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Día del Pastelero: Darío Wendeler, 40 años de una tradición en Alta Gracia

Día del Repostero: Darío Wendeler, 40 años de una tradición pastelera en Alta Gracia

En el Día Internacional del Pastelero, AGNoticias dialogó con Darío Wendeler, referente indiscutido de la pastelería local, quien repasa su historia, la de su familia y la esencia de una profesión que defiende desde hace cuatro décadas.

En el corazón de Alta Gracia, entre aromas a manteca, hojaldre y chocolate, trabaja Darío Wendeler, un histórico pastelero con 40 años de trayectoria en la Panadería Danubio. La fecha no es casual: este 15 de mayo se celebra el Día Internacional del Pastelero, y AGNoticias lo visitó para conversar sobre su vida, su oficio y el legado que lo une profundamente a su padre y a una de las confiterías más emblemáticas de la Argentina: El Molino, en Buenos Aires.

“Lo primero es que le guste a la gente”, repite Darío con la naturalidad de quien ha hecho de la cocina un arte y una forma de vida. Y no lo dice como una frase hecha, sino como la brújula que ha guiado su trabajo durante todos estos años.

La historia de Darío es también la de su padre, un joven que dejó el campo para entrar como aprendiz en la histórica Confitería El Molino, frente al Congreso de la Nación.Mi papá empezó ahí sin cobrar, como aprendiz, y aprendió de un maestro pastelero que había trabajado en el Graf Spee, ese barco alemán que se hundió cerca del Belgrano”, contó con orgullo. La conexión entre ambos fue posible gracias a que compartían el idioma alemán.

El Molino era una confitería de vanguardia. “Exportaban helado a Brasil, pan dulce a Italia y bombones a Europa. Fabricaban todo: el dulce de leche, la mermelada, las cremas. Todo era natural”, recordó. Hoy, muchos de esos métodos tradicionales parecen haber quedado en el pasado, y eso es precisamente lo que Wendeler busca preservar.

Defensor de las recetas auténticas, lamenta que la pastelería actual esté cada vez más atravesada por productos artificiales. “Antes se usaba manteca, leche, huevos. Hoy todo viene en polvo. Nosotros seguimos tratando de hacer las cosas lo más naturales posible, porque esa es la verdadera repostería”, explicó.

Uno de los datos más llamativos que menciona es el origen del Imperial Ruso, un postre que —según afirma— fue inventado en El Molino y no tiene relación directa con Rusia. “No es que vas a Europa y lo encontrás allá. Ese postre es argentino y nació en esa confitería. Nosotros lo seguimos haciendo igual que antes”, aseguró.

Aunque en sus inicios no sabía hacer pan, Darío relató que con su padre aprendieron preguntando. “Ni él ni yo éramos panaderos, pero empezamos de cero, preguntando, probando”, dijo. Hoy, su local combina lo mejor de la panadería y la pastelería artesanal.

La rutina tampoco da tregua. Aunque el ritmo ha cambiado con el tiempo, los días comienzan bien temprano. Antes arrancábamos más temprano. Ahora los chicos llegan a las cinco, cinco y media. Yo llego a las siete”, comentó el panadero. En ese momento, ya hay tortas de hojaldre en proceso, una de las preferidas de los clientes.

A pesar del esfuerzo, los errores, las exigencias del control diario y hasta las plagas que trae el campo a la ciudad, Wendeler no pierde el entusiasmo ni la conciencia de su rol. “Son cuarenta años. Imaginate cuántos días son. Todos los días hay que hacer las cosas bien. Si algo sale mal, la gente lo nota. Pero cuando sale bien, el reconocimiento es lo que más te gratifica”, afirmó.

A sus 40 años de trayectoria, Darío suma una convicción profunda: la repostería no es solo una tarea artesanal, es una forma de honrar la historia, conservar los sabores verdaderos y transmitir un legado que, generación tras generación, sigue endulzando Alta Gracia.

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