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Los Tasaday, ascenso y decadencia

Los Tasaday, ascenso y decadencia
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

La noticia difundida por Associated Press explotó en la primera plana de los diarios más importantes del mundo. En una región montañosa de Mindanao, la segunda isla más grande de Filipinas, un grupo de investigadores descubrió una pequeña tribu de aborígenes que aún vivían en la edad de piedra.

La aparición pública de los Tasaday provocó una verdadera conmoción en ámbitos científicos. Cual viajeros del tiempo, este reducido grupo de personas ofrecía una oportunidad única de observar en primera persona cómo era la vida de nuestros ancestros antes de la invención de la rueda.

La tribu, compuesta por solamente 26 individuos, vivían prácticamente desnudos y practicaban la endogamia. Eran cazadores – recolectores y basaban su alimentación en el consumo de insectos y algunos anfibios. Sus pocas y rudimentarias herramientas y utensilios estaban toscamente fabricados en piedra.

Elizalde y Gina

El gobierno filipino, en manos de Ferdinand Marcos desde 1965 (que a la vez era Primer Ministro y Secretario de Defensa, es decir un jugador de toda la cancha) encargó a Manuel Elizalde la tarea de preservar a la tribu del acoso de periodistas, científicos y curiosos.

Elizalde, además de ser un viejo compañero de correrías del dictador Marcos, estaba a cargo del PANAMIN, la organización de  Asistencia Presidencial para las Minorías Nacionales. El PANAMIN tomó el control de la boscosa zona donde vivían los Tasaday, cercándola por completo y permitiendo el acceso a un limitado grupo de personas.

Y es que rápidamente se congregaron en Filipinas una innumerable cantidad de medios, especializados o no, antropólogos e incluso figuras públicas que nada tenían que ver con el asunto, como el aviador estadounidense Charles Lindberg y la estrella del cine Gina Lollobrigida. Todos querían su foto con los cavernícolas.

Preguntas incómodas

Según informó el PANAMIN, los Tasaday estuvieron toda su existencia aislados, sin contacto con el mundo exterior. Hablaban un idioma desconocido, aunque con ciertas similitudes con otros lenguajes utilizados por otros naturales de la isla y que se conoce como «manobo». Al respecto, el ente oficial aseguraba que su vocabulario no incluía vocablos que hicieran referencia a la violencia o la guerra.

Pero pasado el furor inicial, que incluyó una extensa nota en la prestigiosa revista National Geographic, comenzaron a surgir algunas preguntas de difícil respuesta, que generaron dudas entre quienes días antes aplaudían el descubrimiento. Ante ello, Elizalde decidió cerrar completamente el terreno donde habitaban los Tasaday, destinando un gran número de guardias armados para impedir el acceso de extraños al sector.

Ni Elizalde ni el PANAMIN pudieron explicar algunos detalles que se advirtieron superada la emoción del descubrimiento:

Los Tasaday no evidenciaban ninguna de las enfermedades derivadas de la endogamia, tales como ceguera, pérdida de audición, diabetes, malformaciones de las extremidades, trastornos del desarrollo sexual y esquizofrenia, entre otras.

Por otra parte, se afirmó que a sus muertos los dejaban en la selva, pero nunca se encontraron restos humanos en las cercanías de las cuevas que habitaban. Y hablando de las cuevas, lucían llamativamente pulcras, nada hubiera permitido pensar que estaban habitadas desde hacía siglos. Tampoco era sencillo explicar el cerrado aislamiento de la tribu, teniendo en cuenta que a tres horas de caminata existían importantes comunidades rurales.

El fin de la utopía

Con la población aún más aislada no hubo nuevas investigaciones. Al parecer, al gobierno filipino –y especialmente a Manuel Elizalde– le convenía que las preguntas incómodas se fueran apagando. Y si bien los científicos solicitaron más tiempo para sus estudios, Elizalde los expulsó y terminó de blindar a los Tasaday, con la excusa de «protegerlos».

La utopía paleolítica entró en un progresivo túnel de olvido. Los medios dejaron de hablar del tema y los antropólogos –ante la imposibilidad de acceder al «material de estudio», debieron ocuparse de otros asuntos. Incluso las sospechas entraron en receso. El olvido, según Borges, es la única venganza y el único perdón.

Cae Ferdinand

Por lo demás, las cosas para Ferdinand Marcos comenzaron a ponerse difíciles. En 1983, con el liderazgo de Corazón Aquino, comenzaron una serie de revueltas y manifestaciones cada vez más numerosas que llegaron a su clímax con el fraude perpetrado en las elecciones de 1986, en donde se proclamó vencedor.

El 25 de febrero de 1986, miles de filipinos ocuparon el palacio presidencial, poniendo punto final a 21 años de tiranía. Previsor, Marcos y su esposa Imelda, partieron hacia Hawaii (con el consentimiento del gobierno de Estados Unidos). En el avión de la ex pareja presidencial viajaban, también, 413 piezas de joyería, una estatua de marfil, un collar de diamantes, 24 lingotes de oro, más de 27 millones de pesos filipinos en billetes recién impresos y 15 millones de dólares.

Se descubre el fraude

Aprovechando la confusión, el antropólogo suizo Oswald Iten y el reportero filipino Joey Lozano fueron a la espesa jungla de Mindanao para ver que era de la vida de los otrora famosos Tasaday. Lo que encontraron los hizo caer de cu… sorprenderse de un modo mayúsculo. Aquellos seres primitivos que andaban semidesnudos fueron sorprendidos vistiendo pantalones de jean y camisetas de algodón.

Interrogados, varios miembros de la comunidad confesaron haber recibido dinero de Elizalde para simular ser indígenas primitivos y posar ante periodistas y antropólogos, cuando en realidad eran habitantes de aldeas cercanas. El sueño terminó.

Esta novedad indignó a Elizalde, que inmediatamente comenzó una campaña para defender a los Tasaday y, claro, su propia gestión. Claro que todo esto lo hizo desde Costa Rica, adonde había huido en 1983. Incluso promovió que un grupo de indígenas de la edad de piedra iniciara juicio a todo aquel que pusiera en duda la veracidad de la historia.

Sin embargo, estudios posteriores dieron fe de que la tribu Tasaday era real, pero su antigüedad se remontaba a poco más de dos siglos, muy lejos de la edad de piedra.

El caso de los Tasaday se convirtió en uno de los mayores fraudes científicos de la historia. El romanticismo de una comunidad lejos de todos los males de la vida moderna, despojada de vicios e imbuida de la más natural de las inocencias fue simplemente un espejismo manipulado en nombre de una dictadura.
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