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Crónicas al Voleo

El milagro de Vesna

El milagro de Vesna

Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

El recorrido del vuelo 367 de la aerolínea yugoslava Jat Airwais, aquel 26 de enero de 1972, preveía partir de Arlanda, el aeropuerto internacional de Estocolmo, con destino en el Nikola Tesla en Belgrado. Durante el recorrido estaban programadas dos escalas: Copenhague y Zagreb. Entre tripulantes y pasajeros, la aeronave transportaba a 28 personas: 20 pasajeros yugoslavos, uno sueco, uno noruego y seis tripulantes.

La auxiliar de vuelo Vesna Vulović formaba parte de esa tripulación por error, toda vez que había sido confundida con otra empleada del mismo nombre. Eso significó que se uniera al equipo, que encabezaban el comandante Ludvik Razdrih y el copiloto Ratko Mihić, casi a último momento. Sin embargo no le importó, le entusiasmaba la posibilidad de pasar algunas horas en Copenhague, ciudad que no conocía.

Un día de paseo en Copenhague

Vesna había nacido en Belgrado 22 años atrás. Fanática de The Beatles, viajó a Inglaterra con la intención de establecerse en Londres, pero a instancias de un amigo decidió trasladarse a Estocolmo. «Cuando les dije a mis padres que vivía en la capital sueca, pensaron en las drogas y el sexo y me dijeron que volviera a casa de inmediato». De vuelta en Belgrado, decidió convertirse en auxiliar de vuelo. «Pensé, ‘¿Por qué no debería ser una azafata? Podría ir a Londres una vez al mes’». Se unió a JAT en 1971.

Durante el tiempo que pasaron en la primera escala del vuelo hizo algunas compras y recorrió la capital de Dinamarca. Poco después de las 3 de la tarde del jueves 27, el Douglas DC-9-32 despegó de Copenhague con destino a Zagreb a las 3.15 pm, tal como estaba previsto. Pero el vuelo nunca llegó.

Había pasado un minuto de las cuatro de la tarde cuando una explosión sacudió la bucólica tranquilidad de Srpska Kamenice, un pequeño poblado ubicado al norte de la actual República Checa, a tiro de piedra de la frontera con Alemania. Diez mil metros arriba, el vuelo 367 estallaba en el aire.

Salvada por el carrito de la comida

Los restos del DC9 (y los de casi todos los que viajaban en él) quedaron diseminados en una importante superficie de un bosque cercano a la aldea. El primero en llegar al lugar del accidente fue Bruno Honke, un veterano que había sido médico durante la Segunda Guerra Mundial. Honke descubrió que Vesna había sobrevivido a la caída y pudo mantenerla con vida hasta que llegaron los rescatistas.

Los especialistas que reconstruyeron el accidente llegaron a la conclusión que Vulović sobrevivió porque quedó atrapada en un carrito de comida dentro del fuselaje del avión, mientras que el resto de la tripulación y los pasajeros salieron despedidos cuando la cabina se despresurizó y murieron. Los investigadores creían que el fuselaje, con Vulović inmovilizada en su interior, aterrizó en ángulo en una ladera de montaña muy boscosa y cubierta de nieve, lo que amortiguó el impacto.

Nacionalistas croatas

Los mismos especialistas descubrieron que el avión explotó por la deflagración de un artefacto explosivo ubicado en una valija que había sido despachada y se encontraba en la parte delantera de la bodega de la aeronave. La violencia de la detonación partió en dos al DC9, con las consecuencias ya descritas.

El atentado fue atribuido a nacionalistas croatas, que desde hacía una década venían realizando este tipo de acciones. Para mayores certezas, al día siguiente una persona se comunicó telefónicamente con el diario sueco Kvällsposten para atribuirse la realización del ataque, luego de presentarse como un… nacionalista croata.

Mala vibra

Cuando estuvo en condiciones de declarar, Vesna relató que en Copenhague vio «a todos los pasajeros y la tripulación desembarcar. Un hombre parecía terriblemente molesto. No solo fui yo quien lo notó, también otros miembros de la tripulación lo vieron, al igual que el gerente de la estación en Copenhague. Creo que fue el hombre quien puso la bomba en el equipaje. Creo que había registrado una maleta en Estocolmo, se bajó en Copenhague y nunca volvió a abordar el vuelo».

