Enseñar en tiempos de pandemia ha significado para miles de maestros de todo el territorio nacional, reinventarse y explorar nuevos campos para poder seguir educando a sus alumnos.
Ser maestro en estos tiempos que corren, tan sin contacto y muy virtuales no es cosa sencilla para nadie. No lo es para los alumnos, y mucho menos para los docentes.
De estar frente a un aula, pasaron a sentarse ante una computadora. Pasaron de las charlas cómplices con sus alumnos, a enviar mensajes por whatsapp. De elaborar el día a día junto a los niños o los adolescentes, se vieron obligados a la fría tecnología. Que acortará distancias, es cierto: pero que aleja la necesaria socialización.
Tuvieron que reinventarse. Acceder a la fuerza a plataformas de enseñanza para las que no estaban preparados. En muchos aspectos, tuvieron que ir aprendiendo a la par de sus alumnos (en otros, tuvieron que correr desde atrás a una generación que nació con la tecnología).
Igual, ellos, los maestros, sienten que en cada devolución de tareas, sus alumnos están cerca. Que se necesitan mutuamente, que se extrañan y que desean que todo esto pase lo antes posible. Para que el abrazo, el mirarse a lo ojos y el hablarse en complicidad pedagógica vuelva a ser el pan de cada día.
En un Día del Maestro muy particular, no queda más que agradecer el enorme esfuerzo que cada día están haciendo miles de hombres y mujeres que, con el título de «Maestro» bajo el brazo se han puesto el problema la hombro y no dudaron en seguir educando a sus alumnos.
A todos ellos y todas ellas, muchas; muchísimas gracias y que pasen un excelente día.
