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Crónicas al Voleo

La leyenda del ratón alemán

La leyenda del ratón alemán
Por Germán Tinti (Especial para AGnoticias)

Muchos de aquellos a quienes las nieves del tiempo platearon nuestras sienes los hemos visto en las calles, circulando ágil, provocativa y orgullosamente entre grandes coches de motor V8 e intimidantes Mercedes 1114. Era imposible que pasen inadvertidos, su aparente fragilidad, cuales corzuelas pigmeas en un Serengueti poblado de rinocerontes, leones y hienas (es una licencia, no hay corzuelas en el Serengueti) brillaba en medio del humo del gasoil que quemaban los Rastrojeros.

Lo conocimos como el “Ratón Alemán” y la leyenda urbana afirmaba que estaba fabricado con piezas de aviones de la Luftwaffe de la Segunda Guerra. Obvio que no existe ningún respaldo documental que respalde la versión, pero las buenas historias no se discuten.

Y si bien en nuestro país fue nombrado como el roedor teutón, en España fue conocido como el «Coche-pompa» por su forma de burbuja. En Alemania fue «Das rollende» (huevo con ruedas) o «Sargwagen» (tumba sobre ruedas); «Pot de yaourt» (tarro de yogur) en Francia. «Bola de futebol de fenemê» (pelota de fútbol de camión) en Brasil y en Chile todavía es conocido como el «Huevito».

Movilidad para la reconstrucción

De estos coches hubo varios fabricantes y distintos modelos. Luego de la guerra, en varios países de Europa se advirtió la necesidad de crear un automóvil económico que permitiera mejorar la movilidad de los ciudadanos en medio de la búsqueda de la recuperación económica tras los estragos provocados por el conflicto bélico.

Recuerdo que mi viejo, que hizo la colimba en la Marina y en 1950 realizó un viaje de instrucción en el Guardacostas Pueyrredón, solía contar lo que lo había impresionado conocer Munich. Una ciudad plagada de edificios reducidos a escombros o directamente cenizas y alrededor el pueblo trabajando para reconstruir la ciudad. Para esa gente se buscaba diseñar un auto.

En pocos años los fabricantes europeos sacaron una gran gama de pequeños autos: Spatz, Gnom, Frisky, Janus, Goliath, Penguin, etc Este fenómeno fue particularmente notorio en Alemania. La poderosa industria aeronáutica debió reconvertirse y muchas de ellas se dedicaron a diseñar y fabricar los ya denominados «microcoches».

Llega el Isetta

No obstante su éxito en Alemania, el más popular de estos automóviles llegó de Italia.  En 1953, la empresa Iso Autoveicoli desarrolló y lanzó el «Isetta», un microcoche de tres ruedas diseñado por Ermenegildo Preti y Renzo Rivolta, que se habían inspirado en la carlinga de un avión de carga de apertura frontal.

Cuando BMW obtuvo la licencia de la fábrica italiana, lanzó un modelo cuyas características más destacadas eran la puerta delantera y el motor de un cilindro en la parte trasera. Medía 2,28 metros de largo y tenía un motor de cuatro tiempos de 125 cc que originalmente eran utilizados en motocicletas. Alcanzaba una velocidad máxima de 85 km/h y consumía 3,8 litros cada 100 kilómetros.

Extravagancia en tres ruedas

Pero si bien el BMW- Isetta fue el más popular (y probablemente es que más hayamos visto en las calles argentinas), la más vistosa y extravagante de estas mini coupes fue, quizás, el Messerschmitt KR175 (y su  posterior versión 200), desarrollado por la empresa fundada por Willy Messerschmitt en Augsburgo que, a causa de la derrota alemana en la Segunda Guerra, ya no podía fabricar más aviones.

El pequeño automóvil tenía una cúpula de plexiglás que se abría hacia la derecha y cumplía las funciones de techo, ventanas y puerta, con un pequeño parabrisas de vidrio y ventanillas deslizantes. Se lo manejaba como a una motocicleta, con un manubrio que actuaba directamente sobre los brazos de dirección, y con frenos en las tres ruedas. La sigla KR proviene de Kabinenroller («motoneta con cabina») y su diseño estuvo basado en el Fend Flitzer, un carro para inválidos desarrollado por el ingeniero aeronáutico Fritz Fend.

