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Crónicas al Voleo

El Ángel del Gueto

El Ángel del Gueto
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Según la Real Academia Española, «gueto» significa «Judería marginada dentro de una ciudad», entendiéndose por judería a la población de origen judío. El gueto de Varsovia fue el mayor que se estableció en Europa por la Alemania nazi durante el Holocausto, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.

Fue concebido principalmente como campo de tránsito de las deportaciones para un destino final: el campo de exterminio de Treblinka, entre otros, y, como tal, formaba parte del exterminio en masa organizado, denominado con la terrible expresión de «Solución final de la cuestión judía».

Un régimen brutal

Cuando se estableció tenía una población estimada de 400.000 personas, aproximadamente el 30% de la población de Varsovia, que se encontraban hacinadas en una superficie equivalente menos del 3 % de dicha ciudad. Durante los tres años de su existencia, el hambre, las enfermedades y las deportaciones a campos de concentración y de exterminio redujeron su población a 50.000 habitantes.

Cuando promediaba la Segunda Guerra, fue el escenario de la mayor acción de la resistencia judía contra el genocidio, conocida como el Levantamiento del gueto de Varsovia, que comenzó en la noche de Pésaj (19 de abril de 1943) y terminó un mes después. Fue uno de los primeros alzamientos contra el nazismo en Europa durante la guerra.

Una flor en el desierto

Estos contextos desoladores, con paisajes sombríos y esperanzas cercenadas, características propias de una película post apocalíptica, tenían por objetivo provocar la degradación de la persona y la eliminación de su fuerza de voluntad. Pero aún en los terrenos más áridos suelen crecer flores. Y en el Gueto de Varsovia creció una de las más fuertes y valientes que la historia se atreva a recordar.

Irena Sendler, registrada como Irena Krzyzanowska, había nacido en Varsovia en 1910. Proveniente de una familia católica acomodada, era hija del reconocido médico Stanisław Krzyżanowski, quien se destacó por atender a pacientes con tifus que eran rechazados por sus colegas. En su mayoría, esos pacientes eran judíos y personas sin recursos.

A su muerte, causada por la enfermedad que ayudó a combatir en 1917, los líderes de la comunidad israelita ofrecieron pagar la educación de Irena, cuyo agradecimiento y simpatía por la comunidad se mantuvo hasta sus últimos días.

Ayuda solapada

Mientras cursaba estudios universitarios se involucró con grupos de trabajadores sociales y trabajó con instituciones de ayuda comunitaria. Cuando algunas universidades polacas establecieron un sistema de discriminación mantuvo una fuerte oposición que le valió ser suspendida en la Universidad de Varsovia durante tres años.

Cuando los nazis invadieron Polonia, Irena era enfermera y trabajaba Departamento de Bienestar Social de Varsovia, que proveía de alimentos, ropa y medicina a los sectores más pobres de la sociedad varsoviana. Los alemanes prohibieron prestar ayuda a los judíos, por lo que Irena comenzó a colaborar con los soldados polacos y –discretamente– extendió esa ayuda a los uniformados de origen judío.

Cuando en 1940 se impuso el gueto, los nazis permitieron que el personal del Departamento de Salud ingresara al mismo. Esto lo hicieron por temor a que algún brote de tifus pudiera afectarlos. Básicamente, unos cagones. Camuflados como material de trabajo, los miembros del Departamento introdujeron, durante el tiempo que duró el gueto, medicamentos, ropa, alimentos y todo tipo de elementos que permitieran la supervivencia de las víctimas de los nazis.

Alto riesgo

«Conseguí, para mí y para mi compañera Irena Schultz, identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Más tarde tuve éxito en conseguir pases para otras colaboradoras. Como los alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controláramos el recinto», escribiría tiempo después.

El riesgo de estas acciones no era poco, sobre todo porque a partir de 1941 se estableció la pena de muerte para quienes prestaran ayuda a los judíos, castigo que se extendía a la familia y allegados del responsable.

Con el tiempo las condiciones de vida del gueto fueron empeorando exponencialmente y la mayoría comprendió que la única forma de sobrevivir era huyendo de ese infierno. Así se comenzó a buscar los medios para sacar a los niños de Varsovia.

Bolsas, ataúdes y cloacas

Irena se involucró decididamente en lo que se convirtió en un plan para alejar a los niños de una muerte casi segura. Dentro del gueto utilizaba un brazalete con la Estrella de David como símbolo de solidaridad. Se ponía en contacto con familias con hijos pequeños y les ofrecía la posibilidad de sacarlos de allí. Pero no podía ofrecer ninguna garantía de éxito.

Muchas madres y abuelas, con toda lógica, rechazaban esa posibilidad. Algunas de ellas no tuvieron una segunda oportunidad. Porque cuando Irena o alguna de su colaboradoras intentaban insistir, se daban con que la familia ya había sido enviada a un campo de concentración.

Para evacuar los niños de quienes aceptaron el riesgoso plan, se utilizaron los métodos más heterodoxos. El grupo de Irena llegó a sacar algunos niños metidos en ataúdes –los más pequeños adormecidos con alguna sustancia–. Escondidos en bolsas de papas, a través de las cloacas o de oscuros túneles, en cestos de basura, cajas de herramientas o cargamentos de mercancías.

También se usó la táctica de derivarlos en ambulancia, indicando que sufrían alguna enfermedad contagiosa que tanto aterraba a los alemanes. Se las ingeniaron para que los niños llevaran papeles identificatorios que les permitiría mantener su identidad y reunirse con sus familias después de la guerra.

2.500 niños

Así se logró que, a lo largo de un año y medio, unos 2.500 niños pudieran dejar atrás el infernal gueto. Pero era una actividad de alta exposición y gran riesgo. El 20 de octubre de 1943 Irene, que había adoptado como nombre de guerra el de «Jolanta», fue detenida por la Gestapo y trasladada a la prisión de Pawiak.

En la prisión fue prolijamente torturada durante meses, pero no pudieron quebrar su voluntad. No reveló el nombre de ninguno de sus colaboradores, mucho menos de los niños que había salvado. Finalmente se decidió fusilarla, pero la resistencia polaca sobornó a uno de los guardias y logró rescatarla antes de la ejecución.

Hasta el final de la guerra Irena, en su calidad de enfermera, estuvo involucrada en la ayuda a los soldados que combatían contra el régimen nazi. Sin embargo, y lejos de reconocer su valor, la administración comunista hizo todo lo posible para que fuera olvidada. Además, la policía secreta la sometía a periódicos interrogatorios. Debió superar enormes obstáculos para que sus hijos pudieran recibir educación.

Una obra de teatro

Su nombre y su historia se recuperaron gracias a la iniciativa de un grupo juvenil de teatro. Este, buscó poner en relieve la figura de quien había salvado la vida de 2.500 niños en el gueto de Varsovia. Entonces sí, empezó a recibir todos los reconocimientos que merecía.

También surgió el exacto apodo de «El ángel de Varsovia». Fue nombrada «Dama del Orden del Águila Blanca», la máxima distinción que entrega el gobierno polaco. También fue designada por el Estado de Israel como «Justa entre las Naciones» y candidateada al Premio Nobel de la Paz en 2007.

«La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad». Falleció en Varsovia el 12 de mayo de 2008, a los 98 años de edad.

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