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Crónicas al Voleo

Amor libre, El Bosco y los idealistas de Oneida

El amor libre lejos estuvo de ser un "invento" de la década del sesenta. Y si no... a las pruebas nos remitimos.
Por Germán Tinti

La expresión “amor libre” tuvo gran auge en la cultura mundial a partir de la mitad del siglo pasado; con una mayor repercusión y expansión en la década de 1960, cuando el concepto formó parte del ideario fundamental del movimiento hippie. En líneas generales, se la utiliza para describir un movimiento social que rechaza el matrimonio, que es visto como una forma de esclavitud social. Se la considera una rama del anarquismo y sus defensores insisten en que su objetivo es la libertad de la regulación estatal y de la interferencia de la Iglesia en las relaciones personales.

Si bien este concepto es bastante más común en nuestros días, aún genera algunas polémicas, aunque estas ni por asomo se parecen a las que tenían lugar en los años 60, cuando muchos hablaban de una “revolución sexual” que iba de la mano con otras reivindicaciones cuyas expresiones públicas muchas veces terminaban con cargas policiales y manifestantes apaleados (esta metodología, con algunas “mejoras” se mantiene intacta).

Impíos y licenciosos

Pero lo cierto es que siempre hubo personas que consideraban a la monogamia una imposición de la tradición judeocristiana, mantenida por los preceptos sociales dominantes en Medio Oriente y Europa desde la religión y el Estado, que muchas veces era lo mismo. Y las razones de esta oposición no eran necesariamente de origen secular, sino que muchas veces tenían origen en principios religiosos.

Por caso, el “adamismo” o “adamianismo”. Fue un desprendimiento del primitivo catolicismo que negaba el concepto de “pecado original”, por lo que la utilización de vestimentas era contraria al plan de Dios. Así, en sus reuniones iban desnudos. De todos modos, algunos autores como Epifanio de Salamina (que no es un personaje de Fontanarrosa, sino que fue uno de los padres de la iglesia católica) negaban que los adamitas no utilizasen ropa “con el objeto de imitar a nuestros primeros padres” y sostenían que lo hacían para “entregarse a oscuras a todo género de excesos”.

Aun cuando el adamismo desapareció en el siglo IV, algunos de sus conceptos subsistieron en otras comunidades que mantuvieron su oposición a la monogamia y defendieron el amor libre. Entre estos podemos nombrar a la organización de los Hermanos del Libre Espíritu, que fue un grupo religioso de carácter (según crónicas de la época) “impío, libertino y licencioso”, surgido en los Países Bajos y Renania (actual región de Alemania) a mediados del siglo XIII.

El Bosco integraba la Hermandad del Libre Espíritu
Al calor de la Inquisición

Tal vez, el miembro más famoso de esta comunidad haya sido el misterioso Jheronimus van Aken, que no fue un arquero del P. S. V. Eindhoven como muchos podrían pensar, sino el artista plástico conocido universalmente como El Bosco. De hecho, autores como el historiador de arte Wilhelm Fraenger sostienen que una de sus obras más famosas, “El jardín de las delicias” era una ilustración del quimérico mundo de la hermandad. En su segmento central se representa a decenas de personas totalmente desnudas, blancas y negras, distraídas mientras disfrutan de toda clase de placeres, especialmente sexuales.

Lo cierto es que este tipo de costumbres no eran del agrado de la Iglesia católica, que tradicionalmente reservaba este tipo de disfrute terrenal para sus más altos ministros y reprimía con Inquisición y fuego a cualquier otro que osara asomarse a las delicias del jardín que imaginó el artista flamenco. Pero las antorchas de Torquemada no pudieron reducir a cenizas el anhelo del amor libre, que siguió siendo practicado por pequeñas y discretas comunidades en Europa y, poco después en América.

Matrimonio grupal

Tal vez una de las experiencias más exitosas en este sentido haya sido la Comunidad de Oneida, fundada en 1848 por John Humphrey Noyes, un predicador baptista defenestrado por promover la poligamia. De hecho, debió abandonar precipitadamente Vermont (donde fundó su primera comunidad) perseguido por varias órdenes de detención por adulterio. Así, Noyes y sus seguidores adquirieron una propiedad en Oneida, un paraje cerca de Siracusa, al norte del Estado de Nueva York.

