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Crónicas al Voleo

Películas malditas del cine español

Películas malditas del cine español
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Con los años, las películas de terror españolas prácticamente se han convertido en un subgénero dentro de uno de los géneros más populares del cine universal. Según el crítico Ángel Sala, el cine de terror ibérico comenzó en Cataluña de la mano de uno de los pioneros del cine mudo en la madre patria: Segundo de Chomón, que en 1908 dirigió el corto de producción francesa «El hotel eléctrico».

Durante las tres primeras décadas del pasado siglo el cine de miedo fue afirmándose con títulos como «Fue una pesadilla» (Miguel Ballesteros, 1925), «Más allá de la muerte» (Benito Perojo, 1925) o «Una de miedo» (Eduardo Maroto, 1935). Pero la tradición se cortó cuando Franco tomó el poder y quedó en animación suspendida hasta que el diminuto gallego se convirtió en alimento balanceado para gusanos.

La historia de Juan

A ese acervo cinematográfico pretendía sumarse el sevillano Claudio Guerín Hill cuando decidió que su cuarta película sería «La campana del infierno», la historia de Juan, quien luego de tres años internado en  un instituto psiquiátrico a instancias de su tía, es dado de alta cuando muere su madre. Tiene un detallado y macabro plan para ajustar cuentas con la malvada tía y sus primas.

La película se filmó en la localidad de Noya, una villa de poco más de 30 mil habitantes ubicada en el punto más interior de la ría de Muros y Noya, la más septentrional de las rías Bajas. Durante el último día del rodaje, el 16 de febrero de 1973, Guerín se preparaba para filmar una de las últimas escenas en el campanario de la iglesia de la localidad.

La torre inconclusa

Es necesario decir que la iglesia de San Martín de Noya tiene, como la iglesia de los Capuchinos en Córdoba, una torre completa y otra inacabada. Los motivos para esto van de cuestiones religiosas (una torre representa la perfección de Dios, la otra la imperfección de la humanidad) hasta económicas (se quedaron sin guita e inventaron el tema de la perfección).

Por cuestiones estéticas, el equipo de producción del filme decidió terminar la segunda torre en cartón piedra. Antes de filmar la última escena Guerín subió a un andamio para colocar una cámara y perdió el equilibrio. Ante la atónita y desesperada mirada de los parroquianos y curiosos, el director se precipitó 20 metros hasta dar contra el piso de piedra de la plaza del Tapal. Murió poco antes de llegar al hospital.

La maldición de Santiago

Tanto Guerín como el resto del equipo de producción ignoraban (o desdeñaron) la oscura leyenda que pesa sobre este templo de estilo gótico – marinero; que se caracteriza por tener una techumbre que recuerda la quilla de un barco.

Al parecer, cuando faltaba poco para finalizar la construcción de la iglesia recayó sobre el edificio una maldición que advertía que aquel que quisiera terminar la segunda torre moriría trágicamente. Según cuenta la leyenda se trataría de una cuestión de celos entre San Martín de Noya y Santiago de Compostela, o tal vez sus fieles seguidores. Según afirma la tradición oral, los santiaguinos no querían templos que compitieran en belleza con la compostelana. Santo jodido don Santiago.

Otra versión afirma que el frente del templo está condenado a la asimetría que le da un sólo torreón porque el cantero que lo construía se mató mientras levantaba el segundo campanario, dejando su trabajo sin acabar. Quien lo finalice correrá la misma suerte, porque hay pocas personas más rencorosas que un cantero que se rompe la crisma contra el suelo.

Película de culto

Lo cierto es que la maldición no contemplaba los materiales de construcción, así que no hacía distingos entre cemento y roca o cartón piedra. Para las maldiciones todo es igual y Guerín lo comprobó de la peor manera.

El filme fue terminado por Juan Antonio Bardem; obtuvo buena repercusión tanto en la taquilla como en la crítica y logró llevarse unos cuantos premios. De más está decir que la leyenda que la acompaña convirtió a «La campana del infierno» en una película de culto.

La casa de la colina

Más acá en el tiempo, y prácticamente en el extremo opuesto de la península ibérica, encontramos otra producción cinematográfica que se encontró con dificultades e imprevistos y, claro, una leyenda de conjuros y maldiciones.

A principios del año 2000, el director Jorge Rivera pretendía hacer un corto basado en «El terrible anciano», un cuento de H. P. Lovecraft.  Para la filmación eligió un viejo edificio a las afueras de Málaga conocido como el Cortijo Jurado, un caserón construido a mediados del siglo XIX y que desde hace años se encuentra abandonado.

Uno de los actores del filme, Rafael Castillo Vega, recuerda la locación como «parecida a la casa de Psicosis, encima de una colina, con muchos leyendas urbanas alrededor como misas negras en la capilla y rituales satánicos».

El misterio del montaje

La filmación comenzó con problemas. La primera noche, tras rodar en Cortijo Jurado ocurrió la primera desgracia: el protagonista, Hans Meyer, se cayó por el hueco del ascensor de su departamento y se rompió una pierna. Esa misma mañana uno de los niños que integraban el elenco enfermó y estuvo internado cuatro meses. Poco después, Meyer avisó que iría a visitar a su familia y nunca más se supo de él

Desde incendios hasta problemas climáticos, de todo ocurrió durante la filmación. Y en la post producción también.  «Intentamos armar la película cinco veces –recuerda Jorge Rivera– siempre pasaba algo con el montaje. Todo el material que habíamos grabado se había roto y no había manera de recuperar el metraje. Al terminar el quinto montaje se borró de la computadora. Paralelamente yo montaba para otra gente en el mismo ordenador, pero sólo se borró esto». Obviamente, la película nunca se pudo estrenar.

Jorge Rivera, Director
Desapariciones y fusilados

Y es que el cortijo Jurado tiene una larga historia que convirtieron a la ruinosa construcción en un lugar de peregrinaje de los investigadores del universo paranormal desde hace unas décadas. Las presuntas luces y sombras en la noche así como los ruidos extraños que allí se producen han atraído incluso a periodistas especializados que enlazan estos fenómenos con las misteriosas desapariciones de cinco chicas jóvenes entre 1890 y 1920 cuyos cuerpos se encontraron torturados cerca del cortijo.

Pero también sumó a su oscura fama los fusilamientos que se perpetraron en su entorno durante la Guerra Civil, época en que el edificio fue utilizado como como hospital y sus sótanos en mazmorras. Es obvio que el lugar tiene que estar lleno de fantasmas y almas en pena, cualquier científico lo afirmaría.

Consciente de estos antecedentes, que le otorgarían a la producción una mística adicional, Jorge Rivera encaró el rodaje y superó con gran presencia de ánimo las diferentes dificultades que se le presentaron, pero la maldición lo siguió hasta la sala de montaje y la película se convirtió en un eslabón más de la larga cadena de fenómenos inexplicables del Cortijo Jurado.

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