A sus casi 50 años, Claudia Ferreyra atraviesa un nuevo tratamiento de quimioterapia. Hace 15 años ya había enfrentado y vencido un cáncer de ovario. Hoy, desde otro lugar emocional y con un grupo de contención que no la deja caer, transita esta batalla con vulnerabilidad, con fuerza y con una firme decisión: priorizarse, sanar y abrazar la vida un día a la vez.
Claudia Ferreyra o “Chilly”, como le dicen quienes la quieren habla con una sinceridad que desarma. “No soy la Claudia de hace 15 años. Cambié todo”, afirmó al comenzar a relatar en diálogo con AGNoticias este nuevo capítulo de su vida, atravesado por un linfoma de Hodgkin en estadio 2 que desde agosto la obliga a transitar nuevamente el duro camino de la quimioterapia.
Ya lo había vivido: hace quince años superó un tumor de ovario después de un tratamiento largo y “exitoso”. Por eso, cuando recibió el diagnóstico esta vez, lo primero que sintió fue rechazo.
“No quería volver a pasar por esto, no quería repetir ese tratamiento. Lloré muchísimo. La primera vez casi ni lloré; esta vez lloraba con todos”, reconoció.
Con casi 50 años, un nieta que adora y una familia que la sostiene desde distintos rincones del país, se permitió vivir este proceso desde otro lugar: sin armaduras.
“Descubrí que no soy fuerte, soy vulnerable. Y está bien. Me enojo cuando me dicen que soy fuerte. Hay días que lloro sola y digo ‘no puedo más’. Pero Dios siempre me manda un poquito más de fortaleza.”


Un “grupo de contención” que la abraza cuando afloja
En esta batalla, Claudia no está sola. Todo lo contrario: creó lo que llama su “Grupo de Contención”, integrado por su mamá, hermanas, cuñadas, amigas, concuñada y primas. Ellas están ahí, siempre.
“Son las que aparecen sin pedir nada, las que llegan cuando digo que no quiero ver a nadie… y sacan una sonrisa incluso cuando después me enojo porque vinieron”, contó entre risas.
Son quienes le preparan viandas, la llevan a los turnos médicos, la escuchan llorar o simplemente le recuerdan que “no está permitido bajar los brazos”.
A su lado también está su marido, a quien valora profundamente: “Debe ser muy difícil vivir con alguien que cambia de humor cada dos segundos, que tiene dolores distintos cada minuto… y aun así sigue ahí.” Y su hija, que viajó desde Tandil para acompañarla en los días más duros de la quimio. Su nieta, dijo, es “su oxígeno”.






Cambiar para sanar
A diferencia de hace 15 años, esta vez decidió hablar, pedir ayuda y poner límites. “Me prioricé. Antes no aceptaba ayuda psicológica. Ahora sí. Antes me tapaba todo: el dolor, el enojo, el llanto. Hoy dejo que salga”.
Claudia también se refirió al del duelo y de las pérdidas que marcaron su vida: una hermana fallecida en 1999, un sobrino que murió hace apenas unos meses. Pero esta vez decidió vivir el dolor, no esconderlo. “No voy a tapar el duelo. Mostrar el dolor también es sanar.”




Convivir con el cáncer y seguir
La forma en que Claudia describe el cáncer es tan cruda como poética: “Es convivir con alguien y decirle: ‘Bueno, esta vez nos tocó convivir de nuevo. Hagámoslo lo mejor posible’”.
Náuseas, vómitos, diarreas, debilidad constante, cansancio que no cede. Aun así, ella intenta afrontarlo con humor. “A veces siento que me voy a las piñas con el cáncer”, expresó. Y aun así sonríe.
Tiene claro que el tratamiento no es solo médico: “La mitad es medicina, pero la otra mitad somos nosotros.” Por eso repite que la clave es priorizarse, pedir ayuda, no aislarse.
“A quienes están pasando algo parecido les digo: no estén solos. Y si ven a alguien que se aísla, búsquenlo. La contención es vital.”




El futuro que imagina
Claudia sueña con un final feliz para este proceso. Se imagina los estudios finales, la palabra “remisión” escrita en mayúsculas y esa sensación de volver a respirar sin miedo. “Me veo limpia de células cancerígenas. Me imagino una remisión eterna.”
Y mientras tanto, agradece. A su gente, a la vida, al fin de semana que pudo disfrutar junto a su grupo en Pueblo Mío, en Los Espinillos. A cada día que empieza y a cada día que termina.
“La vida es una, y me di cuenta casi a los 50. Morir nos morimos todos, pero vivir… vivir depende de nosotros.”
Y ella sigue viviendo. Batallando. Abrazando su propia sombra, como llama al cáncer, pero sin dejar que la oscuridad opaque cada una de sus luces.
Porque Claudia, aun vulnerable, es una guerrera y…¡fan de La Mona por supuesto!













