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Editorial

COLECTIVIDADES: UNA NECESARIA MIRADA CRÍTICA

Pasó una nueva edición del Encuentro de Colectividades y, enarbolando un espíritu de crítica constructiva, nos atrevemos a redactar algunos conceptos que nos parecen necesario analizar, luego de más de tres décadas de festival.

Con 31 ediciones ya en el lomo, Alta Gracia ha sabido construir una fiesta que ha trascendido las fronteras de la ciudad. Ha sabido posicionarse provincial y nacionalmente, y eso es un logro indiscutible.

Pero la crítica apunta más a una mirada introspectiva. Luego de 31 años, como vecino de la ciudad uno tiene la extraña sensación que el pueblo de Alta Gracia no está consustanciado con lo que alguna vez sintió “su” fiesta. La ve pasar, con suerte se da una vuelta por el predio, o adquiere plateas, pero pareciera que de a poco ha dejado de sentirla como propia. El terreno que se ha ganado en seducir al mercado de otros lados, se ha perdido en la gente misma de la ciudad. Y por este camino viene la crítica.

Colectividades hoy es un buen festival artístico, con carpas de oferta gastronómica. Los números de la organización cierran, y pareciera que eso alcanza. A uno le da la sensación que no alcanza con que los balances den positivo, sino que ese objetivo debiera ser logrado a partir de realizar una fiesta de todos.

Inocente sería pensar que estos tiempos son iguales a los de aquellas primeras románticas ediciones; pero bueno sería recuperar algo del espíritu de aquellos tiempos cuando –por ejemplo- las colectividades eran las que trabajaban la fiesta, y no empresarios gastronómicos que buscan hacer su verano en pocos días. Pareciera que en pos del negocio, todo vale, y no debiera ser así.

Se ha perdido Colectividades como hecho social y cultural. Ya hace rato nadie piensa en eventos de este tenor que le den marco a la fiesta en sí. Los concursos de afiches desaparecieron, los de vidrieras han pasado a segundo o tercer plano. Los propios inmigrantes o sus descendientes han perdido interés en la fiesta al no sentirse representados en la organización de la misma. Muy atrás han quedado eventos culturales y deportivos que hace años hacían que la fiesta trascendiera más allá del predio y del ámbito propiamente artístico.

Unir pueblos significa conocer sus culturas, su arte, su  pensamiento. Debatir entre pensamientos distintos. Difundir su historia, y también elaborar teorías para su futuro. Unir naciones va muchos más allá de una pizza, una porción de paella o un shawarma. Incluso más allá de Abel Pintos, Luciano Pereyra o Jairo. Que son necesarios, que hacen a la fiesta, que convocan al festival, pero que lejos están de ser todo lo que necesita un evento que se precie de unir culturas.

Una fiesta de Colectividades debiera preocuparse más por reunir en su noche inaugural a embajadores, cónsules, diplomáticos, agregados culturales, que a políticos que buscan salir en la foto. Da la impresión que los primeros no vienen porque a nadie le interesa invitarlos. Tal vez “no suman”. Los otros, vienen solos, y se sientan en primera fila.

La conformación misma de la Comisión Organizadora (la última fue producto de una Asamblea que duró apenas minutos), que repite nombres, que no integra a representantes de las colectividades ni de sectores de las fuerzas vivas de la ciudad, tal vez sea el primer paso para comenzar a recuperar el terreno del que estamos hablando.

Que quede claro un punto: defendemos y defenderemos siempre el Encuentro de Colectividades. Es de Alta Gracia. ES Alta Gracia. La mirada crítica busca reformular varios aspectos de la fiesta, renovar procesos desgastados y fortalecerla; todo ello a partir de pulsar el sentimiento de la gente de la ciudad. Para mejorarla, para perfeccionarla. Para que la fiesta tenga larga vida.

nakasone