AG Noticias
Crónicas al Voleo

El hombre de negro conmueve Folsom

Johnny Cash, su vida y cómo el histórico concierto en la prisión de Folsom reencauzó su carrera.
Por Gemán Tinti (para Crónicas al Voleo)

El hombre de negro. Para la segunda mitad de la década de 1960 la carrera artística y la vida personal de Johnny Cash venía a los banquinazos. Era, en aquel momento, uno de los artistas populares más exitosos de los Estados Unidos; trascendiendo largamente las fronteras de la música country e instalándose en el Olimpo de los pioneros del género como Jimmie Rodger o Hank Williams.

Cash, su primera esposa y sus hijos.

La vida en gira constante del hombre de negro lo alejó de su familia y lo acercó a las anfetaminas y la cocaína. A la euforia química le seguían resacas plenas de culpa y depresión. Empezó a cancelar shows o a subir al escenario en estadio catatónico; olvidando la letra de las canciones o cantándolas con apenas un hilo de voz. Su aspecto físico era lamentable y la industria del espectáculo a la que había enriquecido notablemente empezaba a darle la espalda.

«¿Por qué mi apariencia tiene un tono tan sombrío? / Bien, pues hay una razón para las cosas que llevo»

En medio de ese panorama desolador, al que se le agregaría la ruptura definitiva de su matrimonio con Vivian Liberto, con quien había tenido sus cuatro primeras hijas (Rosane, Tara, Kathy y Cindy), solamente su relación con June Carter, integrante de The Carter Family, la popular banda familiar que lo acompañaba en muchas de sus actuaciones, le brindaban algo de sosiego. «June era mis señales del camino, me hacía alzarme cuando estaba débil, me animaba cuando me desanimaba, y me amaba cuando estaba solo y me sentía desamparado. Es la mujer más grande que jamás he conocido. Nadie más, excepto mi madre, se le acerca» escribió Cash en su biografía. Para los eruditos en la materia, June le otorgaba a Johnny la prosapia de los Carter, fundadores de la música country moderna; así que ella le llevaba los fans más duros del country, los tradicionalistas.

Johnny Cash y June Carter, arriba y abajo de los escenarios, una pareja con todas las letras.

Dato curioso, un poco al margen pero tal vez necesario: Cash fue bautizado con iniciales: J.R. Probablemente sus padres Ray y Carrie Rivers, se habían gastado todos los nombres en sus otros seis hijos: Roy, Margaret Louise, Jack, Reba, Joanne y Tommy. Cuando se alistó en la Fuerza Aérea no le permitieron que su primer nombre fuera una letra y entonces firmó como John R. Cash. Su primer contrato discográfico lo firmó como Johnny Cash.

La alarmante situación del «Hombre de Negro» decidió a sus allegados y convenció al artista de que debía reencauzarse y volver a «caminar por la línea», parafraseando una de las canciones más bellas del trovador que se había criado cosechando algodón junto a sus hermanos en Maces Spring, Virginia. Para ello comenzó un proceso de desintoxicación basado en aguante y más aguante. Un proceso doloroso y no siempre efectivo, pero que con Cash, al igual que con Ray Charles en otro momento de la historia, dio resultado.

«Llevo el negro por el prisionero que hace mucho que pagó por sus crímenes / Pero sigue encerrado porque es una víctima de su condena»

A fines de 1967 Johnny Cash estaba listo para volver a la ruta y reconstruir su carrera artística. Y decidió hacerlo a lo grande: regresando a un escenario que le era conocido y que advertía totalmente revulsivo: la cárcel de máxima seguridad de Folsom, en las cercanías de Sacramento, California.

Siendo cadete de la Fuerza Aérea destacado en Alemania, quince años antes, Cash vio la  película «Inside the walls of Folsom Prision». En ella se exponía la brutalidad del sistema carcelario americano. El filme produjo gran impacto en el espíritu de este muchacho de 21 años, hijo de la gran depresión y formado en el duro trabajo rural. A partir de entonces sintió gran empatía por quienes cumplían condena en condiciones humillantes. En 1955 publicó «Folsom Prision Blues»,  canción en la que refleja muchas de las impresiones que le causó la película y que se convirtió en un clásico instantáneo.

