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La protesta ante el orden y la orden

La protesta ante el orden y la orden

Semana Santa de 1987. Como un movimiento militar hizo crujir la democracia y la política actuó para encausarlo
Por Horacio Ortiz

Protestar. Manifestarse cuando alguna decisión o efecto de ella produce algún efecto negativo en cada uno de los sectores a los que llega. En el libro “La Protesta social en Latinoamérica” podemos ver el concepto que la misma es “una expresión que demanda mejores condiciones de vida, la protesta que reclama visibilidad para una etnia o para un grupo social, la protesta que postula cambiar algunas reglas” y sostiene que en sí mismos poseen un “potencial transformador en cuanto válvula de escape de silencios tensionados que otorga pautas hacia mejores conducciones. La protesta social es un contundente ‘no’ a la situación actual, es la palabra que expresa varias voces, es la expresión del conflicto. La protesta es un grito y gente movilizada. En la protesta, la gente demanda algo” dice este trabajo.

Ahora bien, hay que agregar que cada facción o grupo que lleva adelante esta protesta utiliza las herramientas que tiene de presión “en sus manos”, así los docentes para hacer sentir sus demandas realizan huelgas donde no dan clases, los camioneros dejan de transportar mercaderías, los choferes de colectivos paralizan ese transporte, etc. Y de esta manera ejercen la presión que consideran necesaria para torcer alguna acción realizada o por realizarse. Es aquí, en las herramientas o medios de la protesta, donde hoy quiero detenerme aprovechando la fecha que nos convoca.

Pasaron 32 años de las pascuas de 1987, el levantamiento de los “Carapintada”, así llamaban a los militares que con sus uniformes puestos se camuflaban sus rostros, una técnica militar de pintarse la cara ya que el ojo humano tiene la facilidad de reconocer imágenes antropomorfas y por ejemplo en el caso de un rostro inmediatamente identifica dos ojos una nariz y una boca, para evitar eso se procede a pintarse la cara en forma irregular para romper la figura y de esta manera el ojo humano no puede reconocer a un rostro fácilmente como tal, ya que no puede enfocarlo, logrando que el cerebro lo deseche como un «alguien» y lo pasa de largo. Así, por ejemplo, tiene más chances de no caer en la mira de un francotirador. Pero no nos vayamos del tema.

Todo comenzaría con la llegada al gobierno de Raúl Alfonsín el 10 de diciembre de 1983 y se iniciaba un proceso para sentar en el banquillo de los acusados a los militares que habían sido parte del gobierno de facto desde el 24 de marzo de 1976 hasta la asunción del “padre de la democracia”.

El juicio a las juntas militares abría heridas, volvían a sangrar, desnudaba hechos que causaban cada día más repulsión a las fuerzas armadas y por esa raras costumbre que tenemos los argentinos de generalizar o como se dice comúnmente “poner todo en la misma bolsa” y sin ánimo (lejos de mi ¡por favor!) de justificar ninguna de las atrocidades cometidas por ambos bandos, pero con el real y repugnante agravante que desde el Estado el terrorismo es una acción mucho más punible. Así las cosas, el solo hecho de vestir un uniforme militar significaba una vergüenza y ser “mirado de costado”, cuando debería ser todo lo contrario. En ese contexto, con casi una caza de brujas metida en la sociedad el gobierno impulsa la Ley de Punto Final estableciendo una suerte de amnistía o perdón al personal militar que poseía jerarquía de suboficiales y oficiales con grado menor a coronel, siempre y cuando no se hubiesen apropiado de menores o de bienes de desaparecidos durante ese terrorismo de Estado, por haber prescrito las causas que no hayan tramitado antes de finales de 1986 y principios de 1987.

La protesta estaba al borde de iniciarse y todo comenzaría a principios de abril en Córdoba con el mayor Ernesto Barreiro negándose a declarar ante la Cámara Federal de ésta provincia mediterránea. El juez ordenó su detención y es llevado al Comando de Infantería Aerotransportada 14 del Tercer Cuerpo del Ejército  hasta que la policía intentó hacerse cargo del detenido y los 130 efectivos de donde estaba el mayor se amotinaron iniciando la protesta por cese de los juicios.

Al otro lado de la Argentina, a la vera del Río Uruguay en la tranquila localidad de San Javier se encontraba a cargo del Regimiento de Infantería 18 el teniente coronel Aldo Rico que acompañado por varios de sus subordinados tomó vehículos y pertrechos dirigiéndose a Campo de Mayo donde con nula resistencia toman esa casa militar y se inicia, quizás, lo que sería la bisagra real de la historia donde la Argentina en pié sentó postura de lo que quería para su vida institucional viendo que, si bien éste levantamiento no contó con gran cantidad de militares plegados tampoco respondían a la subordinación que le debían al presidente Alfonsín.

El lanzamiento culminaría el 20 de abril, cuatro días después de haberse iniciado, cuando el presidente decide ir personalmente a Campo de Mayo, ingresar sin custodia y dialogar con los militares rebeldes. ¿Debilidad? ¿Fortaleza? Yo creo que no, fue la expresión máxima de la política, esta palabra tan vapuleada.

Después vendría el discurso de Alfonsín ante miles que se agolpaban en la Plaza de Mayo y su eterna frase “la casa está en orden. Felices Pascuas”. Quizás como corolario de esta charla vendría meses después, en junio de 1987 la Ley de Obediencia Debida y posteriores otros levantamiento del 15 al 19 de enero de 1988 y del 1 al 5 de diciembre del mismo año, pero el contexto ya era otro, la Argentina le había dicho si a la democracia y la polñitica había resuelto eso.

Nos quedan para reflexionar si es tan lícito, justo o entendible que cada sector tome como herramienta de protesta lo que tenga cautivo dentro de sus facciones para presionar acciones a tomar por otros, ya sea el estado o un sector empresario.

Estas fechas nos deben poner a los argentinos frente a la disyuntiva de ver que ser pendulares e ir de un extremo a otro jamás nos trajo soluciones definitivas sino paleativas y que ante épocas de incertidumbre, crisis, miedos, incertidumbre, escasez, desazón la protesta es válida para hacer ver a los que tengan que ver de lo que se está pasando pero siempre manteniendo la casa en orden.

nakasone