AG Noticias
Crónicas al Voleo

El anarquista que estafó al City Bank

El anarquista que estafó al City Bank.
Por Germán Tinti (Especial para AGnoticias)

La causa anarquista. El «anarquismo expropiador» es una corriente que tuvo auge a fines del siglo XIX y principios del siguiente, aunque se extendió en el tiempo y aún subsiste, que comete asaltos o desfalcos para financiar las actividades del movimiento. Las «expropiaciones» o «reclamaciones» a la burguesía, se basaban, principalmente, en las ideas del anarquista francés Pierre Joseph Proudhon, quién –en su ensayo «¿Qué es la propiedad?»– había concluido que «la propiedad es un robo».

A esta altura conviene recordar las palabras de Osvaldo Bayer en su ensayo «Los Anarquistas Expropiadores»: «Recordar, historiar no es, por cierto, reivindicar. Explicar objetivamente como se desenvolvía la sociedad de apenas tres o cuatro décadas es difícil y más que eso, peligroso. Porque precisamente a veces se confunde objetividad con reivindicación».

Las «expropiaciones», las buenas y las malas.

Las expropiaciones se llevaban a cabo, fundamentalmente, de dos maneras: «por las malas» (asaltos a bancos o empresas). Tal vez la más utilizada y que en América la dieron a conocer anarquistas españoles como Buenaventura Durruti y los hermanos Francisco y Alejandro Ascaso (https://www.altagracianoticias.com/anarquistas-sueltos-en-america/); y «por las buenas». Que era el camino que utilizaban quienes no podían, sabían o querían recurrir a la violencia y preferían las estafas y los desfalcos. En este rubro podemos incluir, en general, a imprenteros y dibujantes, que devinieron en verdaderos artistas de la falsificación.

Necesariamente volvemos a Bayer: «Combatidos y hasta estigmatizados por sus propios compañeros de ideas, los anarquistas que a sí mismos se llamaban expropiadores o para emplear otros términos- el anarquismo delictivo, tuvo en nuestro país un gran auge en las décadas del veinte y del treinta». Sin embargo, esta práctica se extendió tanto entre los entre militantes del anarcosindicalismo y el anarcocomunismo. Con el fin de dar apoyo a grupos afines o financiar acciones u obtener recursos para incrementar la propaganda anarquista.

Lucio Urtubia Jiménez nació en 1931en la pequeña localidad de Cascante. Amitad de camino entre Zaragoza y Logroño, en el seno de una familia muy pobre de cinco hermanos. Su padre, de tradición socialista que fue derivando al comunismo, instó a Lucio a sumarse al anarquismo.

Mientras hacía el servicio militar, con otros compañeros desvalijó un depósito de la compañía a la que había sido destinado. El objetivo: contrabandear el botín a través de la frontera franco-hispana. La aventura fue un fracaso y Lucio decidió desertar y huir a Francia, sin saber ni una palabra en francés. «No sabía nada de nada, ni lavarme las manos. Así llegué yo a París en 1954, con una mano delante y otra detrás».

En París trabajó como albañil y mantuvo contacto con otros anarquistas españoles exiliados. Participó en asaltos a entidades bancarias para conseguir fondos para financiar las actividades anarquistas en España. Pero poco después abandonó estas prácticas por temor a hacerle daño a los empleados bancarios. Sin embargo no se arrepintió nunca de estas actividades: «Yo expropiaba bancos, no robaba –aclaró años después–. Robar es robar a un pobre. El que roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Es un honor robar a un banco. El robo es un gesto revolucionario, siempre y cuando lo hagamos para hacer el bien colectivo y no solo para uno mismo».

Al tiempo que trabajaba en la construcción, Lucio Urtubia fue progresando como falsificador, y llegó a ser de los mejores, a punto tal que se convirtió en el elemento fundamental de una de las estafas financieras más importantes del siglo XX: la falsificación de 20 millones de dólares en cheques de viaje del First National City Bank, lo que estuvo a punto de llevarle a la quiebra.

«Hacia 1980 compré en Bruselas 30.000 francos en travellers cheques con documentación falsa –expresó Lucio en una entrevista al diario El País en 2007–. Después compré el papel para las falsificaciones. Costó imitarlos. ¡Es muy difícil llegar a la perfección! Yo daba el visto bueno, pero no fabricaba los cheques porque no sé nada de imprentero».

El trámite para hacer circular los cheques falsos era vergonzosamente sencillo. Repartían cheques entre varios miembros del movimiento y de a uno ingresaban en una sucursal bancaria y lo convertían en efectivo. El primero en realizar el cambio, una vez con la tarasca en el bolsillo, salía y pasaba la contraseña al resto: «la sala de baño está perfecta». Los empleados bancarios consultaban el listado de documentos extraviados o robados y, obviamente, no figuraban, ya que todos llevaban los números de los cheques legalmente adquiridos por Urtubia en Bruselas.

Tan solo la primera tanda de cheques falsos reportó al movimiento anarquista algo así como 300.000 Francos. Y en poco tiempo recaudaron unos 20 palos verdes, algunos de los cuales viajaron a Sudamérica para financiar grupos terroristas como Montoneros y Tupamaros.

Pero los «buenos tiempos» duraron poco. En  junio de 1980, en Les Deux Magots, un tradicional bar de la riviere gauche de París, Lucio Urtubia esperaba reunirse con un inversionista norteamericano para colocar una buena cantidad de cheques falsos. Pero en el bar no había ningún inversionista y si, en cambio, una buena cantidad de policías que procedieron a detenerlo.

Pero no terminaron aquí los problemas del City, una de las más grandes entidades bancarias del planeta. Urtubia había escondido muy bien las planchas de impresión. Y ese celo para guardar las pruebas de sus actividades fue la llave que abrió la puerta de su celda, donde estuvo recluido solamente por seis meses.

Según Thierry Fagart, uno de los abogados de Urtubia, fue el asesor del Primer Ministro de Francia, Louis Joinet, quien convenció a los abogados del banco para que negociaran. «Les dijo a los abogados de First National City Bankque que pensaba que, desde el punto de vista francés, era un asunto perjudicial que tenía que parar. Que no podía seguir así, que aún metiendo a mucha gente en prisión, el tráfico (de cheques) había continuado. Y que quizás la solución pasase por una negociación entre Citibank y el abogado de Lucio Urtubia, a quien todo el mundo consideraba que era el jefe de todo ese asunto»

La poderosa corporación financiera se vio obligada a retirar los cargos en contra de Lucio, a cambio de las dichosas planchas. Asimismo, Urtubia salió de la cárcel con unos 60 millones de Francos, aunque de esta última transacción nadie emitió recibo o factura alguna.

Después de esta aventura de película, Lucio Urtubia decidió que su aporte al anarquismo estaba hecho y volvió a su laburo de albañil, a la casa familiar del barrio Belleville en París. Tenía 50 años y era hora de llevar una vida tranquila.

Como más de uno habrá podido deducir, en su época fue comparado con Robin Hood. «Sí, eso es lo que me han dicho a mí muchas veces: que yo he sido como Robin Hood. ¿Y quién es ese Robin Hood?». Murió en París en 2020 y en cada entrevista que le realizaron afirmó que «ni yo me creo lo que he vivido».
nakasone