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Crónicas al Voleo

Un Panteón para la Diosa de Ébano

Un Panteón para la Diosa de Ébano
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

En la cima de la montaña de Santa Genoveva, en pleno barrio latino de París, se erige el monumental Panteón; construido inicialmente para ser destinado a iglesia, pero que finalmente se convirtió en lo que podría denominarse el mausoleo de la nación. A punto tal que en su frontispicio puede leerse «Aux grands hommes la patrie reconnaissante» (A los grandes hombres, la patria agradecida).

Veamos: Allí descansan los restos mortales de figuras de las artes, la cultura, la ciencia y la política de la estatura de François-Marie Aroue (conocido en el barrio como Voltaire), el escritor Víctor Hugo, el periodista y escritor Émile Zola (autor del inmortal manifiesto «J’accuse…!»), Louis Braile, Jean Monnet y los esposos Curie, entre otras personalidades. En síntesis, no cualquier poligrillo va a parar con sus huesos a este monumental panteón.

Pues bien, esta semana, precedida por un emotivo y fastuoso homenaje, ingresó en el Panteón de París Joséphine Baker. ¿Quién fue esta mujer para que su memoria, y sus restos, merecieran tan alto homenaje?

Una chica pobre del Misisipi

Su nombre de pila fue Freda Josephine McDonald y había nacido en San Luis, en el estado norteamericano de Misuri en 1906. Hija de una mujer que limpiaba casas y de un músico callejero que al poco tiempo abandonó a ambas, su infancia –como la de tantos niños negros y pobres– fue dificilísima. Ya de niña ayudaba a su madre en el servicio doméstico en casas de los más ricos del pueblo. Muchas veces debió alimentarse de los tachos de basura y a los 13 años abandonó la escuela para casarse con Willie Wells.

Las penurias económicas no impidieron que desarrollara una gran habilidad para el baile y a los 14 años ganó su primer concurso. Una puerta se había abierto y no pensaba dejar pasar la oportunidad. Poco tiempo después logró pasar la prueba para ingresar en un teatro de vodevil y desde entonces no se bajó nunca más de los escenarios.

En 1920 se divorció de Willie y se unió a una pequeña compañía de artistas nómadas conocida como «Jones Family Band» con la que salió de gira por diversos estados del país. Un año después, en Filadelfia, Josephine conoce a William Howard «Willie» Baker, un guitarrista de blues de quien se enamora y con quien se casa en 1921. De su segundo esposo conservará el apellido artístico por el resto de su vida.

Camino a Brodway

Por aquellos años, en Nueva York la avenida Broadway empezaba a convertirse en la meca del teatro y del musical en la costa Este. Decidida a insertarse en ese prometedor mundo, Josephine dejó colgado a su segundo esposo y partió rumbo a la gran manzana. Luego de desarrollar un pequeño papel en comedia musical Shuffle Along, de gran popularidad en la comunidad negra neoyorquina, Baker se unió a los Chocolate Dandies, con quienes actúan en el Plantantion Club de Harlem. Allí conoce a Caroline Dudley Reagan, esposa del agregado comercial de la embajada de Estados Unidos en París, Donald J. Reagan, quien ve en ella un gran potencial y le ofrece montar un espectáculo en París con Josephine de protagonista.

A esta altura del relato es necesario decir que Josephine Baker era una mujer bellísima, dueña de un enorme talento para el baile, el canto y la actuación y un desparpajo inusual para la época. El 2 de octubre de 1925 debutó en «La Revue Nègre», un espectáculo plagado de estereotipos raciales al ritmo del charleston. Su frenético y sensual baile, y su cuerpo apenas cubierto por una breve falda de bananas de tela alborotó y extasió al público parisino, mucho más liberal que los rancios y conservadores espectadores norteamericanos.

París a sus pies

El éxito superó al escándalo y «La Revue Nègre» estuvo en todos los periódicos de la capital francesa. Eran los tiempos del Art Dèco y de la reivindicación del arte africano, y para reforzar esa conexión el productor incorporó al espectáculo una impresionante hembra de guepardo a la que llamó Chiquita. Cuando el show se terminó, Baker se quedó con Chiquita, la ornamentó con un costoso collar de diamantes y se hicieron inseparables.

