Por Raúl Pourtau, exclusivo para AGNoticias
En nuestra última entrega, hablamos de cómo fueron los inicios de lo que más tarde conocimos como «orquestas típicas». Pues bien, hay mucho más para seguir contando y narrando al respecto.
Finalizábamos, precisamente la columna mencionada, haciendo referencia a que comenzaba a darse en los lugares bailables una mixtura. Decíamos: «Esta concurrencia entre la gente «de las afueras» y «los niños bien» del centro fue un factor q contribuyó a serias diferencias, que muchas veces terminaron en peleas, muchas veces violentas. Pero eso será parte de otra historia… o de otro capítulo.
Y acá estamos para seguir contando al respecto…
Así fue cuando un luctuoso hecho de sangre fue noticia en todo el mundo tanguero de entonces. En dicho suceso perdió la vida el joven Juan Carlos Argerich, víctima de un disparo de arma de fuego, a manos del famoso «Cielito» Traverso. Pero no fue el único hecho grave.
La frecuencia de incidentes de este tipo fue motivo de una retracción de la actividad tanguera, aunque los amantes del 2×4 se inclinaron por frecuentar salones de menor concurrencia y más cercanos al centro de la ciudad.
Dentro de estos salones podemos mencionar «la gringa» Adela, «la vieja» Eustaquia (por nombrar solo algunos), aunque las más famosas casas de baile fueron «Mamita» (Concepción Amaya) calle Lavalle 2177, «la vasca» María (Carlos Calvo 2721) y lo de Laura (Paraguay y Pueyrredón).

Las propietarias de estos salones elegían la clientela entre las patotas del centro. Le otorgaron realce a estos salones, músicos de reconocido talento como Rosendo Mendizábal (autor del tango «El entrerriano»), Manuel Campoamor, Enrique Saborido, el Negro Posadas, Samuel Castriota (autor de «Lita», que más tarde se transformó en «Mi noche Triste)», o Alfredo Bevilaqua, entre otros. Entre los músicos, hubo preferentemente pianistas. Entre ellos el más prestigioso fue Roberto Firpo.
Más allá de las dificultades, el tango siguió su avance con la apertura de nuevos locales y numerosos músicos que se agregaban a esa actividad en muchos casos pasando el «platito propinero».
En lo que se refiere a la instrumentación, ya nos habíamos referido al trío de violín, flauta y guitarra. De a poco, el piano fue reemplazando a la guitarra, aunque no todos los locales disponían de recursos para poder çontar con un instrumento de ese tamaño y de elevado costo. Este comentario se refiere a la etapa primigenia del tango hasta aproximadamente la década del 80. En la próxima edición finalizaremos con el capítulo I de este trabajo.



