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Crónicas al Voleo

El mafioso que ganó la guerra

El mafioso que ganó la guerra
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

En el intrincado laberinto de interrelaciones y ramificaciones que suponen las cinco familias mafiosas de Nueva York (Bonanno, Colombo, Gambino, Genovese y Lucchese) el nombre de Charles «Lucky» Luciano brilla con luz propia.

Nacido en Leccara Friddi, un pueblito minero de Sicilia, bajo el nombre de Salvatore Lucania, emigró a Estados Unidos. Fue en 1907 junto a su familia cuando tenía nueve años de edad. Pocos años después, luego de ganar casi 250 dólares a los dados, decidió que ni la escuela ni el trabajo honesto (era repartidor en una fábrica de sombreros) le ofrecían tantas oportunidades como las calles del Lower East Side. Allí donde, se dice, conoció a sus dos más importantes compañeros de ruta: Meyer Lansky y Bugsy Siegel. Estos terminarían siendo dos de los máximos jefes de la mafia judía de los años 30 y 40.

A los 18 años ya tenía su propia banda en East Harlem. Por aquel entonces obtuvo su primera sentencia como mayor de edad (ya había transitado por varios institutos de menores). Fue sentenciado a 6 meses por vender heroína y morfina. Al salir de prisión continuó su carrera criminal en la banda “Five Points Gang” con Frank Costello.

Cuando se instauró la «ley seca» Lucky Luciano empezó a hacer negocios en grande. El contrabando de bebidas alcohólicas y el proxenetismo lo convirtieron rápidamente en un hombre poderoso e influyente. Se sospecha que llegó a manejar más de cinco mil prostitutas solamente en Nueva York. En un sangriento juego de traiciones y asesinatos, Luciano eliminó sucesivamente a los jefes más importantes: Joe Masseria y Salvatore Maranzano y se convirtió en el «capo di tutti capi».

Un fiscal tras Luciano

Entonces, deslumbrado por el éxito, Lucky abandonó el perfil bajo y empezó a dejarse ver en lujosos restaurantes y clubes nocturnos acompañado de escotadas aspirantes a estrellas que soñaban con hacer roncha en las grandes producciones cinematográficas de Hollywood.

Las autoridades, conocedoras de sus negocios de discutible legalidad, y algo molestas con el hecho de que un delincuente apareciera más en las páginas de sociales que en la de policiales, decidieron tomar cartas en el asunto. Thomas Dewey, un fiscal especialmente nombrado para perseguir el crimen organizado, llevó a cabo una investigación sobre los negocios de prostitución del mafioso.

En febrero de 1936, durante una redada en 200 burdeles en Manhattan y Brooklyn, más de un centenar de personas resultaron detenidas. Tres de ellas, confesaron formar parte de un círculo cuyo responsable final era Luciano. El 7 de junio, el mafioso antes conocido como Salvatore Lucania, fue encontrado culpable de 62 cargos de prostitución forzosa y sentenciado de 30 a 50 años. Varios de sus aliados y socios también recibieron duras sentencias. La buena vida de uno de los más célebres jefes del delito organizado parecía terminar para siempre.  Pero, como casi todos saben, «Lucky» significa «suertudo».

La mafia patriótica

El 7 de diciembre de 1941 cambiarían muchas cosas en Estados Unidos y en el destino de Luciano. Ese día la «Kidō Butai» (flota aérea de la Armada Imperial de Japón) mandó un enjambre de bombarderos Nakajima y Aichi, respaldados por cazas Mitsubishi Zero a despertar a los marinos estacionados en Pearl Harbor. Después de mucho hacerse el otario y desoír los reclamos de Churchill, Franklin Delano Roosevelt se veía obligado a entrar en la Segunda Guerra Mundial.

¿Y qué pito toca en todo esto Lucky Luciano, que para esa hora era el reo estrella en el por entonces centenario Correccional Clinton, el edificio más importante de Dannemora, un pueblito que lo único que tenía cerca es la frontera con Canadá y en el que aislamiento casi era total?

La cosa es así. Al poco tiempo de haberse inmiscuido Estados Unidos en la gran guerra en los puertos de la Unión (especialmente el de Nueva York) se comenzaron a producir sabotajes en buques que transportarían provisiones y soldados con rumbo a Europa. Y cuando lograban zarpar, una gran cantidad eran atacados por submarinos nazis a las pocas millas de abandonar el puerto. Evidentemente de los mismos muelles salía información que se suponía confidencial y llegaba a oídos de las fuerzas del Reich. El incendio del transatlántico francés Normandie, que estaba en el puerto neoyorquino siendo adaptado para el transporte de tropas, fue la gota que rebalsó el vaso.

