 1968:

Caminhando e cantando e seguindo a canção
Somos todos iguais braços dados ou não
Nas escolas, nas ruas, campos, construções
Caminhando e cantando e seguindo a canção

Pero más allá de lo que ocurría dentro del club, o más bien como consecuencia natural de ello, la “Democracia Corintiana” (expresión acuñada por periodista Juca Kfouri, muy vinculado a aquel plantel, y popularizada por el publicista Washington Olivetto, encargado de marketing del club) se extendió a la vida social y política de Sao Paulo primero y de Brasil después.

Los buenos resultados convirtieron la organización interna del Timão en noticia que trascendía los suplementos deportivos. Y sus principales protagonistas, con Sócrates a la cabeza, entendieron que la popularidad podía ser útil a causas superiores. “Abolimos el proceso que existía en el fútbol, donde los dirigentes impedían que los jugadores se hicieran adultos. Al inicio hubo ansiedad en mis compañeros, pero no estaban acostumbrados a expresarse, a decidir. Pero fueron aprendiendo y se prepararon para enfrentar su profesión y su vida” expresó el habilidoso volante algunos años después.

Sócrates, pensamiento coherente

Recibido de Médico cuando comenzaba a destacarse como futbolista, durante su paso en el Corinthians, Sócrates solía salir al campo de juego luciendo una vincha con consignas políticas, algo que también hacía cuando vestía la camiseta del seleccionado de Brasil. Poco tiempo pasó para que esas consignas también se imprimieran en la casaca del club. Era una época en el que diversos sectores comenzaban a reclamar una apertura democrática más allá de algunas puestas en escena que la dictadura montaba para aflojar las presiones internacionales. Con la consigna “Día 15 Vote” apoyó la candidatura a gobernador de un hincha del equipo que provenía del sindicalismo: un tal José Inazio Da Silva. El slogan “Democracia Corintiana” ya era habitual en los dorsales blanquinegros.

Pero el gran salto fue en 1983, cuando adhirieron al reclamo del Senador Teófilo Varela por la realización de elecciones directas para elegir Presidente (que por entonces era designado indirectamente por los legisladores). “Diretas Já era un grito ensordecedor que se amplificaba fabulosamente en esas 11 camisetas dentro de una cancha de fútbol. Ese mismo año, en la final del Campeonato Paulista, el Timão salió a enfrentar al Sao Paulo con una bandera que era una declaración de principios: “Ganar o perder, pero siempre con Democracia”.

Fue el corolario de un año histórico para el Corinthians. Ganó la serie final (1×0 el partido de ida, 1×1 la revancha), consagrándose bicamepeão. Sócrates convirtió los dos goles de su equipo. Pero además el club en este período obtuvo un superávit equivalente a unos 3 millones de dólares, algo nada habitual para el fútbol brasileño de esa época.

Nada fue en vano

En 1984 comenzó el declive de esta gran utopía. En fútbol los resultados son la vara y al Corinthians ya no se le dieron. Además, los milicos hicieron oídos sordos al pedido de elecciones presidenciales libres. Y Sócrates, que había dicho que si no se daba una apertura democrática se iría de Brasil, cumplió su promesa y fichó para el Fiorentina. Aunque solamente duró unos meses en el fútbol italiano (demasiados entrenamientos y temperaturas poco amigables para un brasileño) y volvió a su país. Pero nunca más jugó para el club que le otorgó la gloria. En 1986 participó en el Mundial de México (aún emociona ese increíble partido de cuartos de final ante Francia) y después su llama se fue apagando. Al año siguiente Pires dejó de ser Presidente y regresó el incombustible Matheus.

Sin embargo, los sueños de la Democracia Corintiana no fueron en vano, pero debieron esperar. En 1985 fue electo en forma indirecta Tancredo Neves como Presidente de Brasil, pero falleció antes de asumir y su sucesor fue Jose Sarney. Recién en 1988 se dictó una nueva Constitución que establecía un Estado democrático de derecho y de estructura Federal. En 1989 se realizaron las primeras elecciones presidenciales directas, que consagraron a Fernando Collor de Melo. Medio que el sueño corintiano se convertía en una pesadilla, pero esa es otra historia.

Pero más allá de los avatares y contingencias políticas de un determinado momento histórico, este proceso del Corinthians viene a desmentir que el fútbol es el moderno opio de los pueblos. Al menos no necesariamente es así. Pires, Montero Alves, Sócrates y compañía son claro ejemplo de eso. Raras avis, es cierto, pero las piezas que se salen del molde son las que generan los grandes cambios.
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