AG Noticias
Crónicas al Voleo

Marian Trimiar, la tigresa del ring

Marian Trimiar, la tigresa del ring
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Si bien el boxeo femenino fue ganando difusión y popularidad en las últimas dos o tres décadas, esmerilando lenta pero sostenidamente los prejuicios de buena parte de la sociedad, las mujeres vienen calzándose los guantes y metiéndose en el cuadrilátero desde hace algunos siglos.

Ya en 1722 Elizabeth Wilkinson ganó a las trompadas un espacio en el «London Journal». Fue luego de convertirse en la primera mujer campeona de boxeo de la que se tenga registro en la historia; fue tras vencer a Hannah Hyfield. Desde entonces el camino recorrido ha sido largo y sinuoso. Un siglo y medio después Nell Saunders y Rose Harland protagonizaban la primera pelea deportiva en los Estados Unidos.

La primera en la tele

El boxeo femenino llegó a la televisión en 1954, de la mano de Barbara «Battling» Buttrick; una inglesa de un metro y medio de altura y 45 kg. de peso. En la actualidad entraría en la categoría paja o peso mínimo, pero en aquel entonces se la consideraba peso gallo. Luego de girar por Europa y Estados Unidos peleando en ferias y carnavales se volcó al boxeo profesional, presentándose en Canadá, Chicago y el sur de Florida.

El recorrido profesional de Barbara Buttrick se extendió por una década (desde 1950 hasta 1960). Se retiró con un palmarés de 30 victorias, una derrota (ante Joann Hagen) y un empate. En combates de exhibición (que realizó por centenares) también peleó de igual a igual con hombres. A mediados de la década de 1990 fundó y presidió la Federación Internacional de Boxeo Femenino.

La chica de Harlem

Con estos antecedentes nos encontramos con Marian Trimiar; una neoyorquina de Harlem que de adolescente soñaba ser enfermera pero que a los 18 años, luego de dejar el secundario, apenas iniciada la década de 1970, comenzó a practicar boxeo en el tradicional Gleason’s Gym de Brooklyn. Allí donde debía tirar guantes con hombres a falta de otras mujeres que subieran al cuadrilátero.

Adoptó el sobrenombre de «Lady Tyger» (se sabe que todo pugilista, sin importar sexo o género, debe tener un apodo para intercalar entre nombre y apellido). Eligió escribir Tyger, con ye, porque le parecía más femenino; un poco también para desbaratar de un uppercut el absurdo prejuicio de que las boxeadoras (como en general las deportistas) son «machorras». Marian era, es aún, una mujer coqueta, antes muerta que sencilla.

Luchando contra Floyd Patterson

Impulsada por Jimmy Jacobs, un exjugador de Handball devenido en empresario boxístico y coleccionista de comics, intentó convertirse en profesional. Pero se chocó con la oposición de la Comisión Atlética de Nueva York, presidida entonces por el excampeón del mundo Floyd Patterson (que años atrás había sucumbido dos veces ante el mejor, Muhammad Ali). A partir de allí, Marian se convirtió en una verdadera tigresa; mostró sus garras y comenzó una desigual pelea por sus derechos junto a Jackie Tonawanda (que entrenaba con Alí y a veces ejercía de guardaespaldas del campéon) y Cathy Davis.

Decididas a abandonar la clandestinidad, estas tres muchachas estuvieron algo así como tres años batallando en tribunales con la misma fiereza que en ring, para obtener sus licencias profesionales. La pelea incluyó una huelga de hambre de más de un mes llevada adelante por Marian.

Profesional al fin

Finalmente, el 19 se septiembre de 1978, Marian, Jacke y Cathy recibieron sus licencias; las primeras tres que se les entregaba a mujeres en el estado de Nueva York. Floyd Patterson volvía a besar la lona.

«Tuve el número dos por una sola razón: el color de mi piel. Era de buen estilo, cintura y golpes curvos que le gustaba a la gente. No nos preguntábamos si había dinero, sólo queríamos combatir y romper barreras –le dijo en una reciente entrevista a Osvaldo PríncipiMuhammad Alí me escuchó en su momento, me orientó varias veces . Me recibió en su casa y es increíble porque tengo fotos con su hija Laila cuando era muy pequeñita y ahora nos condecoraron al mismo tiempo en el Hall de la Fama. ¿Sabes también quién me ayudó? Mike Tyson. Estuvo a mi lado cuando hice una huelga de boxeadoras en Las Vegas, en 1987, para recibir una paga digna en las puertas de los casinos. Y Mike se plegó a nosotras. Conocí de todo. Buenos y .malos, pero siempre hice lo que me gustó».

En su carrera profesional, Lady Tyger mantuvo 24 combates entre 1978 y 1985, con 18 victorias (nueve antes del final), cuatro derrotas y dos sin decisión. En 1979 ganó el título mundial superligero cuando venció por nocaut a Sue Carlson en San Antonio (Texas). Su bolsa en esa ocasión fue de 400 dólares. Su última pelea fue a los 34 años, con una victoria ante Diane Clark. El año pasado ingresó al Salón de la Fama del Boxeo Internacional junto a figuras como Wladimir Klitschko y Floyd Mayweather Jr. Fue su reaparición pública después de casi una década de ostracismo, motivado especialmente por el suicidio de su hijo Joshua.

Avance incontrolable

Después de Lady Tyger quedaban aún muchas barreras por voltear, y se fueron volteando. El boxeo femenino logró el status de deporte olímpico recién para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, y todavía entonces las chicas debieron oponerse ferozmente a que los viejos libidinosos del Comité Olímpico pretendieran imponerles la obligación de pelear con falda. Nicola Adams (Reino Unido – Peso Ligero), Katie Taylor (Irlanda – Welter Ligero) y Claressa Shields (Estados Unidos – Semipesado) fueron las primeras en lograr una medalla dorada.

Con el tiempo los aficionados al boxeo fuimos normalizando la presencia de chicas sobre el cuadrilátero para algo más que mostrar el cartel del próximo round. Y dejando atrás cuestiones absurdas tales como «no es un deporte de mujeres» y estupideces de ese estilo (que se aplicó, sucesivamente, para el basquetbol, el fútbol, el rugby y tantas disciplinas más), nos acostumbramos a disfrutar de peleas en la que se puede apreciar técnica, guapeza y grandeza, que son algunas de las grandes virtudes del boxeo.

Marian Trimiar, Lady Tyger consiguió, con enorme esfuerzo y no pocos contratiempos, entrar en el Salón de la Fama. Una distinción hasta entonces exclusiva para hombres, compartiendo el espacio con Muhammad Ali, Joe Frazier, Jale LaMotta; los argentinos Carlos Monzón, Pascual Pérez, Nicolino Locche y Víctor Galíndez; Nino Benvenutti, Marvin Hagler, Sugar Ray Leonard, Mano de Piedra Durán y tantos héroes más del deporte de los puños. Pero además le abrió el camino a miles de mujeres que a diario suben al ring a demostrar que las piñas no son solamente cosa de hombres.

nakasone