Limpieza de puertos

Decidido a infiltrar agentes en los puertos, el servicio secreto contactó a Joe Lanza, el jefe del sindicato portuario y subordinado de estricta confianza de Luciano. Lanza se negó a hacer ningún trato sin la venia de su superior.

Joe Lanza, el amo de los puertos

Entonces, propiciaron una reunión entre el abogado de Luciano, Moses Polakoff, el fiscal de distrito de Manhattan, Murray Gurfin, el comandante Charles R. Haffenden, de la Oficina de Inteligencia Naval y Meyer Lansky, el viejo compañero de ruta de Lucky. En esa reunión, que se llevó a cabo el 11 de abril de 1942 en un restaurante de la calle 58, en pleno Brooklyn. Tanto Polakoff como Lansky fueron informados del problema de los submarinos alemanes, y también de lo que estaba ocurriendo con los judíos en los países europeos ocupados por los nazis.

Meyer Lansky

Pocos días después, Lansky se reunió con Luciano en Dannemora. Nunca se supo que se habló en esa ocasión, pero lo cierto es que Lucky fue trasladado a Great Meadows, un centro de detención a tiro de piedra de Nueva York, mucho más flexible que el anterior alojamiento del capomafia («un club de campo» lo definen algunos historiadores al comentar que las condiciones eran mucho más favorables, con mejor alimentación, más días de visita y la posibilidad de practicar algunos deportes). Enseguida Lucky se comunicó con Joe Lanza y los agentes del servicio de inteligencia naval se infiltraron en los muelles sin problemas, porque hablando se entiende la gente. Al poco tiempo los sabotajes desaparecieron y los ataques de los submarinos alemanes disminuyeron drásticamente.

Invasión a la madre patria

Pero el de los puertos no fue el único servicio que el ahora patriota Lucky Luciano brindó a Estados Unidos en tiempos de guerra. En julio de 1943, mientras los aliados se preparaban para llevar a cabo la invasión de Sicilia, conocida como «Operación Husky» los militares pensaron, correctamente como se pudo comprobar, que los contactos de Lucky Luciano en su tierra natal podrían ser de utilidad durante los desembarcos.

Nuevamente el servicio secreto negoció con Luciano. Llegaron a un arreglo y luego de una serie de mensajes cruzados entre Nueva York y Palermo, las familias sicilianas empezaron a facilitar información de inteligencia. Y, una vez desembarcadas las tropas americanas, apoyo logístico, víveres y pertrechos.

El 3 de enero de 1946, supuestamente como recompensa por su cooperación en tiempos de guerra, Thomas E. Dewey, el fiscal que lo encarceló y que ahora era Gobernador de Nueva York, conmutó la sentencia por proxenetismo bajo la condición de que no se resistiera a su deportación a Italia. Luciano aceptó el trato, aunque siempre sostuvo que era ciudadano estadounidense y no sujeto a deportación. El 2 de febrero de 1946, dos agentes federales de inmigración lo trasladaron. Desde la prisión de Sing Sing hasta Ellis Island en la bahía de Nueva York para el procedimiento de deportación. El 28 de febrero Lucky Luciano desembarcó en Nápoles.

Thomas Dewey. Como Fiscal lo encarceló; como Gobernador, lo liberó.
Bajo vigilancia

Poco después intentó radicarse en La Habana para poder manejar sus negocios estadounidenses desde la Isla. Por presión del gobierno norteamericano, Luciano fue expulsado de Cuba. Era tan malo que ni Fulgencio Batista lo quería cerca.

Su estancia en Italia tuvo una estricta vigilancia policial. Periódicamente debía presentarse ante alguna autoridad judicial, no podía abandonar Nápoles sin autorización policial, debía pasar todas las noches en su domicilio

Nada de ello le impidió continuar manejando el negocio del contrabando con mano maestra, recibiendo envíos desde Estados Unidos y remitiendo cargas desde los principales puertos italianos. Murió el 26 de enero de 1962 de un infarto en el aeropuerto de Nápoles; fue luego de una reunión con un productor de cine que hacer una película biográfica. El ataque al corazón impidió que agentes antidrogas italianos que lo habían seguido hasta la estación aérea lo detuvieran por cargos de narcotráfico. El Suertudo Luciano esquivaba a la yuta por última vez.

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