El amor libre lejos estuvo de ser un "invento" de la década del sesenta. Y si no... a las pruebas nos remitimos.
Para algunos historiadores del arte El Jardín de las Delicias expresa la utopía de los integrantes de la Hermandad

La estructura de esta sociedad instauraba el concepto de “matrimonio grupal”, en el que cualquier miembro era libre de tener relaciones sexuales con cualquier otro que lo aceptara. La posesión y las relaciones exclusivas no eran admitidas. A diferencia de movimientos del siglo XX, como la revolución sexual de la década de 1960, los oneidanos creían que el resultado natural de las relaciones sexuales era el embarazo y criar a los hijos debería ser una responsabilidad comunitaria.

Las mujeres mayores de 40 años debían actuar como «mentoras» sexuales de los varones adolescentes, ya que estas relaciones tenían una mínima posibilidad de concebir. Del mismo modo, los hombres mayores a menudo introducían a las mujeres jóvenes al sexo. Pero era Noyes quien daba el visto bueno a las uniones que se producían y en muchos casos era justamente él el adulto encargado de iniciar a las jóvenes. Esta supervisión actuaba como efectivo método del control de la natalidad. Contrariamente a lo que se podría creer, no existió ninguna explosión demográfica en Oneida y en sus 4 décadas de existencia se produjeron poco menos de un centenar de alumbramientos

Noyes el autócrata

No obstante las rígidas costumbres victorianas imperantes, la comunidad de Oneida progresaba y llegó a tener más de 300 integrantes. Poseía una aceitada organización social y pasó del autosustento agrícola-ganadero y artesanal a crear prósperas industrias (las más rentables fueron la fábrica de cubiertos y la de trampas para cazadores). Esto le brindó un poderío económico que le permitía mantener a su creciente población de devotos que vivían en una enorme mansión de más de 100 habitaciones y que contaba con edificios complementarios. Asimismo, en las épocas de mayor producción debían contratar mano de obra de las poblaciones aledañas.

John Humphrey Noyes, padre del «matrimonio comunitario»

Pero el poder de Noyes era absoluto y eso, se sabe, es la puerta de entrada a la arbitrariedad y el nepotismo. El líder, que siempre se manifestó en contra de todo favoritismo, se puso grande y comenzó a demostrar gran preferencia por uno de sus hijos: Theodore; un tarambana que había sido enviado a estudiar medicina a Yale, había abandonado, se había enfrascado en estrafalarios negocios y había fracasado en todos ellos.

Los malos tiempos

Esa predilección generó algunas tensiones internas, que fueron creciendo cuando la prensa neoyorquina comenzó a ocuparse de esta concupiscente sociedad. Las acusaciones de prácticas sexuales aberrantes comenzaron a llover y los fiscales, que hasta entonces no le habían prestado atención al asunto, empezaron a hacer preguntas.

Oneida en los buenos tiempos de prosperidad.

John Humphrey Noyes, antes de que alguien firmara una orden de arresto, cruzó la frontera y se instaló en Niagara Falls, en Canadá. Pero su ausencia provocó dudas en los devotos y no logró detener el tsunami de críticas que caían sobre la comunidad. A punto tal de que se vio obligado a publicar un comunicado en el que renunciaba al “matrimonio complejo” y recomendaba a sus seguidores abrazar la monogamia y reinsertarse en la sociedad, proponiendo como alternativa el celibato.

El fin de la quimera

Fue el principio del fin. La utopía de amor libre y vida comunitaria se derrumbó como un castillo de naipes. Muchos miembros formaron pareja, contrajeron matrimonio y continuaron viviendo en la mansión y en los edificios aledaños, pero otros tantos se dispersaron.

Irónicamente, la quimera de Oneida (que había sido definida por su fundador como “comunismo bíblico”) se convirtió, en 1880, en una Sociedad Anónima: la Oneida Community Limited. Una próspera empresa que se especializó en la fabricación de cubiertos de plata que en 1970 valía cien millones de dólares. Actualmente tiene subsidiarias en Canadá, Gran Bretaña, Australia, Japón y China, entre otros países.

Mr. Noyes no pudo volver a Oneida. Murió el 13 de abril de 1886 en su exilio canadiense. Su sueño socialista había sucumbido al pragmatismo capitalista.

Publicidad setentista de las cucharas Oneida.
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