A pesar de las reducidas dimensiones, contaba con un completo panel de control que tenía interruptor de luces con lámpara de control, control e interruptor de luces de señales, reloj, velocímetro, luz testigo de batería, luz de aviso de marcha atrás, llave de encendido y arranque y cebador. También había espacio para un equipo de radio.

De Augsburgo a Lomas de Zamora

En Argentina, el Messerschmitt fue fabricado por de Jorge Martinelli, un industrial bonaerense que había tenido que cerrar su fábrica de lavarropas. Paseando por Montevideo, Martinelli vio circulando el mini auto y decidió que debía fabricarlos en el país.

Poco tiempo después, Martinelli viajó a Alemania para conocer la fábrica y rápidamente llegó a un acuerdo para importarlos. Casi en simultáneo instaló la planta ensambladora en Lomas de Zamora, a la que bautizó «Panambí» (mariposa en guaraní) y cuya instalación fue supervisada directamente por las máximas autoridades de Messerschmitt.

¿Para qué una moto?

En una entrevista publicada en el medio digital Diario Sur de Lomas de Zamora, el escritor Antonio Novielli describe el impacto que tuvo la producción del Messerschmitt: «Salía de los monocascos que eran enormes para llegar a un vehículo que esté al alcance de todos. Se lo buscaba como segundo auto. (El locutor y presentador Guillermo) Brizuela Méndez había hecho la publicidad en los medios. Los micro cupés eran vistos como autos más accesibles. Estaba pensando para el marketing de empresas, para el auto de la mujer o para el auto con el que ibas a hacer las compras. Y si bien se creó en Alemania, los apasionados del auto lo relacionan con Lomas de Zamora y Panambí, porque la fábrica, el tema de repuestos y mantención estaban acá».

«¿Para qué una moto? Por poca diferencia de dinero, no se moje, ni sufra calor, ni frío. ¡Cómprese un Ratón Alemán!», decía la publicidad de la época.

Como casi todo producto de culto, su éxito fue fulgurante y fugaz. Apenas se produjo durante tres años y dejó de fabricarse a principios de la década de 1960. «Martinelli lo trajo pensando que la producción iba a ser perdurable y sostenida –afirma Novielli– pero después lo agarró otra debacle económica, de la noche a la mañana le cambiaron las reglas del juego y ya no existió más».

¿No existió más? Hasta ahora.

El renacido

El siglo XXI trajo, en la industria automotriz, una especie de «revival» de viejos modelos que en su momento fueron sensación. Así se rediseñaron íconos como el VW Escarabajo, el Fiat Cinquecento, el R4 y hasta el Fiat Uno, ¿cómo iba a quedar afuera de la onda vintage el Isetta?

Este año, los hermanos suizos Oliver y Merlin Ouboter presentaron el Microlino, una miniatura a propulsión eléctrica inspirada en el diseño del modelo que BMW dejó de fabricar hace 60 años, después de producir más de 160 mil unidades.

Al igual que el Isetta original, el Microlino tiene en sus escasas dimensiones una característica ideal para moverse en el tránsito urbano: mide 2.519 mm de largo, 1.473 mm de ancho y 1.501 mm de alto; un tamaño que permite, incluso, estacionarlo de frente contra el cordón. Asimismo, conserva la puerta frontal (ocupa toda la trompa del vehículo), por lo que el conductor podría descender o ingresar directamente desde la vereda. Además, es 100% eléctrico y, a diferencia de los modelos de la década de 1950, tiene capacidad para solamente dos pasajeros.

Muchas veces se dice «todo vuelve» y en general suena a amenaza o mal presagio. Sin embargo, el regreso del Isetta a las calles es una gran noticia en la búsqueda de un tránsito urbano más amigable. El «ratoncito alemán» ahora tiene nacionalidad suiza.

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