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Crónicas al Voleo

La tarde que casi ahorcan a un árbitro

La tarde que casi ahorcan a un árbitro
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Ahhh, el árbitro… el árbitro… «Tomala vo’, dámela a mí… vamo’ a matar un referí». Los que tenemos algunos años hemos escuchado (y seguramente cantado) esta rima con melodía de canción infantil y mensaje netamente mafioso. Durante mucho tiempo esta amenaza, como muchas otras, estaba naturalizada y era simplemente un cantito de cancha (¡la cantábamos en los partidos del colegio!); como tantos otros desafíos que se lanzaban las hinchadas de tribuna a tribuna y que –en general–no pasaban de allí, más allá de su reprochable contenido violento, xenófobo, racista u homófobo. Con los años la sinrazón se fue imponiendo en gran porcentaje de hinchas; y en la actualidad el hecho de llevar un gorrito del club rival representa una provocación inaceptable. Si en estos días Ángel Labruna ingresara al campo de juego de la Bombonera tapándose la nariz terminaría declarando en un juzgado.

Pero hubo una tarde en que el cantito tribunero casi pasa de las palabras a los hechos. El 27 de octubre de 1946 San Lorenzo llegó a Rosario para defender su condición de puntero en el Parque Independencia ante Newell’s Old Boys. El azulgrana tenía en su plantel jugadores de primerísima línea coronada con la histórica delantera conformada por Rinaldo Martino, Armando Farro y René Pontoni. Por su parte, la «Lepra» –que tenía bajo los tres palos al chaqueño Julio Elías Musimessi, el «arquero cantor»–  estaba completando, a falta de cinco fechas para finalizar el certamen, una temporada regular que lo tenía navegando en la mitad de la tabla.

El árbitro del encuentro era Osvaldo Cossio, porteño de Boedo y declarado hincha de Huracán. Que no tuvo problemas para conducir el partido en gran parte de su desarrollo. El primer tiempo terminó con la victoria parcial de la visita por dos a cero con goles de Silva y Pontoni. En la segunda mitad, en una gran remontada, Newell’s empató con dos conquistas de Runzer. Hasta ahí todos felices.

Partido intenso y tranquilo, hasta que…

Pero sobre el final del partido todo empezó a desmadrarse. Cuando no quedaban más de tres minutos de juego, el puntero izquierdo del local, Ramón Moyano, convirtió un gol que significaba la victoria de Newell’s. Sin embargo Cossio lo anuló por una posición adelantada que solamente vio él. Para colmo, dos jugadas después, y mientras varios jugadores rosarinos seguían protestando, el delantero azulgrana Antonio Imbelloni desbordó y mandó un centro… que fue desviado por el defensor Nieres que envió el balón en contra de su propio arco ante la impotencia de Musimessi.

La hinchada local, en completo estado de exaltación colectiva, invadió el campo de juego. Muchos se dedicaron a agredir a los futbolistas de San Lorenzo y otros fueron en busca del juez del encuentro, que corrió a refugiarse a su camarín.

«Ya en el vestuario, el referí Cossio observó que había gente entrando para agredirlo y buscó una salida. Encontró un agujero en el alambre que le permitió escapar hacia el Parque Independencia –cronicó al día siguiente el diario El Norte de San Nicolás, citado por la revista Un caño–. Corriendo con la poca fuerza que le quedaba, se tiró encima de un auto que pasaba. No obstante, el vehículo se detuvo y Cossio cayó al piso. En ese momento soportó un terrible remolino de patadas y golpes de todo tipo; un hincha sacó un cinturón y lo ató a la rama de un árbol, mientras otros lo ayudaron a levantarlo, con el propósito de colgarlo en una horca improvisada. Cuando el final de Cossio se acercaba, aparecieron tres soldados y lo salvaron.

El diagnóstico

Más tarde, en el hospital Británico de Rosario se constató que el árbitro había sufrido un fuerte golpe en la cabeza con lesión en el hueso temporal derecho; heridas cortantes en brazos, piernas y rostro, además de una conmoción cerebral. Sin embargo, la furia de los hinchas rosarinos no se detuvo. Rodearon el nosocomio con el fin de volver a la carga por Cossio. Entonces, los mismos soldados que le salvaron la vida debieron cargarlo en un auto, esconderlo en su baúl y trasladarlo hacia San Nicolás. Desde allí, finalmente escapó hacia Buenos Aires».

Un fallo absurdo

Muchas veces las historias tienen una parte dramática y otra que se emparenta más con la comedia. Y este es el caso. El caso es que el informe de Cossio, tal vez redactado en San Nicolás donde esperaba la partida del tren que pondría más tierra de por medio entre él y los irritados hinchas rosarinos; quizás en la tranquilidad y seguridad de su hogar en Boedo, indicaba que el partido se había suspendido a los 88 minutos con 50 segundos. Resulta admirable que el árbitro, perseguido por una multitud enardecida y que casi muere ahorcado en un árbol del parque Independencia, tuviera tanta exactitud para precisar el momento exacto en que todo se fue al demonio. Pero es sabido que el informe arbitral, para un tribunal de disciplina, constituye semiplena prueba.

Por su parte, Boca, que aún contaba con chances matemáticas para alcanzar el primer puesto y quedarse con el campeonato, presionó para que se jugaran los… setenta segundos restantes. Así lo informaba la revista El Gráfico: «Según el informe arbitral el encuentro fue suspendido a los 88 minutos 50 segundos, por lo cual la AFA en una medida totalmente absurda, decidió jugar los 70 segundos que restaban en la cancha de Ferro el 11/11/46, puesto que el día anterior Newell´s jugó ante Vélez en condición de visitante y pasó la noche en Buenos Aires para completar aquel cotejo ante San Lorenzo». Cabe aclarar que la popular revista deportiva salía a la venta los días lunes y no registraba el resultado del insólito match.

No llegaron a los arcos

Y aquel caluroso lunes, en el field del barrio de Caballito, con la sola presencia de los jugadores, la terna arbitral (ya no la integraba Cossio, que –se supone– tuvo unas prolongadas vacaciones) y algunos dirigentes de ambos clubes, se jugó el partido más corto y más absurdo de la historia de nuestro fútbol. Y el diario La Capital de Rosario ofrecía a sus lectores la siguiente crónica. «Puesta la pelota en movimiento por Aballay. Amagó San Lorenzo un avance que no tuvo éxito y enseguida la pitada del árbitro puso fin al primer período de 35 segundos. Tocó a Rafael López de Newell’s reanudar la lucha, y la etapa final tuvo el mismo epílogo que el tiempo anterior, ya que llegados los delanteros a las proximidades del área chica finalizó el encuentro».

Finalmente San Lorenzo salió campeón esa temporada. Newell’s terminó en la semipenumbra de la mitad de la tabla. De Cossio no se supo más y los arbitrajes en Argentina siguieron siendo deficientes, favoreciendo en general a los clubes más poderosos. A punto tal que dos años después la AFA contrató 8 árbitros ingleses para que vinieran a estas lejanías a imponer justicia dentro de los campos de juego. Pero eso es otra historia.

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