Por la Dra. Laura Iglesias (Especial para «La Educación sobre la Mesa»)
“¿Hay correlación directa entre el uso masivo (y hasta adictivo) de las pantallas y la crisis educativa?. Nadie lo puede afirmar con seguridad -son muchos los factores que influyen- pero cada vez se encienden más luces de alerta.”
De acuerdo al estudio, el uso de smartphones y computadoras interrumpe la actividad de aprendizaje de los niños y jóvenes. Pero no solamente en las aulas, sino también en sus hogares. Un reciente meta-análisis que incluyó a alumnos desde el nivel preescolar hasta el nivel superior en un total de 14 países encontró efectos negativos en la relación entre el uso de teléfonos móviles y los resultados educativos. Especialmente a nivel universitario. El declive se atribuyó principalmente a la creciente distracción y al tiempo dedicado al uso excesivo de medios digitales.
Para ilustrar este fenómeno, un análisis realizado con datos de PISA en 2018 de 79 países creó un índice de actividad en línea basado en diversas acciones, como enviar correos electrónicos, programar eventos, navegar por la web y chatear. Los resultados indicaron una asociación positiva entre el uso moderado de las TIC y los puntajes obtenidos en lectura, matemáticas y ciencias.
Analizando el informe
Sin embargo, más allá de un umbral de un uso de “varias veces a la semana” –es decir un uso intensivo de las TIC- se observó una disminución en sus aptitudes académicas. Además, el informe analizó la capacidad de autorregulación y adaptación tecnológica de los estudiantes durante la pandemia de COVID-19.
“La transición al aprendizaje en línea afectó más a los estudiantes de escuela primaria que a los estudiantes mayores, quienes pudieron haber logrado mantener mejor su aprendizaje en un entorno remoto”, se detalló (UNESCO, Informe Tecnologías y aprendizaje)
Es claro que no se trata de prohibir ni de entrar en pánico desmedido. Pero sí pensar cómo generamos, desde la sociedad civil y el Estado, un debate serio para cuidar a los más chicos de la crisis de salud mental que están viviendo y en la que, muy probablemente, las redes sociales tengan mucho que ver. (Jonathan Haidt, La generación ansiosa)
Ansiedad y rendimiento escolar
La ansiedad en los estudiantes, aparece hoy como uno de los síntomas más comunes que se hace visible en las aulas a través de la tensión emocional. Cada vez más escolares presentan problemas emocionales en la escuela. Altos niveles de ansiedad reducen la capacidad de aprendizaje, ya que disminuyen la atención, la concentración y la retención, con el consecuente deterioro en el rendimiento escolar.
A medida en que van procesando la información, no organizan ni elaboran adecuadamente los materiales y tienden a ser poco flexibles para adaptarse a los procesos de aprendizaje (Newcomer 1993). Aquellos con una inteligencia promedio sufren mayormente de dificultades académicas, ya que los que presentan mayor capacidad de comprensión pueden compensar la ansiedad (Spielberger 1985).
La disminución del rendimiento en las actividades escolares tiene consecuencias negativas tanto en los informes de progreso y formación, pero sobre todo en la autoestima de los estudiantes. Es así como las situaciones de aprendizaje vivenciadas en la cotidianeidad escolar pueden generar y desarrollar percepciones relacionadas a ver el aula como un espacio hostil y amenazador. Esto conlleva a un ausentismo escolar, justificado en la exteriorización de síntomas somáticos: dolor de panza, de cabeza, malestar en general.
Ayudar en el mientras tanto
Se hace necesario entonces encontrar caminos alternativos que contribuyan a la disminución de la presencia de la ANSIEDAD en el aula. Todo en pos de lograr mejoras en el proceso de aprendizaje del estudiante, en el desarrollo de adecuados métodos de estudio y de evaluaciones que consideren el aspecto emocional en la interacción educativa, como factor importante en el proceso y resultados del aprendizaje.
La intensidad de la tensión emocional que el alumno experimenta depende en parte de las valoraciones cognoscitivas que haga de las evaluaciones, del grado en que las perciba como amenazantes y de la medida en que se perciba como incapaz de afrontarlas. La incorporación de estrategias alternativas de enseñanza y la flexibilidad curricular son fundamentales para facilitar el aprendizaje de los alumnos que manifiestan ansiedad.
Un elemento clave para diseñar proyectos curriculares que se adapten a la diversidad de los estudiantes es detectar las necesidades de aprendizaje y el tipo de evaluación necesaria. Que no solo valoren conocimientos desde lo conceptual y cognitivo, sino capacidades relacionadas al pensamiento creativo, relacional, resolución de situaciones, y otras. Por ejemplo, entre tantas opciones, poner al estudiante en situación de elaborar o desarrollar una propuesta lúdica para otros, sobre un determinado tema, es una manera de promover escenarios de aprendizaje y evaluación que no solamente resaltan los resultados cuantificables y medibles correlacionales con estándares predeterminados.
“Tal y como apuntaba Paulo Freire la educación es formación ligada a la ética, y no entrenamiento. “Esta formación debe incluir también el diálogo en la propia escuela, ampliado también a la comunidad educativa en línea a través de internet.
Deseándoles un domingo de descanso y alegría, los despido hasta la próxima.