Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)
En 1940 el panorama para Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial era decididamente sombrío. Alemania se había llevado puestos a los sus principales aliados: en septiembre de 1939 Hitler había invadido Polonia, mientras que menos de un año después las tropas nazis desfilaban frente al Arco del Triunfo al compás de la Marcha de San Lorenzo.
Pocos meses después de la caída de la capital francesa, Winston Spencer-Churchill sucedió a Neville Chamberlain como Primer Ministro, luego de pronunciar su famoso discurso: «Llegaremos hasta el final, lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire. Defenderemos nuestra isla, cualquiera que sea el costo, lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, ¡nunca nos rendiremos!»
Incendiar Europa
Churchill sabía que para derrotar al gran demonio había que valerse de todas las armas posibles. Para ello le dio impulso a la Dirección de Operaciones Especiales (SOE por sus siglas en inglés). Una unidad dependiente del Servicio de Inteligencia (conocido popularmente como MI6) y que se ocuparía de llevar a cabo espionaje, sabotaje y reconocimiento militar y especial contra las Potencias del Eje en la Europa ocupada por la Alemania nazi. O, en palabras del Primer Ministro, «incendiar Europa con las manos libres».
Los integrantes de esta dirección eran conocidos como «Los Irregulares de Baker Street» por el grupo de espías que aparece en la novela «Estudio en escarlata», uno de los libros de la saga Sherlock Holmes, pero también porque su primera oficina se hallaba en el número 64 de dicha calle. También se los denominaba como «Churchill’s Secret Army» (Ejército Secreto de Churchill). Otro apelativo de la organización era «The Ministry of Ungentlemanly Warfare» (Ministerio de Guerra poco caballerosa).
Equipamiento de película
Con el tiempo el SOE se fue equipando de acuerdo a sus necesidades. Dispuso de una imprenta propia, como así también de un sofisticado equipo técnico capaz de realizar copias de gran calidad de cualquier documento de la Europa ocupada. También contrató a un reconocido sastre de origen judío para confeccionar la ropa apropiada para cada misión, desde trajes parisinos o pantalones rústicos empleados en las montañas yugoslavas. El cuidado era tal que se copiaban todos los detalles de las marcas continentales y se personalizaba cada prenda a medida de las necesidades de la misión.
Con esa minuciosidad trabajaron también los encargados de fabricar el armamento para los agentes. Así desarrollaron sistemas de explosivos novedosos, armas de corto alcance camufladas como elementos inofensivos como lapiceras o gafas.
Se puede decir que buena parte de los clichés del mundo del espionaje tuvieron sus precedentes en las sorprendentes tácticas de camuflaje iniciadas por el SOE. Por ejemplo, los zapatos de muchos de sus agentes se fabricaban con el tacón hueco para poder ocultar en su interior material sensible, desde documentos a munición. Muchos de estos elementos los hemos leído en las novelas de espías que proliferaron durante la guerra fría.
Cuestión de supervivencia
Esa meticulosidad para la preparación de los agentes, el material e incluso la vestimenta de los más de 13.000 agentes se fundaba en que las misiones eran por demás peligrosas. Una vez instalados en el continente, adonde por lo general llegaban saltando en paracaídas, se calculaba que la esperanza de vida era de unas seis semanas. La tortura, ejecución sumaria y la reclusión en campos de concentración eran destinos muy probables.
Las acciones del SOE se centraron fundamentalmente en Francia y los Bacanes. En Yugoslavia lograron derrocar al regente impuesto por Alemania, lo que provocó la invasión nazi al país, en donde se encontraron con la tenaz resistencia de los partisanos liderados por Josip Broz «Tito».
Operación Gunnerside
El primer éxito de los «irregulares de Baker Street» fue el sabotaje al programa nuclear alemán que se desarrollaba principalmente en la planta de agua pesada de Vemork, en Noruega. Entre 1942 y 1943 se produjeron tres ataques de comandos noruegos al servicio del SOE. Los dos primeros fallaron, pero en la tercera oportunidad (la vencida) los agentes lograron cruzar el río Maan y colocar explosivos en las instalaciones, que a causa de los daños debió detener varios meses su producción.
Los comandos sobrevivieron. Algunos llegaron esquiando a Suecia y el resto permaneció en territorio noruego colaborando con la resistencia local. Tras un último atentado en 1944, Alemania abandonó la producción de agua pesada en Vemork. La historia conoció esta cadena de sabotajes como la batalla del agua pesada.
Otra de las acciones exitosas fue la denominada «Operación Postmaster», llevada a cabo en la noche del 14 al 15 de enero de 1942. Fue en la isla de Fernando Poo (actual Bioko) perteneciente a la entonces Guinea Española, territorio colonial de España (hoy Guinea Ecuatorial) en el que Francisco Franco permitía el refugio y abastecimiento de naves alemanas e italianas.
Aquella noche los agentes del SOE se robaron del puerto de Santa Isabel (actual Malabo) el remolcador alemán Likomba de 199 t. y la barcaza Bibundi, de 100 t. Así como el vapor mixto de pasaje y carga italiano Duchessa d’Aosta, que se utilizaba para repostar los submarinos nazis que boicoteaban el tránsito marítimo entre Estados Unidos y Gran Bretaña.
Algunos fracasos también
Muchas de las hazañas del Ejecutivo de Operaciones Especiales pasaron desapercibidas hasta la década de 1990, cuando sus archivos (como los de la foto) se desclasificaron y se hicieron públicos. Pero no todos fueron éxitos para el ejército poco caballeroso. El SOE fracasó en su intento de detener el suministro de petróleo desde Rumanía al Eje. Pese a los sucesivos intentos, nunca se logró paralizar el envío de combustible y solo la derrota final de Alemania terminó con esta privilegiada relación entre Bucarest y Berlín.
Como se apuntó anteriormente, muchos de los elementos y las tácticas desarrolladas por la Dirección de Operaciones Especiales las encontramos mucho después en novelas y películas. Y mucho tuvo que ver en esto uno de los integrantes de este ejército en las sombras. Un tal Ian Fleming, que llevó sus experiencias como agente secreto al papel y dio vida al inmortal James Bond.