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Crónicas al Voleo

Un hombre, un puesto

Un hombre, un puesto
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

¿Qué tienen en común Fernando Redondo, Xabi Alonso, Juan Domingo Patricio Cabrera, Lothar Matthäus, Ronaldinho, Gianni Rivera, Hidetoshi Nakata, Gheorghe Hagi, Salvador Mastrosimone e incluso el «Sapito» Altamirano, líder del mejor Villa Siburu del último medio siglo?. Que todos ellos eran mediocampistas o, como también se dice, «volantes».

Hay volantes defensivos, volantes ofensivos, marcadores volantes, volantes ventilador… Pero todos ellos vienen de un mismo origen: Carlos Martín Volante. Tercer hijo de un matrimonio de inmigrantes italianos conformado por José María y Luisa Estevano, que finalmente tuvieron seis hijos en nuestro país.

Por esas calles del Sur

Luego de correr por años en los potreros del sur bonaerense, donde nacieron, los cuatro varones Volante fueron fichados para jugar en inferiores de Lanús. De los cuatro, solamente Carlos y José Norberto llegaron a la primera división. A los 19 años, Carlos debutó en la primera del granate.

Pero no fue muy prolongada su trayectoria en Lanús. Carlos se desempeñaba como centre – half y apenas jugó once partidos en dos años, hasta que en 1926 fue convocado para cumplir con el servicio militar. La alimentación de los cuarteles lo hizo subir de peso y cuando fue dado de baja debió someterse a dieta para poder volver a jugar. En 1927 pasó al club General San Martín y un año después se incorporó a Platense.

Primer argentino en Nápoles

El domingo 24 de marzo de 1929 le tocó enfrentar a su hermano, que aún jugaba en Lanús, en el histórico primer cotejo oficial en la nueva cancha de Arias y Acha, allí donde hoy se levanta la imponente Fortaleza. Luego de su paso por el «Calamar» jugó un corto tiempo en San Lorenzo y luego fue transferido a Vélez Sarsfield, pero tampoco pasó mucho tiempo en el club de Liniers, aunque formó parte de una delegación que realizó una gira internacional por todo el continente.

Después jugó unos pocos partidos en Excursionistas y en 1933 firmó contrato para el Napoli. Los equipos de la recientemente creada Serie A italiana buscaba reforzarse con jugadores sudamericanos, costumbre que ya casi lleva un siglo.

Volante luego pasa al Torino y después al Livorno. En aquella ciudad bañada por las aguas del mar Tirreno contrae matrimonio con una dama de la alta sociedad,  pero las cosas se empezaron a poner espesas en Italia. Benito Mussolini, que ya era el dictador que todos conocemos, decidió reclutar a los extranjeros hijos de italianos que residían en la península para alimentar las tropas que se preparaban para una guerra que ya se olía en el aire. El argentino, y su reciente esposa, decidieron poner tierra de por medio y buscar destinos –en principio– menos hostiles.

La ciudad luz

Así llegó Francia, previo paso clandestino a Suiza, y fichó para el Rennes, poco después pasó al Olympique para llegar, en 1937, al Paris FC. Según escribe el periodista Marcelo Calvente en el sitio «Lástima a nadie, maestro», «allí se integra muy pronto a la elite cultural que conformaban los jóvenes argentinos de clase alta que se desvivían por el clima distendido que aún reinaba en la Ciudad Luz, y entabla amistad con (el guitarrista) Oscar Alemán; es conocida la historia del equipo de fútbol amateur que el guitarrista de Josephine Baker formó, el Tango Fútbol Club, que jamás perdía, porque secretamente lo integraban cuatro futbolistas argentinos profesionales. Uno de ellos era Carlos Martín Volante».

Con la sombra de la guerra extendiéndose sobre todo el viejo continente, Francia organiza el mundial de 1938. Allí Volante aparece como masajista del seleccionado brasileño. Aparentemente, quien se le consiguió el puesto habría sido un joven nadador brasileño llamado Joao Havelange.

De un apellido nace un puesto en la cancha

Formar parte de la delegación brasileña le permitió al argentino huir de Francia cuando la conflagración bélica era un hecho. Cuando pudo poner un océano de por medio, Carlos Volante se radicó en Brasil y firmó para el Flamengo. En el Mengao alcanzó el zenit de su carrera deportiva, consagrándose tricampeón carioca junto a figuras como Domingos Da Guia y Leónidas. En el club más popular de Río de Janeiro (¿y de Brasil?) puso fin a su carrera deportiva en 1943.

Poco tiempo después de su retiro, Flávio Costa, entrenador del Rubro – Negro le habría indicado a su reemplazante, el paraguayo Modestro Bría, que «jugara como Volante». De allí a «jugá de volante» hubo un paso y la expresión se difundió como reguero de pólvora por toda Latinoamérica. El volante reemplazó al mediocampista en nuestro continente.

Volante se convirtió en una de las máximas figuras del fútbol brasileño y dejó un gran legado en los años posteriores a su retiro.  Joel Santana, único entrenador campeón carioca con los cuatro grandes de Río de Janeiro, Flamengo, Fluminense, Vasco da Gama y Botafogo, y que actualmente dirige en la MLS, hablaba insistentemente de Carlos Volante, explicando la enorme influencia que había tenido el argentino en el desarrollo del juego brasileño de los 50.

Un puesto, su legado

Una vez retirado, volvió a la Argentina para dirigir a su primer amor, el Club Atlético Lanús para, en 1946 regresar a Brasil para asumir en el Inter de Porto Alegre. Luego desarrolló una intermitente carrera de entrenador que incluyó solamente dos clubes más: el Vittoria de Salvador, entre 1953 y 1955, en tanto que en 1959 se hizo cargo del Bahía por el término de un año, consagrándose Campeón Brasileño.

El puesto que bautizó se convirtió en una especie de homenaje permanente para Carlos Volante, que luego de abandonar toda relación con el fútbol cayó en una especie de ostracismo hasta su muerte en 1987, cuando tenía 81 años.

Un outsider casi olvidado

Si bien su palmarés incluye un ascenso con el Livorno en Italia, la obtención de la Copa de Francia con el Rennes. El Campeonato de Francia con el Olympique, tres campeonatos cariocas con el Flamenco y el ya citado campeonato brasileño con el Bahía, Carlos Volante no es muy recordado. A punto tal que, cuando Lanús y el Flamengo se enfrentaron el sur bonaerense por la Copa Libertadores, un periodista de Lance, Claudio Portella, intentó averiguar detalles de su vida. Pero se dio que en su ciudad natal y en el club que lo vio nacer futbolísticamente, casi nadie recordaba su nombre.

Algunos lo definieron como un «outsider», y es que Carlos Volante no encajaba con el molde típico del futbolista, mucho menos con los actuales parámetros. Se casó con una mujer de la alta sociedad de Livorno y durante su estadía en París se relacionó con la intelectualidad argentina. La que concurría a la ciudad luz a empaparse de las nuevas corrientes artísticas en tertulias a la que también asistían algunos tarambanas que despilfarraban tirando manteca al techo la fortuna forjada por sus abuelos. Dineros conseguidos a fuerza de pisar bosta de vaca, los que inspiraron a Dante Quinterno para crear a Isidoro Cañones.

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