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Crónicas al Voleo

El amigo alemán de Jesse Owens

El amigo alemán de Jesse Owens
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

«No te arriesgues tanto, inicia el salto antes» escuchó Jesse Owens que le decía como al pasar uno de sus rivales en la  prueba de salto de longitud («salto en largo» decía el profe Sappia en la primaria). Owens había fallado en los dos primeros intentos y si volvía a fracasar quedaría eliminado en la primera rueda de los Juegos Olímpicos de Berlín. Quien lo aconsejaba no era ni más ni menos que su principal rival en aquella competencia: Carl Ludwig «Luz» Long.

Luz Long no era solamente una de las principales figuras del atletismo europeo por esos años, ganador de la medalla de bronce en el Campeonato Europeo de Atletismo de 1934. También era alemán, rubio, con ojos celestes, musculoso y de buena estatura; en consecuencia, uno de los modelos elegidos por el Tercer Reich para ilustrar su idea de prototipo de espécimen ario por excelencia. Ya todos saben que aquel Tercer Reich era el infame Adolf Hitler.

Los juegos de Adolf

Aquellos juegos olímpicos fueron imaginados por Adolf como una vidriera excepcional para mostrar al mundo la superioridad de la raza aria. También sirvieron para ofrecer una muestra palmaria de su megalomanía, su fanatismo y su peligrosidad. Pero los grandes líderes políticos de Europa prefirieron hacerse los boludos (con excepción de Churchill, claro); o bien expresarle simpatía y terminar aliándose con él (como Mussollini, Franco y Stalin al principio). Fue la primera vez que una competencia deportiva era utilizada políticamente tan descaradamente. El ministro de propaganda Joseph Goebbels («miente, miente que algo quedará») se encargó de la organización, con la colaboración del arquitecto Albert Speer (responsable de las grandes puestas en escenas de los monumentales actos nazis) y Leni Riefenstahl, una cineasta considerada por la cátedra como innovadora y creativa, pero que había puesto su arte a disposición del nazismo.

Lo cierto es que Jesse Owens llegaba a esa controversial competencia (Estados Unidos consideró la posibilidad de boicotearla, pero finalmente Franklin Delano Roosevelt decidió participar) con grandes pergaminos. Con solo 23 años era una de las principales figuras del atletismo mundial y Luz Long lo admiraba profundamente.

El atleta de Alabama llegó a Berlín en medio de un clima hostil; cargado de insultos racistas de los más fanatizados y presentado por la maquinaria propagandística oficial, junto a los demás competidores afroamericanos, como «auxiliares negros». Pero había algo que jugaba a favor de Owens: en su país natal acostumbraba a recibir un trato similar. Los insultos en alemán no hacían más mella que aquellos que solían dedicarle sus connacionales.

La consagración de Owens

Una versión insuficientemente documentada indica que los deportistas alemanes, y en especial Long, habían recibido la «sugerencia» de no hablar ni confraternizar con los negros. De ser así, lo del atleta nacido en Leipzig significó un abierto desafío a las recomendaciones superiores, porque desde el principio Jesse y Luz se hicieron grandes amigos.

En la jornada de salto de longitud, Jesse Owens no había comenzado bien; sus dos primeros intentos habían resultado nulos y cualquier pequeño error lo dejaría fuera de una de sus competencias más favorables. «Algo debe estar preocupándote –le dijo Long según un artículo en el diario británico The Independent– deberías haber calificado con los ojos cerrados». Tras lo cual le soltó el consejo que finalmente ayudaría a que el norteamericano lograra clasificar a la final del día siguiente. En definitiva Owens ganó la medalla de oro, consiguió el récord olímpico y relegó al segundo escalón del podio a su amigo alemán, que fue el primero en felicitarlo cuando se consagró.

Durante aquellos Juegos Olímpicos Owens también obtuvo las preseas doradas en 100 y 200 metros llanos y en posta 4×100. En el caso de la carrera de relevos se dio un hecho controversial y decididamente vergonzoso; Estados Unidos sacó del equipo a Marty Glickman y Sam Stolle. Se dieron varias explicaciones técnicas y deportivas sobre este cambio a último momento. Pero nunca se pudo disipar la sospecha de que ambos fueron relegados por ser judíos.

Lo cierto es que aquellos Juegos Olímpicos generaron entre Luz Long y Jesse Owens una amistad que no terminó cuando se apagó la llama olímpica.

Carta desde el frente

Pocos años después Long fue convocado por el gobierno para servir en la Wehrmacht en la Segunda Guerra Mundial, en la que combatió hasta 1943, cuando cayó en la batalla de San Pietro, durante la invasión americana a Sicilia. Durante la contienda armada, Luz se hizo tiempo para escribirle una conmovedora carta a Owens antes de morir, que vale la pena transcribir textualmente:

«Estoy aquí Jesse, donde sólo parece haber arena seca y sangre húmeda. No tengo mucho miedo por lo que me pase, mi querido amigo, temo por mi mujer que está en casa y por mi pequeño hijo Karl, quien nunca ha conocido realmente a su padre.

Mi corazón me dice, si soy honesto contigo, que ésta es la última carta que voy a escribir en mi vida. Si es así, te pido algo. Es algo muy importante para mi: Quiero pedirte que vayas a Alemania cuando termine la guerra, encuentra a mi hijo Karl y le hables de su padre; dile Jesse, cómo era la vida cuando no nos separaba la guerra, dile cómo pueden ser las cosas entre los hombres en esta tierra.

Si haces esto por mí, esto que necesito tanto que se sepa, haré algo por ti, te voy a decir algo que seguro quieres escuchar y que es verdad: ese momento en Berlín, cuando te hablé por primera vez, cuando tenías tu rodilla en la arena, yo sé que estabas orando; entonces no lo sabía, pero lo sé ahora ¡Ahora lo sé! Sé que no es una casualidad que tú y yo nos conociéramos, sabía que nuestra amistad duraría más que un momento olímpico.

Creo que esto pasó porque Dios hizo que sucediera, eso es lo que quiero decirte Jesse, pienso que debo creer en Dios, así que ahora rezo para pedirle que estas palabras que te escribo en verdad lleguen a ti y puedas leerlas.

Tu hermano, Luz».

Tributo al amigo

Owens cumplió con el pedido de su amigo y una vez finalizada la maldita guerra viajó a Berlín para conocer al hijo de Luz, Kai-Heinrich, de quien fue padrino de boda.

«Lo que más recuerdo fue la amistad que tuve con Luz Long– escribió Owens sobre los Juegos Olímpicos de Berlín– Fue mi rival más fuerte, sin embargo, fue él quien me recomendó que ajustara mi actitud en la ronda de clasificación y, por lo tanto, me ayudó a ganar. Requirió mucho valor hacerse amigo mío. Puedes derretir todas las medallas y copas que tengo y no serían un chapado en la amistad de 24 quilates que sentí por Luz Long en ese momento. Hitler debe haberse vuelto loco al vernos abrazados».

En su honor fueron nombradas una calle en su ciudad natal y otra aledaña al Estadio Olímpico de Munich y recibió, de manera póstuma la medalla Pierre de Coubertin.

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