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Así en el fútbol como en la vida: una historia de pasión y muerte

Así en el fútbol como en la vida: una historia de pasión y muerte
Especial, desde el archivo de Cosas Nuestras

La semblanza se remonta a las primeras décadas de existencia de nuestro querido fútbol local.

La historia de nuestro fútbol es riquísima en personajes, historias y anécdotas. La que hoy vamos a reflejar ingresa en el salón de la fama de las grandes historias de vida relacionadas al deporte. Corría el año 1928….

Hoy vamos a remitirnos a una crónica publicada en el semanario Alborada, que se editaba en Alta Gracia por 1931. La nota hacía referencia a un tal Norberto Arturo Drago, arquero el hombre, y uno de los primeros ídolos que tuvo nuestro naciente fútbol.

La nota da cuenta que Drago se inició jugando en Peñarol, un equipo de Segunda División de nuestra Liga, que poco después pasó a llamarse Hipólito Irigoyen. En 1928, Drago pasó a Central Argentino y estando en ese club fue convocado para la Selección de la Liga para jugar ante Cruz del Eje por el Campeonato Argentino.

Aquel partido estaría llamado a ser el más emotivo de su vida. Mejor vayamos textualmente a recorrer lo que cronicaba el periódico Alborada al respecto: 

 “Tenía el día del encuentro gravemente enfermo a un hermano de él: Vicente Drago. Los dirigentes del foot ball en aquel entonces cifraban la esperanza de triunfo en su presencia en la valla.

¡Si falta Drago, falta todo! Decían y sus pasos se encaminaban al Hospital donde Norberto Arturo estaba triste y cabizbajo a la cabecera de la cama de su hermano enfermo. Múltiples trabajos se hicieron para llevarlo al field, y al fin consiguieron los dirigentes su propósito.

¡Cuando llegó Drago a la cancha, el ánimo de los espectadores y de los jugadores todos se sintió retemplar, ya no solo veían la victoria, la palpaban!, los dedos se sentían suavizados como pétalos de rosa y los goles parecían franquear la valla adversaria como índices consagratorios de la victoria final.

Faltaban solo cinco minutos para terminar el partido: la Liga de Santa María llevaba dos goals a favor contra la de Cruz del Eje, que solo tenía uno. Los cruzdelejeños no se desanimaron. Tras uno iba otro ataque que al final era infructuoso. Pero cuando faltaron tres minutos empataron las posiciones ante la sorpresa general.

Antes de llegar la ball al arco, Drago se había llevado las manos a la cara. Estaba llorando. Si, llorando con el corazón hecho pedazos ante la fatal noticia… un imprudente se la había trasmitido sin guardar preámbulos: ¡Vicente acababa de morir!

El arco se cubrió de crespones: por el corazón de la muchachada cruzaron nubarrones negros presagiadores de tormentas, y llovió. Si, llovió una tristeza infinita que desbordó de sentimiento el perfil flora de las buenas almas…

El partido terminó empatado. Como era de tanta importancia tuvo que jugarse tiempo suplementario. Santa María actuó solo con diez hombres. Con diez que fueron en el field veinte. Se duplicaron, y uno de ellos, Ahumada, se cuadruplicó –Me van a meter goles si son brujos-. Efectivamente, hubo el propósito de triunfar, y se triunfó, porque no solo había el deber de ganar sino el que no fuera estéril el esfuerzo que Drago había hecho para que el foot ball inscribiera en el Argentino su nombre glorioso”.

Historias como éstas tiene muchas el fútbol. Historias relacionadas con la vida misma y que nos hace acordar, en tiempos de súper profesionalismo, que el fútbol es un deporte, el más bello del mundo, y que es practicado por seres humanos con sentimientos, alegrías y tristezas.

Valga el recuerdo para Norberto Arturo Drago, uno de los primeros ídolos que tuvo el fútbol de Alta Gracia, y para aquellos otros diez gladiadores que consiguieron la hazaña en aquel lejano 1928.

nakasone