Por Gustavo Gutiérrez
A veces sólo se trata de competir. Los poderosos tienen una gran chequera con la cual compran los mejores jugadores del planeta y los ponen al mando de un técnico que con media idea debería hacer de semejantes individualidades, un equipo.
Los que tratan de gastar bien como Talleres, a veces se comen algún sapo. Pero la mayoría de las veces invierten para que –entre veteranos y promesas- el equipo, como hoy, sea una realidad.
Ahí anda Guillermo Barros Schelotto, que después de cada partido nos cuenta en su conferencia de prensa cómo el equipo no jugó, como no juega desde hace tanto tiempo. Claro, sus individualidades superan holgadamente la nula influencia en la función que el propio mellizo hace en su equipo. Claro, con eso le alcanza para ser puntero; aun no jugando bien, ahora sólo por seis puntos.
Y sigue pensando Boca en una ocurrencia del lenteja Cardona, en alguna diablura de Pavón; que se le ocurra alguna vez a Pablo Pérez meter algún pase entre líneas y no sólo golpear para dejar a su equipo al borde del abismo. ¿Y Tevez? ¿Dónde está Tevez por quien Boca pagó otra fortuna? Individualidades.
Enfrente, Kudelka, cuya mano se siente cada vez más en el juego albiazul. Defensa infranqueable, un arquero ganapartidos, Guiñazú jefazo, Ramírez contundente, Joao Rojas inteligente, Silva vivo y tenaz (aunque la última expulsión fue casi de un novato) y Pisano, el delantero volante de los pases quirúrgicos.
¿Se viene la definición del campeonato? No sé, realmente no sé si Talleres aspira a la vueltita que Boca aun jugando de lo peor, ya ensaya.
Kudelka siempre recita su premisa y los jugadores después repiten como loros: identidad, juego, compromiso con la idea. ¿Alcanza para pensar en la utopía?
Lo importante es competir de igual a igual. Eso es casi como ser Campeón.
