AG Noticias
Crónicas al Voleo

La Orquesta Roja, la mejor red de espías

La Orquesta Roja, la mejor red de espías
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Cuando Adolf Hitler entró de lleno en la escena política de una Alemania derrotada y humillada luego de la Primera Guerra, y sufriendo una crisis económica histórica, hubo quienes advirtieron el peligroso tsunami que se estaba gestando. Alejados de las bulliciosas masas fanatizadas por el discurso ultra nacionalista y abiertamente racista y antisemita de este pequeño pintor frustrado, había quienes observaban con preocupación el panorama y comenzaron a actuar vislumbrando años terribles.

Uno de esos visionarios fue Lejb Domb, un polaco judío nacido en 1904 en Nowy Targ, un pintoresco pueblito cercano a la frontera con la actual Eslovaquia. A los 20 años abrazó el comunismo y se unió a las juventudes sionistas, lo que lo llevó a emigrar al Protectorado Británico en Palestina. Allí participó de la fundación del grupo comunista «Unidad» que pregonaba la unión de judíos y árabes en contra del capitalismo.

Expulsado por la autoridad británica en 1929, recaló en París para –tres años después– trasladarse a Moscú para estudiar y, especialmente, comenzar la carrera de espía. Poco después volvió a Francia, esquivando así las purgas stalinistas. En la «ciudad luz» integró la red de espionaje soviética «Fantômas».

Una tradición en redes de espionaje

Y es que Domb tenía buena parte de los números para acabar en Siberia, en alguna oscura mazmorra; o frente al pelotón de fusilamiento: era ciudadano polaco, judío y apátrida. «Mi destino estaba trazado –escribió en su autobiografía de 1975–. Habría acabado en el fondo de un calabozo, en un campo de concentración o, mejor aún, ante un paredón. Por el contrario, si lejos de Moscú combatía en primera línea contra los nazis, podría seguir siendo lo que siempre había sido: un militante revolucionario».

Para ese entonces, Lejb Domb ya era Leopold Trepper y trabajaba duramente para combatir el nazismo. Antes del inicio de la guerra había comenzado a organizar la red de espionaje más fabulosa y eficiente de la primera mitad del siglo XX.

La Unión Soviética era especialista en desarrollar amplios tejidos de comunicaciones. En su novela autobiográfica «La noche quedó atrás» el ex doble espía Jan Valtin, detalla cómo el Soviet Supremo hacía llegar, en cuestión de días, órdenes, propaganda y dinero a los puntos más recónditos del planeta a través de –especialmente– trabajadores portuarios y marineros miembros del partido.

Espías por todas partes

Pero lo de Trepper fue la quintaescencia del espionaje. Muchos de sus agentes eran alemanes de los más diversos estratos sociales. Había comerciantes, artistas, empleados de comercio, trabajadores de distintas áreas industriales e inclusive una vidente, pero también había personas relacionadas con el poder: altos oficiales de las fuerzas armadas del Tercer Reich como Harro Schulze-Boysen, Herbert Gollnow o Erwin Gras y miembros de la aristocracia como la condesa Ericka de Brockdroff.

La organización operaba a pleno un año antes de la crisis de Dázing y su eficacia llegó a ser tan plena que cualquier decisión del Alto Mando Alemán llegaba al Kremlin a los sumo una decena de horas después de haber sido tomada. Así lo consignan los periodistas franceses Pierre Accoce y Pierre Quet en su ensayo «La guerra se ganó en Suiza» (1966): «No transcurrían más de diez horas entre el momento en que se tomaba una decisión en la Wehrmacht (Fuerzas Armadas) y la orden se conocía en Moscú. En una ocasión, inclusive el plazo se redujo a seis horas».

Un batallón de telégrafos

Tepper dirigía la compleja red de espías desde Bruselas, donde se había establecido como un industrial canadiense que le vendía impermeables a las fuerzas de ocupación alemanas en Bélgica y más tarde a las que tomaron Francia. No solo los espiaba, también les sacaba la plata para sostener el espionaje. Win – win.

Al nombre de «Orquesta Roja» (Die Rote Kapell en alemán) se lo otorgó la Gestapo, que ya había bautizado a sus miembros como «pianistas» porque enviaban sus partes a través de telégrafos operados manualmente.

La información se enviaba diariamente desde cerca de un centenar de telégrafos instalados en ciudades como París, Lieja, Bruselas, Estambul, Atenas, Belgrado, Ginebra, Viena, Roma, Ámsterdam, Neuchâtel, Madrid, Barcelona, Amberes, Estocolmo, Copenhague, Lyon, Marsella, Lille, Berlín e –inclusive– Tokio. Chicos, el dinero de Moscú llegaba a todas partes.

Ganar la guerra

El periodista Israel Viana, del ABC de España, destaca que la Orquesta Roja descubrió e informó sobre el desarrollo de armamento: «realizó auténticas proezas, como enviar con suficiente antelación a Moscú los planes ultrasecretos del nuevo tanque tipo T-6 que los alemanes estaban construyendo. Eso permitió a la industria soviética construir rápidamente el tanque KV, que supuso una desagradable sorpresa para la Wehrmacht cuando se encontraron en el campo de batalla. También desveló las rampas de lanzamiento dispuestas por Hitler en el norte de Francia, que pudieron ser destruidas. E informó a los aliados de las cadenas de montaje con la que los nazis estaban fabricando las bombas V, lo que permitió anticiparse y bombardear las fábricas. Muchos expertos coinciden en que si la V-1 y V-2 se hubieran terminado, el desembarco de Normandía habría sido imposible».

El jefe de los servicios secretos de Hitler, Wilhelm Canaris, llegó decir de Leopold Trepper: «Él solo ganó la Segunda Guerra Mundial. Su actuación costó más de 300.000 muertos a Alemania».

Buena parte de la Orquesta Roja fue desmantelada a fines de agosto de 1942. En un procedimiento que contó con el más estricto secreto, se detuvo a unas 600 personas en Bruselas, París y Berlín, que fueron sometidas a juicio. De los procesos resultaron 58 condenados a muerte y cientos destinados a campos de concentración

Volver a hacerlo

Trepper fue capturado poco después pero rápidamente se ganó la confianza de sus carceleros y los terminó convenciendo de que lo dejaran escapar. Estuvo escondiéndose y deambulando por Francia hasta la Liberación. Entonces regresó a Moscú y, en agradecimiento, fue encarcelado por diez años. El régimen soviético sospechaba de todo comunista que hubiera sido prisionero de los Nazis.

Muerto Stalin le restituyeron los honores y regresó a Polonia, donde se convirtió en editor de literatura judía. Pero pocos años después, desilusionado con el comunismo, se radicó en Israel para pasar sus últimos años.

En una entrevista de 1967, el periodista francés Gilles Perrault (autor del libro «La Orquesta Roja») contó que en las entrevistas que le realizó a Leopold Trepper, el exespía «hablaba de manera deshilvanada, porque siempre íbamos a parar a un muerto. Entonces se cogía la cabeza con las manos, cerraba los ojos y decía: “¡Dios mío!”. Y luego empezaba a hablar de otra cosa. Era como un paseo por el cementerio». Aunque una década después, el propio Trepper escribió en sus memorias: «La tragedia me esperaba en cada esquina, el peligro era mi compañero más fiel, pero si tuviese que volverlo a hacer, lo haría con gusto».

nakasone