En esta sección te invitamos a conocer las historias de altagracienses que viven en diferentes partes del mundo. AGNoticias dialogó con Gianni a quien el deseo de viajar, una oportunidad inesperada y una pasión que lo acompañó desde siempre marcaron el inicio de una historia que lo llevó mucho más lejos de lo imaginado. Desde España hasta Francia, fue construyendo una nueva vida entre sacrificios, aprendizajes y el rugby como motor.
En AGNoticias la sección «Altagracienses por el Mundo» ya es un clásico de nuestro portal informativo. Un espacio dónde les acercamos los lectores historias de vecinos, amigos o familiares que dejaron su ciudad natal y que ahora están viviendo diferentes experiencias alrededor del mundo. En esta oportunidad, conocemos más al altagraciense Gianni Santini.

Hay decisiones que se toman en un instante y otras que se gestan durante años, como una idea persistente que late en algún rincón de la cabeza y vuelve a aparecer cada tanto. Para Gianni, viajar siempre estuvo ahí, como un sueño que imaginaba pero que nunca terminaba de materializar.
Desde chico sentía la fascinación por lo desconocido, por los lugares que sólo conocía a través de historias de amigos, películas o relatos que llegaban desde lejos. Y aunque siempre tuvo esa inquietud interior, por distintas razones: miedos, obligaciones, rutinas, incertidumbre, la decisión no llegaba.
“Siempre tuve ganas de salir y viajar, pero no me animaba o nunca se daba la oportunidad”, confesó hoy, a miles de kilómetros de su ciudad natal.

La oportunidad apareció casi por casualidad, como suelen aparecer las grandes transformaciones. Un conocido le habló sobre la posibilidad de mudarse a España y, sin mucha planificación, sin un mapa claro del camino que le esperaba, decidió decir que sí.
Fue una decisión rápida, casi impulsiva, tomada con la intuición como guía. Tenía claro que, si lo pensaba demasiado, probablemente se paralizaría. Esa determinación, nacida en un instante, se transformaría en el punto de partida de una historia que terminaría llevándolo más lejos de lo que imaginaba.
España, el primer lugar que lo impulsó a dar el salto
Cuando llegó a España, no sabía exactamente qué esperar. Como la mayoría de quienes emigran por primera vez, atravesó un período de adaptación lleno de emociones mezcladas: entusiasmo, incertidumbre, nostalgia y la sensación de estar construyendo algo desde cero.
Vivió allí un año y medio, tiempo que no sólo le permitió familiarizarse con una cultura diferente, sino también conocer a la persona que se convertiría en su compañera de vida.
“Nos conocimos jugando en el mismo club”, recordó. El rugby, una vez más, funcionó como puente, como lugar de encuentro, como estructura que acompaña incluso lejos de casa.

La pandemia llegó para sacudir todo lo conocido. Las fronteras se cerraron, los clubes frenaron su actividad y las oportunidades comenzaron a cambiar. Fue en ese contexto global tan particular cuando Gianni y su pareja tomaron una nueva decisión trascendental: mudarse a Francia.
Un país nuevo, una vida nueva
Francia no fue una elección al azar. Su pareja acababa de terminar la carrera de veterinaria, y dentro del mundo del deporte, el rugby francés ofrecía mejores vías de crecimiento profesional.
El país tiene una estructura consolidada, clubes de alto nivel, programas formativos rigurosos y una cultura deportiva que acompaña. Así, con más ilusión que certezas, decidieron dar un segundo salto.
La pareja se instaló primero en Angers, una ciudad de arquitectura medieval, castillos imponentes y un clima más frío del que estaban acostumbrados. Gianni rememoró aquellos días como un período de adaptación intensa, no solo al clima sino también a las nuevas exigencias laborales y deportivas.
Más tarde se mudaron a Reims, una ciudad profundamente marcada por la historia, famosa por sus catedrales y por haber sido el lugar donde se coronaban los reyes franceses.

Allí, la belleza del entorno convivía con un clima riguroso: lluvias interminables, vientos fríos y entrenamientos bajo un cielo gris. Aunque la ciudad lo deslumbró por su patrimonio, reconoce que “la pasé mal con el clima”, una frase honesta que resume bien esa etapa.
Hace casi tres años, encontraron en Perpiñán un equilibrio muy distinto. Con su identidad catalana, su cercanía al mar, su clima cálido y su energía mediterránea, la ciudad los recibió con otra luz.
En este sitio, la vida cotidiana es más amable, las distancias son cortas, la gente es más abierta y la convivencia con españoles y latinos crea un ambiente multicultural que los hizo sentirse más cerca de casa.

