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Crónicas al Voleo

El australiano más negro de todos

El australiano más negro de todos
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Los juegos olímpicos disputados en el año 1968 en el Distrito Federal de México (actualmente Ciudad de México) dejaron varios hechos que impactaron de lleno en la historia del deporte mundial. El neoyorquino Bob Beamon clavó alto récord mundial en salto en longitud, marcando 8,90 metros que se mantuvieron como la mejor marca del planeta durante más de 22 años. Dick Fosbury cambió para siempre la técnica del salto en altura, que hasta entonces se usaba el estilo llamado «rodillo ventral» (para explicarlo a lo bruto, el atleta se tiraba de cabeza). Fosbury lo hacía dándole la espalda al listón e inmediatamente su método fue adoptado por todos los atletas.

En natación, el californiano Mark Spitz se quedó con dos medallas doradas, una de plata y una de bronce, pero fundamentalmente dejó en claro que en poco tiempo sería el dueño de la actividad. Y fue tan así que cuatro años después, en Munich, se quedó con siete medallas de oro, marca que recién pudo batir Michael Phelps en Pekín 2008. Argentina, en esa edición, tuvo una floja participación y solamente cosechó dos medallas de bronce: Alberto Demiddi en remo y Mario Guilloti en boxeo.

Historia de una foto histórica

Pero seguramente la imagen más icónica de estos juegos, y una de las más famosas de la historia, es la del podio final de los 200 metros llanos. La competencia fue ganada por el norteamericano Tommie Smith, segundo fue el australiano Peter Norman y en tercer lugar llegó el también norteamericano John Carlos. Tanto Smith como Carlos eran de raza negra y decidieron utilizar la ceremonia de premiación para hacer pública su protesta por la violenta ola de segregación racial que atravesaban los afroamericanos en su país.

Pocos meses antes había sido asesinado Martin Luther King en Memphis, el Ku Kux Klan quemaba cruces en todo el sur profundo de Estados Unidos. En el verano del año anterior habían estallado unos 200 disturbios raciales en ciudades como Atlanta, Boston, Cincinnati, Búfalo, Tampa, Birmingham, Chicago, Nueva York, Milwaukee, Mineápolis, New Britain, Rochester, Plainfield y Toledo entre otros puntos del país.

Todos estos hechos (y muchos más) estaban en la mente de Smith y Carlos cuando subieron al podio. El plan de ambos atletas, por consejo de la organización «Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos», OPHR por sus siglas en inglés) era hacer el saludo propio del «black power» cuando se escucharan los acordes de «The star spangled banner»: levantar el puño izquierdo con un guante negro. Pero a último momento se dieron cuenta que solamente tenían un par de guantes. Peter Norman, que iba a ocupar el segundo escalón del podio, les sugirió uno usara el derecho y el otro el izquierdo. Por eso en la foto Smith levanta el brazo diestro y Carlos el zurdo. Por su parte, el australiano no hizo ningún gesto, pero se colocó en su chaqueta un distintivo de la OPHR.

El principio del fin

Si bien los flashes, las críticas del establishment y la admiración de los activistas se fueron detrás de Smith y Carlo (que incluso fueron expulsados del equipo norteamericano) Norman volvió a Australia. Y desde entonces, sin un motivo claro o al menos declamado públicamente, se convirtió en un paria en su país.

La marca que había conseguido Peter Norman en México le permitiría clasificar a los juegos olímpicos incluso en esta época; pero las autoridades deportivas australianas le cerraron todas las puertas para continuar compitiendo internacionalmente.

Esto quedó evidenciado en años posteriores. Norman logró tiempos sorprendentes de calificación, tanto en pruebas de 100 y 200 metros en 1971 para las Olimpiadas de Munich 1972; pero el comité seleccionador del equipo olímpico australiano decidió no enviarlo a la pista debido a su gesto en los Juegos de 1968.

El derrumbe

Visto que sus perspectivas en el atletismo eran nulas, Norman comenzó a jugar fútbol australiano, una actividad deportiva parecida al fútbol americano pero mucho más violenta y que se juega… en una cancha ovalada.

Entre 1972 y 1977 jugó 67 partidos para el West Brunswick. A los 35 años se retiró de la práctica activa del futbol australiano y comenzó a entrenar a un equipo sub 18. Paralelamente siguió entrenando como velocista hasta que una gangrena, consecuencia de la rotura de un tendón de Aquiles, obligó a que le amputaran una pierna.

La depresión que le causó el incidente lo depositó en brazos del alcoholismo, del que le costó varios años salir. Haber sido designado director deportivo de Athletics Australia (la asociación nacional de atletismo de su país) fue de gran ayuda.

Un extraño en su país

Sin embargo, el ostracismo no había terminado para Norman. El Comité Olímpico Australiano lo ignoró olímpicamente (guiño, guiño) cuando se realizaron los juegos de Sidney 2000. Estados Unidos, que ya había hecho su mea culpa, decidió salvar la afrenta y lo invitó especialmente. Después de esas olimpíadas Australia empezó a levantarle la sanción, pero a Peter Norman ya le quedaban pocos años de vida.

El 17 de octubre de 2003, San Jose State University descubrió una estatua que conmemora la protesta en los Juegos Olímpicos de 1968. Norman no se incluyó como parte de la estatua en sí, pero fue invitado a pronunciar un discurso en la ceremonia.

Tardío reconocimiento

Murió de un ataque al corazón el 3 de octubre de 2006 en Melbourne, a la edad de 64 años. Tanto Smith como Carlos, aquellos compañeros de podio, elogiaron y fueron portadores del féretro en el funeral de Norman. La banda que acompañó el cortejo fúnebre interpretó la histórica banda de sonido de la película «Carrozas de fuego», compuesta por el músico griego Vangelis.

En 2013, trece años después de su fallecimiento y 51 de su medalla de plata en México, el Estado de Victoria, en el sur de Australia, erigió una estatua en su honor en la ciudad de Melbourne, frente al Lakeside Stadium. «Reconozco que se debería haber hecho más en el pasado en honor a Peter. Iniciativas como esta estatua son un gran paso adelante», señaló Darren Gocher, director de la Organización Deportiva Nacional de Australia, durante el acto en el que se descubrió la figura del corredor.

«Peter Norman defendió a la humanidad hace 51 años y es muy importante que las futuras generaciones conozcan su historia de fuerza y decencia», añadió en la ocasión Stephen Dimopoulos, miembro del Parlamento de Victoria.

Homenaje emotivo, justo… pero tardío.

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