Si bien Johnny Cash nunca fue condenado a prisión y a lo sumo pasó un par de noches en el calabozo, no iba a ser la primera vez que las puertas de un presidio se cerrarían detrás de él. En 1958 había ofrecido un concierto de fin de año en San Quentin, la cárcel de máxima seguridad de las afueras de San Francisco. (El centro California es reconocido por sus terremotos, sus viñedos y sus cárceles famosas). En aquella ocasión entre el público (o sea, los presos) estaba un joven Merle Haggard, que inspirado por Cash seguiría los caminos del country y se convertiría en una estrella multitudinaria.

«Pero sólo para recordar a los oprimidos / Bajo los focos debería haber un hombre de negro»

El histórico recital se llevó a cabo el 13 de enero de 1968 en el comedor del penal. Y ante un centenar de presos bajo la atenta vigilancia de guardias armados. Sin embargo no había ningún dispositivo de seguridad entre el escenario (una tarima a un metro y medio del piso) y la audiencia sentada en largas bancas a centímetros de los músicos. Luego de la actuación de Carl Perkins subió Johnny, se presentó con su clásico saludo: «Hello, I’m Johnny Cash» y arrancó con el himno carcelario de todos los tiempos.

«La atmósfera ahí es diferente de cualquier cosa que hayas visto en tu vida. Todo lo que veías afuera era lo opuesto absoluto de lo que ves ahí. Y todo el mundo está controlado. Todo el mundo es observado, incluso nosotros. Éramos prisioneros en esas cárceles. Así que eso lo hacía incómodo. No era que los guardias de la cárcel no fueran amables, pero tenían reglas que teníamos que cumplir, y no íbamos a romper esas reglas» recordaba Marshall Grant, bajista de la banda, cuando se cumplió medio siglo del recital.

Johnny saluda en pleno recital, a Glen Sherley.

Días antes del concierto el capellán de la cárcel, amigo de Cash, le hizo llegar una canción compuesta por el interno Glen Sherley. Johnny decidió tocar «Greystone Chapel» e indicó que el autor debería estar junto al escenario para darle la sorpresa.

El concierto tuvo enorme repercusión incluso más allá del ámbito artístico, a punto tal que hasta el propio gobernador de California, Ronald Reagan, se reunió con Johnny Cash para interesarse por el evento

(Off topic: si bien las letras de Cash hacen pensar en una tendencia liberal de izquierda, tenía actitudes propias de un conservador. Alguna vez dijo que «agradezco a Dios por las libertades que tenemos en este país. Las valoro mucho, hasta el derecho de quemar la bandera. Estoy orgulloso de esos derechos. Pero les diré algo: también tenemos el derecho de portar armas y si queman la bandera, les dispararé»).

«Por los imprudentes a quien una mala dosis los dejó secos / Llevo el negro en luto por las vidas que podrían haber sido»

El disco del recital, publicado en mayo de ese año, fue un éxito inmediato. A pesar de algunos desajustes representa una de las mejores producciones de la carrera de Johnny Cash; vendió unas cinco millones de copias. Fue considerado como el 88º mejor disco de la historia de la música por la revista Rolling Stone.

Cash volvió a la ruta, su hábitat natural, y reafirmó su condición de mito viviente de la música country y referente artístico de tres generaciones de músicos de todo el mundo. Y aún hoy el mundo se encarga de que sigan vigentes sus versos de «Man in black»: «Ah, me encantaría llevar un arcoiris cada día / Y decirle al mundo que todo va bien / Pero intentaré llevar un poco de oscuridad a mis espaldas / Hasta que las cosas mejoren, seré el Hombre De Negro».

nakasone