Desde entonces su ascenso en el mundo del espectáculo no conoció límites. Fue la primera mujer negra en protagonizar un largometraje: Zouzou de Marc Allégret, en 1934. También realizó innumerables giras por Europa y durante un buen tiempo fue la figura principal del Folies Bergère. Además abrió su propia discoteca: Chez Josephine, que se convirtió en centro de reunión del Tout-Paris. Intentó volver a su país natal, pero el escaso éxito y la segregación hicieron que se volviera a Francia antes de lo previsto.

Pero la fiesta parisina que evocó Ernest Hemingway en su autobiografía se acercaba a su final. Después de invadir Polonia los tanques de Hitler se dirigieron a Francia y se acercaban a paso redoblado a París, conducido por soldados pasados de anfetas.

La bailarina que fue espía

Un año antes de que los nazis invadieran París la inteligencia francesa le ofreció reclutarla para su servicio de espionaje. «Francia es el país que me adoptó sin reservas. Estoy dispuesta a dar mi vida por ella» respondió sin dudar. En épocas en que muchos abandonaban la ciudad, Josephine continuó realizando su espectáculo y luego colaboraba con quienes habían perdido todo en la conflagración. De niña había tenido noticias de la criminal violencia ejercida por la población blanca de East St. Louis (Illinois) en contra de la comunidad negra en 1917, conocía en carne propia la discriminación y estaba decidida a luchar en contra de ella.

Cuando cayó París se unió a la resistencia y, por su condición de estrella del espectáculo podía acceder a las fiestas que brindaban las acaudaladas familias colaboracionistas y los embajadores. Allí corría el champagne y todos hablaban de más en la presencia de una figura de su talla. Se retiraba de las mansiones por la madrugada, con información escrita en tinta invisible en sus partituras y documentos adosados a su ropa interior.

Viajó por toda Europa y parte de África, en Casablanca colaboró con una red que permitía la huida de judíos a Sudamérica. Además de su trabajo como espía, Baker se trabajó como voluntaria para la Cruz Roja desempeñándose como enfermera y también como piloto. Pero su ayuda también fue más mundana. Además de jugarse el pellejo espiando cantaba y bailaba para las tropas, gratuitamente, por supuesto. Finalizada la guerra recibió la Legión de Honor y el propio Charles De Gaulle la condecoró con la Cruz de Guerra.

Triste retorno al hogar

Volvió a Estados Unidos y una vez más sufrió la discriminación racial. Se le prohibió el ingreso a 36 hoteles. Por otra parte, ella se negaba a actuar en locales donde se impidiera la entrada a negros. Aquella gira culminó con un desfile frente a 100.000 personas en Harlem para honrar su título de «Mujer del Año» de la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color.

Para celebrarlo fue a cenar al Stork Club uno de los restaurantes más exclusivos de Nueva York, pero una vez más sintió el rigor del racismo y luego de una hora de espera sin que nadie la atendiera se fue humillada. Pero detrás de ella también se retiró, igualmente enfadada, una joven actriz rubia que empezaba a ser conocida en la TV y que se convertiría, desde entonces, en una de sus más grandes amigas: Grace Kelly.

La tribu del arco iris

Su activismo en contra de la discriminación a las minorías fue haciéndose cada vez más firme con el paso de los años. Fue la única mujer junto a Martin Luther King al pie del monumento a Lincoln en la Marcha a Washington por los Derechos Civiles.

Para entonces había perdido casi toda su fortuna e incluso su hogar. Una vez más Grace Kelly, ya Princesa de Mónaco, acudió en su ayuda y le cedió una residencia en Montecarlo. Josephine contaba ya con 4 matrimonios sobre el lomo, además de decenas de amantes hombres y mujeres. También, frustrada por no poder tener hijos, había adoptado 12 niños huérfanos de diversas nacionalidades (francesa, marroquí, coreana, japonesa, colombiana, finlandesa, argelina, venezolana y marfileña) a quienes llamaba «la tribu del arco iris»

El 12 de abril de 1975 murió a causa de un derrame cerebral sufrido dos días antes. Fue enterrada en el cementerio de Mónaco, donde permaneció hasta el pasado 30 de noviembre, cuando fue trasladada al Panteón de París, convirtiéndose en la sexta mujer y la primera negra que ingresa en el gran templo laico de Francia.

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