Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)
Un héroe del whisky. La edad heroica de la exploración de la Antártida es una época que se extendió desde finales del siglo XIX hasta principios de la década de 1920. Durante este período la Antártida se convirtió en el centro de una intensiva exploración científica y geográfica a través de dieciséis expediciones importantes de ocho diferentes países.
El factor común en estas expediciones fue el carácter limitado de los recursos que tenían disponibles antes de que los avances en la tecnología del transporte y las comunicaciones revolucionaran el trabajo de exploración. Cada misión era una auténtica novela de aventuras.

Una de las principales figuras esta selección de intrépidos exploradores, integrado entre otros por Roald Amundsen, Adrien de Gerlache, Carsten Borchgrevink y Robert Falcon Scott, fue el irlandés Ernest Henry Shackleton, de quien ya nos hemos ocupado en esta sección (https://www.altagracianoticias.com/la-odisea-del-endurance/).
Aventurero irredento
En aquella ocasión nos referimos a la expedición de 1914 –la segunda que realizó– que intentaba realizar un cruce transcontinental pero el rompehielos Endurance no rompió el hielo y la expedición consiguió ponerse a salvo después de una serie de proezas. Proezas que incluyeron un prolongado viaje a la deriva sobre un bloque de hielo marino, un viaje de Shackleton en un bote abierto y el primer cruce de las Georgias del Sur.
Pero en 1907 este explorador había intentado ser el primero en llegar al Polo Sur a bordo del Nimrod, una nave de 334 toneladas utilizada anteriormente para cazar focas y ballenas. Shackleton la compró por 5.000 libras para convertirlo en una goleta de tres mástiles y adaptarlo para la navegación polar. El barco disponía además de un motor de vapor auxiliar, pero la velocidad no superaba los 6 nudos (poco más de 10 km/h).

Si bien no lograron su objetivo, lograron establecer un nuevo récord al llegar más al sur de lo que cualquier otro había llegado en ese momento. Además, exploraron extensas áreas de la Antártida, realizando observaciones científicas y cartográficas significativas. Descubrieron varias montañas y glaciares que fueron nombrados en honor a los patrocinadores de la expedición.
Prematura retirada
Shackleton tomó la decisión de abortar la misión cuando estaba a solamente 180 kilómetros de su objetivo. Las condiciones climáticas extremas, con temperaturas bajísimas, vientos fuertes y una geografía llena de grietas y glaciares, convencieron a los expedicionarios de regresar.
Además, a medida que avanzaban, los suministros de alimentos y combustible disminuyeron rápidamente, lo cual hizo que Shackleton priorizara la seguridad de su equipo sobre el logro del objetivo. Al evaluar las condiciones, determinó que continuar el viaje pondría en peligro sus vidas. Como si fuera poco, los caballos de Manchuria y los perros de trineo utilizados para transportar suministros estaban debilitándose debido al clima y la falta de alimento adecuado. «Un burro vivo es mejor que un león muerto», dijo Shackleton para resumir su actitud

El whisky abandonado
En su retirada, los expedicionarios debieron dejar parte de los pertrechos que habían transportado para enfrentar las severas condiciones que presentaba el continente blanco. Entre las pertenencias que dejaron abandonadas en una cabaña que habían construido, había cinco cajas conteniendo botellas de whisky, cuidadosamente envueltas en papel y tapadas con paja para protegerlas.
Se trata de botellas que formaban parte de las más de 50 cajas de whisky Mackinlay que la destilería Whyte and Mackay, uno de los promotores de la expedición que partió desde Nueva Zelanda, entregó para que la tripulación combata las bajas temperaturas y temple el espíritu.
La destilería Whyte and Mackay fue fundada en Glasgow en 1882 por Charles Mackay (1850–1919) y James Whyte. Rápidamente se hizo popular en toda Gran Bretaña. Su primer producto fue el W&M Special. Después de la Segunda Guerra Mundial, la empresa se centró en el mercado interno y ahora vende más de un millón de cajas al año.

Un descubrimiento sorprendente
Lo notable es que un siglo después de abortada la expedición Nirmrod, una misión científica de un equipo del Antarctic Heritage Trust (AHT), una organización dedicada a la preservación del patrimonio histórico en la Antártida, que seguía los pasos de Shackleton y sus hombres, halló aquellas cajas de whisky abandonadas en la retirada. Las botellas de whisky fueron descubiertas en el año 2006 bajo una cabaña en el Cabo Royds, en la Antártida.
La destiladora, conocido el descubrimiento, se encargó de que tres de esas botellas fueran trasladadas a Glasgow en el jet privado del dueño de la empresa, Vijay Mallya, para que el Master Blender de Whyte and Mackay lo analice.
«Tiene un hermoso y rico color dorado y -lo que es más importante en esta etapa temprana- es maravillosamente claro. Esto significa que que no está contaminado. Eso es muy importante», señaló el experto. «Se trata de un whisky que se ha mantenido estable durante todos estos años y creo que cuando Ernest Shackleton lo probó era un gran honor para él, así como lo es para mí también. Nunca en la historia de nuestra profesión hemos tenido una botella de más de 100 años de antigüedad conservada en frío en una heladera natural. Es un honor poder poner mi experiencia al servicio del análisis de este precioso líquido», concluyó.
Un brindis por Shackleton
Whyte and Mackay, obtenida la receta completa del blend que Shackleton llevó a la Antártida, produjo una edición especial en homenaje al gran expedicionario. Así salió al mercado el Mackinlays Shackleton Antartic Expedition. El blend incluye whiskies de Speyside, Islays y las Highlands, tres de las cinco regiones de Escocia donde se producen los mejores whiskies.
Los sommeliers determinaron que el licor ofrece «delicados aromas de manzana triturada, pera y piña fresca. Cuenta con un pellizco de mermelada, canela y coquetea con el humo, el jengibre y el azúcar mascabado sin refinar».

Si bien se calcula que las centenarias botellas podrían tener en el mercado un valor incalculable, Antarctic Heritage Trust, como así también otras organizaciones no gubernamentales que realizan investigaciones científicas en la Antártida, resolvieron dejar las cajas en el lugar donde Ernest Shackleton decidió que esperaran su regreso, con «las estrellas ahí nomás, a su alcance, frías».