También expresó que la actitud del resto de la tripulación, durante la estadía en la capital dinamarquesa no era nada halagüeña. «Todos querían comprar algo para su familia, así que tuve que ir de compras con ellos. Parecían saber que iban a morir. No hablaron sobre eso, pero vi … sentí por ellos. Y el capitán estuvo encerrado en su habitación durante 24 horas. No quería salir en absoluto. Por la mañana, durante el desayuno, el copiloto hablaba de su hijo y su hija como si nadie más tuviera un hijo o hija».

Secuelas

Vulović tuvo amnesia total desde momentos antes de despegar en Copenhague hasta unas cuatro semanas después del incidente. Lo último que pudo recordar antes del accidente fue saludar a los pasajeros mientras abordaban. Lo siguiente fue ver a sus padres en la habitación de su hospital aproximadamente un mes después.

Pasó varios días en coma, sufrió fractura de cráneo, piernas, vértebras, costillas y pelvis. Debieron atenderla, además, por diversas hemorragias internas. Las múltiples heridas le provocaron una parálisis temporal debajo de la cintura y le dejaron una renguera permanente.

Las infaltables teorías conspirativas

Fuera de los carriles de la investigación oficial corrían alocadas las teorías conspirativas (siempre tan atractivas, siempre tan falsas). La más difundida de estas teorías es la que publicaron en la revista alemana Tagesschau los periodistas de investigación Peter Hornung y Pavel Theiner. Según el artículo, y basándose en supuestos documentos inéditos de la Autoridad de Aviación Civil Checa, era «extremadamente probable» que el avión hubiera sido derribado por un caza MiG de la Fuerza Aérea Checoslovaca mientras intentaba realizar un aterrizaje forzoso.

Al respecto, la Autoridad de Aviación Civil descartó esa teoría y la tildó de mera especulación de la prensa. Su vocera agregó que los expertos de la Autoridad no comentarían sobre ellos y que los hallazgos de la investigación oficial están siendo cuestionados principalmente debido al atractivo de la historia para los medios.

Récord y honores

Entre tanto alboroto, Vesna Vulović ingresó al mítico libro de los records Guiness por sobrevivir a la caída libre más alta sin paracaídas: 10.160 metros. Esta marca fue oficializada durante el Salón de la Fama de los Records Guinness de 1985. En esa ocasión Vesna recibió una medalla y el correspondiente certificado de manos de uno de sus héroes de la adolescencia: Paul McCartney.

Pero Vesna era, desde poco tiempo después del accidente, un ícono del orgullo nacional. El Marsical Josip Broz Tito, presidente de Yugoslavia, la recibió con honores. Miroslav Ilić, «El ruiseñor de Mrčajevci», un prestigioso cantautor serbio, le dedicó la canción «Vesna stjuardesa» (Vesna, la sobrecargo), que se convirtió en un éxito inmediato.

Activismo y decadencia

En la década de 1990 Vulović participó en manifestaciones en contra del presidente de Serbia Slobodan Milošević y cuando éste fue derrocado en la Revolución de Bulldozer de octubre de 2000, Vulović estuvo entre varias celebridades que tomaron el balcón del Palacio Viejo de Belgrado para hacer discursos de victoria.

En sus últimos años de vida sobrevivió con una pensión de 300 Euros mensuales en un pequeño departamento del Belgrado. Sufría el trastorno piscológico conocido como «culpa del sobreviviente» que la llevaba a pensar que no debería haber sobrevivido al accidente.

Concedió muy pocas entrevistas y rechazó miles. Argüía que estaba cansada de hablar siempre del mismo tema. Su salud se fue deteriorando y el 23 de diciembre de 2016 fue encontrada muerta en su departamento. Falleció a los 66 años. «Nadie pensaba que fuera a vivir tanto» había dicho poco tiempo antes.

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