Por Belén Montoya
La cuestión histórica: El día internacional de la mujer
El Día Internacional de la Mujer, también conocido como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, conmemora la lucha de la mujer por su participación dentro de la sociedad, en pie de emancipación de la mujer y en su desarrollo íntegro como persona. Se conmemora el 8 de marzo y es fiesta nacional en algunos países. Fue institucionalizado por las Naciones Unidas en 1975 con el nombre de Día Internacional de la Mujer.
En la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague en 1910, Clara Zetkin propuso y se aprobó la celebración del «Día de la Mujer Trabajadora», que se comenzó a celebrar al año siguiente. La primera conmemoración se realizó el 19 de marzo de 1911 en Europa, desde entonces se ha extendido a otros países y continentes.
Otra versión muy conocida del histórico día, es que en el se homenajea a las víctimas del incendio de la fábrica de confección de camisas Triangle Waist Co, en Nueva York. Un grupo de personas – en su gran mayoría, mujeres- se encontraban protestando, hasta que el lugar fue incendiado. El fuego causó la muerte de 146 personas: 123 trabajadoras y 23 trabajadores, dejando otras 70 heridas. La mayoría de las víctimas eran mujeres jóvenes inmigrantes de Europa del este e Italia, de entre catorce y veintitrés años de edad.
La mujer en el espacio público
Teniendo la cuestión histórica resuelta, no es muy difícil imaginar porqué las marchas del 8 de Marzo convocan a tantas mujeres. Como aquellas mujeres que murieron peleando por sus derechos en Triangle Waist Co, nosotras queremos hacernos escuchar. Y realmente, tenemos mucho para decir.
El feminismo llego hace, al menos, un siglo. Y llegó para quedarse. Las mujeres estamos colmando el espacio público para conquistar nuestros derechos. Porque protestar es hacerse oír, decir «che, acá estamos». Si volvemos un poco para atrás, así conseguimos el sufragio femenino, por ejemplo. Nuestra voz es fuerte, y si estamos juntas, mucho más.
Hoy, más que nunca, necesitamos gritar, porque nos queda mucho que decir y muchos derechos que pelear.
¿En contra de qué estamos?
No es ninguna novedad que el ruido incomoda. Y bueno, nosotras incomodamos a mucha gente. Porque no está bien visto que las chicas, las damas y señoritas, andemos por ahí gritando en marchas. Resumir la cuestión a que «somos unas histéricas» me parece lo mas sencillo y de cierta forma, lo más ignorante. La cosa es fijarse qué decimos, no de que modo. Y para eso, hay que dejar la ignorancia e ir al porqué.
La violencia de género es una de las violencias más letales que hay actualmente en la sociedad. Se trata del ataque de un hombre hacía una mujer. Es una violencia compuesta de otras violencias: violencia verbal, física, psicológica, laboral, entre otras. Y en el peor de los casos, esa violencia termina en la muerte de una mujer.
¿Qué significa la muerte de una mujer? Bueno, voy a tratar de resumirlo en pocas palabras sin ser dramática. Se trata de una silla vacía. De una amiga que no va a dar nunca más un consejo. De una madre que no va a recibir nunca más un abrazo o un saludo en octubre. Se trata de dolor. Mucho dolor.
Aquí es donde sería necesaria una buena capacitación en género – como el cumplimiento de la Ley Micaela, por ejemplo- tanto en la justicia como de las fuerzas policiales. Se trata de mujeres que fueron asesinadas a causa de violencia machista y de un total abandono por parte del Estado, ya que no tuvieron las herramientas ni el conocimiento necesario para hacer nada. Aunque suene duro, hubo complicidad.
Igualmente, la violencia contra la mujer no se resume únicamente a los femicidios. Se resume también a la desigualdad. Hoy en día, en pleno siglo XXI, los datos son vergonzantes. En cuanto al trabajo, las mujeres trabajadoras argentinas suelen llegar a cobrar hasta un 27% menos en una labor similar a la de un hombre.
Ni hablar de la falta de mujeres en las dirigencias de empresas, política, comercios, etc. Aún nos quedan pasos por dar adelante. Demasiados, diría yo. Buscamos un cambio transversal, social, en el cual el estado tiene un rol muy importante que cumplir. Tiene que haber una intención política de que todo cambie. Las desigualdades tienen que resumirse hasta ser nulas. Lo necesitamos.
No es un día de festejo, es un día de lucha
He aquí la cuestión: ¿Qué más quisiéramos nosotras que aceptar las flores, los saludos y los chocolates por el día de la mujer? Estaría bueno, pero no. Eso seria resumir el día a una mera cuestión comercial.
Siempre es importante hacer la tarea de reflexionar en este día. Reflexionar acerca de los derechos que ya conquistamos, y aquellos que aún nos faltan.
Es importante recordar por qué se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora el 8 de marzo, y no dejarse llevar por frivolidades que comercializan un día tan simbólico para el feminismo. Además de ser un día en el cual muchas mujeres en nuestro país realizan un paro y salen a la calles, debe ser un día en el que debemos repensar y plantearnos muchísimas cosas.
¿Porqué marchamos?
Una vez, antes de irme a una marcha del 8M, una persona me preguntó «¿Porque vas a marchar?». Una pregunta sencilla me dejó pensando mucho.
¿Marcho por mis convicciones? Si. ¿Lo hago por mí? En partes si, pero no lo resumiría a eso. También marcho por las mujeres de mí vida ¿Marcho para no ser funcional a las ideas del sistema? Un poco que sí. Marcho porque el machismo esta instaurado en las paredes del sistema. Y se hace notar todo el tiempo.
Todo esto pensé minutos previos a irme a Córdoba a la marcha. Cuando llegué entendí todo. Estaba marchando por junto a las pibas de 12 o 13 años con el uniforme escolar, que ya entendieron todo, incluso antes que yo. También
con la señora de unos 60 años, que a pesar de las costumbres con las que creció entiende que estos son tiempos de cambios. Con el sinfín de pibas dando una respuesta política bastante contundente.
También marché por mí vieja que tiene terror de que ande sola por la calle de noche y vive intranquila. Por mis amigas que sufrieron algún tipo de maltrato o abuso. Que sintieron que las intimidaron demasiado y lloraron solas. Por mi hermana, que espero que tenga un mundo mejor.
Por mí. Porque el feminismo me ayudó a entenderme de otra perspectiva más llena de amor. Hoy, años después, me siento aliviada. Aliviada de haber ido, aliviada de ser parte del cambio y aunque sea mínimo, hacer mi aporte. Sé que se nos va a volver a estrujar el corazón de angustia pero sé que va a parar.