El idioma, los trámites y los comienzos desde cero
Adaptarse a un país nuevo no es sólo acomodarse a un mapa distinto. Es enfrentarse a un sistema burocrático exigente, a un idioma que no se domina, a dinámicas laborales diferentes.
Gianni admitió que su llegada fue desafiante: “Llegué sabiendo decir bonjour y nada más”, comentó entre risas. Al principio, se manejó como pudo, alternando inglés, español y gestos, mientras intentaba comprender las conversaciones a su alrededor.

No todos los franceses tenían paciencia ni disposición para adaptarse a su proceso de aprendizaje, por lo que hubo días difíciles: trámites interminables, confusiones, malentendidos y una sensación recurrente de no pertenecer del todo.
A eso se sumó la exigencia de la Federación Francesa de Rugby para reconocer títulos y habilitar entrenadores. “No pude trabajar al 100% como entrenador desde el inicio”, sostuvo.
Por eso, se inventó una rutina que combinaba jornadas laborales por la mañana con horas de estudio por la tarde. Se anotó en cursos básicos de entrenador, preparador físico y formación deportiva, sin saber exactamente cuándo le abrirían puertas, pero convencido de que ese era el camino.

El encuentro que cambió su carrera
El cambio más importante llegó de la mano de un compatriota. Un amigo que trabajaba en el USAP, uno de los clubes profesionales más prestigiosos del sur de Francia, le propuso presentarlo a los responsables.
De esta manera, el altagraciense fue al estadio con su currículum bajo el brazo, sin esperar demasiado. Pero aquel día, su historia tomó un rumbo definitivo. Lo recibieron, lo escucharon y, para su sorpresa, “desde el primer día me hicieron un lugar”.

Hoy es coordinador y referente técnico de la Escuela de Rugby del USAP, un rol que requiere planificación, trabajo con niños y adolescentes, guía deportiva, contención emocional y una enorme capacidad de liderazgo.
Además, está finalizando el diploma DEJEPS, indispensable para trabajar en el más alto nivel, y ya completó las certificaciones de preparador físico y entrenador. Su presente profesional es fruto de un esfuerzo silencioso, constante y muchas veces invisible.
Alta Gracia como raíz que sostiene
Aunque hoy vive en Francia, su formación como entrenador comenzó muchos años antes, en el AGR. Allí, siendo apenas un adolescente, entrenaba divisiones juveniles por pura pasión. “Lo hacíamos por amor al club”, manifestó.
Nadie imaginaba que aquel compromiso, tan propio del ambiente del rugby argentino, sería el cimiento de una carrera internacional. La forma de trabajar, de relacionarse, de priorizar el equipo, de enseñar valores, es algo que, según él, lo distingue hoy en Francia.
“Esa forma de tratar a la gente me acompaña y creo que es lo que más les gusta de los cambios que estoy haciendo en el club”, afirmó con orgullo.

Costumbres, diferencias y pequeñas batallas cotidianas
La adaptación cultural también fue un viaje aparte. La comida francesa, delicada y variada, lo sorprendió gratamente, aunque todavía le cuesta entender por qué la carne se sirve tan poco cocida.
Se acostumbró a nuevos horarios, a sabores diferentes, a un estilo de vida más pausado y a una sociedad que valora la planificación por encima de la espontaneidad.
Extraña profundamente la forma argentina de socializar. “La familia y los amigos es lo que más extraño”, expresó sin dudar. Admitió que logró formar vínculos, pero son distintos: más formales, menos espontáneos.
Suele bromear con su pareja diciendo que en Francia “hasta para hablar por teléfono hay que pedir cita”, y que jamás podría aparecer de sorpresa en la casa de alguien, como sí ocurre en Argentina.

Consejos desde la sinceridad
Por otro lado, al preguntarle qué le diría a alguien que sueña con viajar pero no se anima, Gianni no pretende sonar como un experto. Su respuesta es simple y auténtica.
Para él, el punto esencial es estar convencido. “Sabés que va a haber altibajos, que vas a extrañar, que habrá momentos difíciles”, aseguró.
Pero también sabe que esos mismos momentos son los que fortalecen, y que cuando el deseo es real, las dificultades se transforman en parte del proceso.

Un futuro abierto, con raíces aquí y allá
Hoy no planea regresar definitivamente a Argentina. Su vida, sus proyectos y sus oportunidades están en Francia. Junto a su pareja, están enfocados en metas claras, entre ellas comprar una casa.
Viajan con frecuencia y, cuando no pueden, reciben a familiares que cruzan el océano para visitarlos. Asimismo, tiene el privilegio de tener a su hermana viviendo en Italia y a su prima en Barcelona, lo que convierte a Europa en un territorio menos solitario y más conectado.
“Todo se hace más llevadero”, explicó. Francia se transformó en su hogar, pero Alta Gracia sigue siendo su norte emocional, ese lugar que, aunque ya no habita, sigue marcando quién es.







